Ucranianos regresan a su país para pelear la guerra.Foto: AP

Cartas desde la guerra (día 54): “En las últimas 24 horas han regresado a Ucrania más ucranianos. Ucrania empieza a reunir a sus hijos de nuevo”

“Hoy me gustaría meditar con ustedes sobre el 10 Mandamiento de la ley de Dios, que nos enseña lo siguiente: “No codiciarás nada que sea de tu prójimo”. Este décimo, el último mandamiento del Decálogo, vigila la pureza del corazón del hombre. Parece resumir en sí los diez mandamientos y muestra de dónde viene la raíz de la pecaminosidad de las acciones humanas”, dice en este mensaje Su Beatitud Sviatoslav Shevchuk.

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(ZENIT Noticias / Kiev, 19.04.2022).- En esta comunicación el líder de los greco-católicos ucranianos da algunas noticias positivas en el contexto de una reflexión sobre el décimo mandamiento. Las recogemos y publicamos a continuación.

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¡Alabado sea Jesucristo!

Queridos hermanos y hermanas en Cristo, hoy es lunes, 18 de abril de 2022 y el pueblo ucraniano vive ya 54 días de resistencia nacional contra los ocupantes rusos que vinieron a matar a nuestra tierra…

Y Ucrania se mantiene en pie. Ucrania está luchando. Ucrania está rezando. Y obteniendo inspiración del poder de Dios; y luz de su ley para construir nuestro futuro, vamos aprendiendo a triunfar.

Un día más en que la heroica Mariúpol se mantiene. La Mariúpol que quizás hoy es el centro de atención y de oración de todo el mundo. Pedimos que la ciudad de María ayude a Ucrania a defender esta heroica ciudad.

Elevamos nuestras oraciones por a Kharkiv alrededor de la cual se libran batallas feroces. También así en la región de nuestra Donetsk, en la región de Luhansk… Rezamos por la región de Khersón, por nuestra Zaporizhzhia y por el sur de la región de Zaporizhzhia. Que Dios ayude a Ucrania a resistir y a vencer el mal.

Hoy me gustaría meditar con ustedes sobre el 10 Mandamiento de la ley de Dios, que nos enseña lo siguiente: “No codiciarás nada que sea de tu prójimo”. Este décimo, el último mandamiento del Decálogo, vigila la pureza del corazón del hombre. Parece resumir en sí los diez mandamientos y muestra de dónde viene la raíz de la pecaminosidad de las acciones humanas.

Este mandamiento dirige nuestra atención al interior del corazón humano. Porque es justamente ahí, en lo más profundo de nuestra personalidad, donde abrigamos tal o cual intención. Y aprender a no desear, a no codiciar lo que pertenece a mi prójimo, aprender a discernir las propias aspiraciones es el fundamento principal de un estilo de vida cristiana sana.

Un joven me dijo una vez: “No sé lo que quiero… ¡pero lo quiero ya!”. Qué importante es para una persona saber lo que quiere en su vida. Cuán importante es ser capaz de distinguir entre esos deseos, para ver cuáles son reales y cuáles están inspiradas por el espíritu maligno. Saber que la aspiración más importante del corazón humano es el deseo de Dios. El anhelo de Su Vida Eterna. El anhelo de la inmortalidad que el Señor Dios da a la persona que cree en Él. Cuando el hombre descuida este deseo, entonces está perdido. Esa persona no sabe a qué aspira.

En sus días Su Beatitud Patriarca Josyph Slipyy les repetía a sus hijos: “¡Desead lo grande!” Enseñaba a no cambiar nuestras aspiraciones a lo grande por cosas mezquinas y rastreras. San Agustín dice: “Nos hiciste para Ti Señor y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti…”. Si el hombre no sabe aspirar a lo Grande, a lo Eterno, a lo Verdadero, a lo Divino… Entonces su corazón, su ojo se vuelve impuro.

Nuestro poeta, nuestro Kobzar, Taras Shevchenko, hablaba del “ojo ávido”, y decía: «Este ojo ávido busca más allá del confín del mundo, para ver si acaso no hay algún otro país… para robarlo y para luego llevárselo con él a la tumba…”. Jesucristo nos enseña que es del corazón humano de donde salen los malos pensamientos, la impureza, las intrigas de asesinato y todas las demás malas acciones.

Hoy le pedimos a Dios Nuestro Señor, que nos enseñe a “desear lo grande” y a alcanzarlo también. Vemos como el ojo malo, el ojo ávido, el que quiere llevarse al mundo entero al ataúd ataca a Ucrania. Ucrania nunca ha querido lo ajeno. Siempre hemos querido sólo lo nuestro. Y hoy, al defender nuestra patria, protegemos lo que puede llenar verdaderamente el corazón humano con la plenitud de la vida.

Hoy quiero agradecer cordialmente a todos los que apoyan a nuestra nación y a nuestra patria en este anhelo de lo Grande, en el anhelo de la verdad real, en el anhelo de la libertad, en el anhelo de la independencia, en el anhelo de realmente desarrollar todos los talentos de nuestra nación para el bien de la patria que Dios nos ha dado.

Hoy tenemos una buena noticia. En las últimas 24 horas han regresado a Ucrania más ucranianos de los que se han ido. Vemos que Ucrania empieza a reunir a sus hijos de nuevo, a sus hijos deseosos de realizar los mayores sueños de su corazón en su madre patria.

Quiero dar las gracias a todos los representantes diplomáticos de todas las embajadas que han regresado a Kyiv en las últimas dos semanas.  A todos los que hoy tienen el valor de apoyar a nuestro Estado, de venir a nosotros.  Unirse a nosotros para aprender ellos mismos y para enseñar al mundo a desear lo grande
Oh Dios, bendice a Ucrania.  Oh Dios, bendice a nuestro ejército ucraniano.  Oh Dios, bendice al pueblo ucraniano.  Bendice a los niños de Ucrania y dales un futuro bueno y brillante en su propia tierra, la tierra que Vos mismo les diste.

La bendición del Señor y su misericordia descienda sobre ustedes por su divina gracia y amor y permanezcan ahora y siempre y por los siglos de los siglos, amén.
¡Alabado sea Jesucristo!

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Redacción Zenit

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