Niño sostiene con la mano una bandera ucraniana Foto: Mykola Tys;SOPA Images/

Cartas desde la guerra (día 64): “Rusia expulsó de Ucrania a 200 mil niños”

Hoy en Ucrania vemos cómo el enemigo está ahuyentando en masa a los hijos e hijas de su tierra. Ayer mismo, literalmente, fuentes oficiales rusas declararon que Rusia ya expulsó, deportó de Ucrania a más de un millón de ciudadanos ucranianos. Entre ellos, casi 200 mil son niños”, dice Su Beatitud Sviatoslav Shevchuk.

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(ZENIT Noticias / Kiev, 28.04.2022).- Cientos de niños ucranianos han sido expulsados de Ucrania por el ejército ruso. Lo cuenta en la comunicación de este día, el líder greco-católico de Ucrania. En este texto continúa su reflexión acerca de las bienaventuranzas, concretamente de la bienaventuranza que dice “Bienaventurados los mansos, porque heredarán la tierra”. A continuación el texto:

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¡Cristo ha resucitado!

Queridos hermanos y hermanas en Cristo, hoy es 28 de abril de 2022 y el pueblo ucraniano está ya en su 64º día de lucha, de pie, defendiendo su Patria en esta lucha nacional contra el agresor ruso.

El último día, las últimas 24 horas, la última noche fueron muy difíciles para Ucrania. Donetsk, Luhansk y la región de Khersón están sufriendo mucho la ocupación rusa. El enemigo bombardea constantemente Mykolajiv y Kharkiv. Hay fuertes combates en las regiones de Donetsk, Luhansk y Mykolajiv y en nuestra región de Zaporozhzhia. Pero a pesar de todos estos ataques del enemigo, Ucrania sigue en pie, sigue luchando.

Nuestro ejército ucraniano defiende heroicamente nuestra Patria, y todo el pueblo lo apoya, todo el pueblo apoya a nuestro ejército, apoya a nuestro gobierno. Apoya a todos los que en estos momentos están trabajando en diferentes frentes, ocupados en distintos tipos de actividades para defender su Patria.

En estos tiempos difíciles y duros, en tiempos de gran lucha, en tiempos de una guerra de tal intensidad, quiero continuar nuestra reflexión sobre las Bienaventuranzas que predicó Nuestro Señor Jesucristo en su Sermón de la Montaña.

Justamente en este tiempo Pascual, en este tiempo de la Octava de Luz, tiempo en el que sentimos que la Resurrección de Cristo nos toca a cada uno de nosotros de modo especial; tiempo en el que sentimos que el germen del Reino Celestial, el germen de la Resurrección, de la Vida Eterna lo llevamos dentro así como llevamos dentro la gracia del Bautismo; justamente es en este tiempo que se nos hacen tan especialmente cercanas y tan entendibles las bienaventuranzas o en otras palabras ese sentido tan profundo de nuestra vida cristiana que Cristo nos manifestó en las bienaventuranzas.

Cristo dice a sus discípulos: “Bienaventurados los mansos, porque heredarán la tierra”. ¿De qué estamos hablando? ¿De qué tipo de mansedumbre, qué tipo de humildad proclama Cristo como una bienaventuranza para el hombre? Obviamente, no se trata de un sentimiento humano o de una simple timidez… Aquí se trata del fruto de la virtud de la humildad: para poseer la bienaventuranza de ser manso, es necesario de alguna manera parecerse a nuestro manso y humilde Salvador. De Él, el apóstol San Pablo escribe lo siguiente: “siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre.”

Y vemos que esta humildad, esta mansedumbre de nuestro Salvador, se manifiesta en su servicio al hombre. Se manifiesta en su actitud de siervo, que vino del Cielo para servirte a ti y a mí. Este camino, camino de humildad y de humillación crea para el hombre un espacio interior que lo hace capaz de recibir los dones de Dios. Le hace capaz de recibir este Don de la Resurrección y de la Vida Eterna. Es más, le hace capaz de conocer la verdad sobre sí mismo.

Porque el orgullo es cierta ilusión sobre uno mismo, sobre nuestras propias capacidades, sobre nuestros orígenes… el silencio en cambio, la mansedumbre cómo beatitud, nos revela la verdad sobre nosotros mismos. Es más: nos revela la verdad sobre nuestros orígenes. Nos dice que, por nuestros orígenes, por nuestros orígenes en el Sacramento del Bautismo, somos hijas e hijos de Dios. Hijos que tienen una herencia. Por eso Cristo dice: “Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán, poseerán la tierra en herencia” . Nuestro Creador y Salvador nos da esta tierra como herencia, así como un Padre para con sus hijos e hijas.

Hoy en Ucrania vemos cómo el enemigo está ahuyentando en masa a los hijos e hijas de su tierra. Ayer mismo, literalmente, fuentes oficiales rusas declararon que Rusia ya expulsó, deportó de Ucrania a más de un millón de ciudadanos ucranianos. Entre ellos, casi 200 mil son niños.

Gente que es expulsada de su tierra. Niños que son privados de la tierra que les corresponde en herencia. Que se convierten en extranjeros, forasteros en tierra extraña. Pero Dios dice: “Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra”.

Pedimos hoy: Oh Señor, otórganos descubrir tu fuerza, tu gracia, tu herencia en nuestros corazones. Danos la humildad de conocer la verdad sobre nosotros mismos. Para que así podamos aceptar lo que Tú nos regalas. Porque sabemos que nuestra tierra, nuestra Patria, nuestro Estado, nos lo has regalado Tú como herencia. Por eso, queremos ser como Tú, mansos y humildes. Para poder heredar, por derecho, por derecho Tuyo, heredar la tierra que Tú, Padre Celestial, quieres regalarnos.
Oh Dios, bendice a Ucrania. Oh Dios, salva a sus hijos, ¡porque son hijos tuyos! Oh Dios, fortalece a nuestro ejército que nos protege de la muerte que nos trae al enemigo. Oh Dios, bendice a Ucrania.

La bendición del Señor y su misericordia descienda sobre ustedes por su divina gracia y amor y permanezcan ahora y siempre y por los siglos de los siglos, amén.

¡Cristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!

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Redacción Zenit

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