Inmaculado Corazón de María. Foto: Angie Menes

El corazón Inmaculado de María y la guerra en Ucrania

Esta radical no-mundanidad teocéntrica la que resulta verdaderamente profética en el llamamiento de los obispos ucranianos, para volver a poner en el centro a Dios, su Providencia, los planes que la Virgen nos reveló en 1917, el culto a su Corazón Inmaculado, la conversión y la paz para una nueva cristiandad.

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Por: Samuele Cecotti

(ZENIT Noticias – Observatorio de Doctrina Social de la Iglesia Cardenal Van Thuan / Roma, 19.03.2022).- La Virgen María, que se apareció a tres niños pastores en Cova da Iria en 1917, vincula a Rusia con el destino del mundo y de la Iglesia, insinuando un papel central para Rusia en los acontecimientos finales de la historia. La Virgen, en lo que es la marianopanía más impactante del siglo XX y quizá de todos los dos mil años de cristianismo, no se limita a una profecía sobre el papel de Rusia, sino que hace también una petición precisa a la Iglesia: para que Rusia se convierta en un instrumento dócil de la Providencia, el Papa debe, en unión de todos los obispos del mundo, consagrar Rusia al Corazón Inmaculado de María. El destino del mundo y de la Iglesia, en la revelación (privada) de Fátima, está ligado al papel histórico de Rusia en la centralidad escatológica de María Santísima y en el culto a su Corazón Inmaculado que debe acompañar el tiempo de paz prometido al mundo.

Precisamente en estas horas dramáticas marcadas por la guerra ruso-ucraniana, la Conferencia Episcopal de Ucrania ha hecho un llamamiento al Papa Francisco para que consagre a Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María. Los obispos católicos de Ucrania escriben:

«¡Santo Padre! En estas horas de inconmensurable dolor y terrible prueba para nuestro pueblo, nosotros, los obispos de la Conferencia Episcopal de Ucrania, somos los portavoces de la incesante y sentida oración, apoyada por nuestros sacerdotes y personas consagradas, que nos llega de todo el pueblo cristiano por la consagración de nuestra patria y de Rusia. En respuesta a esta oración, pedimos humildemente a Vuestra Santidad que haga público el acto de consagración al Corazón Inmaculado de María de Ucrania y Rusia, tal como lo pidió la Santísima Virgen en Fátima. Que la Madre de Dios, Reina de la Paz, acepte nuestra oración: ¡Regina pacis, ora pro nobis!».

Los dos pueblos hermanos, rusos y ucranianos, las dos Rusias, la Rus de Kiev y la Rus de Moscú, están ahora en guerra, pero la sabiduría espiritual del Pueblo de Dios dirigido por los Sucesores de los Apóstoles ha visto en María Santísima y en la profecía de Fátima la única unidad verdadera. Respondiendo a la petición de la Señora de Fátima de poner en manos de María a ucranianos y rusos, a Moscú y Kiev, a Ucrania y a Rusia. La lógica de los obispos ucranianos parece desarmante en su total ajenidad, no tiene en cuenta la lógica del mundo, las relaciones de fuerza o las estrategias militares-económicas. Es la confianza total en Dios en una confianza infantil (Mt 18,3) en la Madre Celestial que es la única que puede llevar a la conversión y a la paz.

Es precisamente esta radical no-mundanidad teocéntrica la que resulta verdaderamente profética en el llamamiento de los obispos ucranianos, para volver a poner en el centro a Dios, su Providencia, los planes que la Virgen nos reveló en 1917, el culto a su Corazón Inmaculado, la conversión y la paz para una nueva cristiandad. La Virgen dijo en Fátima en 1917:

«La guerra está llegando a su fin, pero si no dejan de ofender a Dios, empezará otra peor en el reinado de Pío XI». Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da de que se dispone a castigar al mundo por sus crímenes, mediante la guerra, el hambre y la persecución de la Iglesia y del Santo Padre. Para evitarlo, he venido a pedir la Consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado y la comunión reparadora de los primeros sábados. Si escuchas mis peticiones, Rusia se convertirá y tendrás paz […]. Finalmente, mi Corazón Inmaculado triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, se convertirá y se concederá un tiempo de paz al mundo”.

Traducción del original en lengua italiana realizada por el P. Jorge Enrique Mújica, LC, director editorial de ZENIT.

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Redacción Zenit

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