Soldado ucraniano adentro de una Iglesia ortodoxa en la Pascua. Foto: Radio Free Europe/Radio Liberty

Cartas desde la guerra (día 60): la guerra en Domingo de Resurrección

“Celebramos la Pascua en tiempos de guerra. Pero esta alegría celestial, divina, desciende hoy del cielo hacia nosotros, hacia los hogares ucranianos destruidos, hacia los 10 millones de refugiados que han abandonado sus hogares. Es para los que defienden su patria con su vida. Sin embargo, el pueblo ucraniano celebra la Pascua. La Resurrección de Nuestro Señor es una fiesta de gran alegría y gran esperanza”, dice Su Beatitud Sviatoslav Shevchuk.

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(ZENIT Noticias / Kiev, 25.04.2022).- En medio de la guerra la Pascua aporta esperanza a un pueblo que sufre la devastación. Es domingo de pascua en el calendario juliano que siguen los católicos bizantinos de Ucrania y esto es lo que en este día solemne les dice a los suyos su arzobispo mayor.

***

¡Cristo ha resucitado!

Hoy, con este alegre saludo, Ucrania se dirige a sus hijos e hijas, y al mundo entero.

Hoy en Ucrania celebramos la mayor fiesta cristiana: la Resurrección de Cristo, la Pascua del Señor. Lo celebramos en el 60º día de la guerra que Rusia llevó a tierras ucranianas.

Celebramos la Pascua en tiempos de guerra. Pero esta alegría celestial, divina, desciende hoy del cielo hacia nosotros, hacia los hogares ucranianos destruidos, hacia los 10 millones de refugiados que han abandonado sus hogares. Es para los que defienden su patria con su vida. Sin embargo, el pueblo ucraniano celebra la Pascua.

La Resurrección de Nuestro Señor es una fiesta de gran alegría y gran esperanza. Esperamos como pueblo, como Estado, como Iglesia, porque Cristo ha resucitado en nosotros y con nosotros.

Los niños ucranianos celebran hoy el Día de Pascua de forma especial. Sentimos que podemos ganar con la alegría del cielo. Podemos superar nuestra angustia, nuestro dolor, nuestro sufrimiento. La fiesta de la resurrección de Cristo es la fiesta del gran cambio. Así como en aquella mañana de Pascua, en Jerusalén, junto a la tumba vacía del Señor, el Ángel del Señor cambió el llanto de los portadores en mirra en alegría. Hoy, al cantar «¡Cristo ha resucitado!», nuestro Salvador, saliendo victorioso de la tumba, convierte el llanto de Ucrania en un canto de esperanza, cambia las lágrimas de desesperación y de dolor en lágrimas de alegría, porque Cristo ha resucitado.

Pero incluso en este Santo Día de la Resurrección, nuestro enemigo no abandona sus planes de matar a los ucranianos en nuestra tierra. Incluso en los misiles, bombas y granadas rusas, que hoy traen la muerte a nuestra tierra, el enemigo escribe cínicamente «¡Cristo ha resucitado!».

Pero la Resurrección de Cristo se convierte hoy en el poder de la victoria de Ucrania. Cristo resucitó de la tumba al tercer día, y al tercer día de la tumba resucitará a Ucrania, arruinando los planes del enemigo.

Hoy Ucrania se alegra y el enemigo se lamenta. Así como el Hades está amargado, «porque ha sido derrocado», dice el Apóstol; «estaba amargado, porque fue derrocado», dice San Juan Crisóstomo. «Había tomado un cuerpo, y estaba ante Dios. Había tomado lo que vio y se enamoró de lo que no vio…». Del mismo modo, nuestro enemigo cae en Ucrania por lo que no ha visto. No vio la fe y la esperanza en el poder de Dios, que se manifiesta hoy en toda su plenitud, y en la fuerza del pueblo ucraniano.

A todos vosotros os hago llegar mis mejores deseos para esta gran fiesta. Hoy hay un grito espontáneo de triunfo entre los ucranianos al felicitarse por su victoria sobre el enemigo, por una nueva derrota del enemigo en el campo de batalla: «Buenos días, somos de Ucrania». Y hoy decimos al mundo entero: «¡Cristo ha resucitado! Porque venimos de Ucrania». Y entonces decimos: «¡Cristo ha resucitado, porque somos de Ucrania!». Y nosotros respondemos: «¡Realmente ha resucitado, porque somos de Ucrania!». Junto con vosotros damos testimonio al mundo entero de la santa alegría de la Pascua del Señor.

¡Cristo ha resucitado! Ha resucitado de verdad.

Que la bendición del Señor sea con su gracia y su amor por la humanidad hoy y por los siglos de los siglos. Amén.

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Redacción Zenit

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