(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 11.05.2022).- Vincular el Papa al tópico gay en particular o al LGBT+ en general suele repercutir en una prensa que lo presenta como un Papa aperturista. Sucedió nueva y recientemente a raíz de una carta que el Santo Padre contestó a un sacerdote jesuita de los Estados Unidos, James Martin.
El 5 de mayo Martin envió una carta al Papa pidiéndole contestar a tres preguntas de entre las “más comunes que hacen las personas LGBT+ y sus familias”. El Papa accedió y envío las respuestas tres días después. El jesuita Martín, muy conocido por su activismo gay, compartió el contenido en la web Outreach Faith.
Las preguntas y respuestas fueron estas:
¿Qué diría que es lo más importante que las personas LGBT deben saber de Dios?
Papa: “Dios es Padre y no reniega de ninguno de sus hijos. Y “el estilo” de Dios es “cercanía, misericordia y ternura”. Por este camino encontrarás a Dios”.
¿Qué le gustaría que la gente LGBT supiera sobre la iglesia?
Papa: “Me gustaría que leyeran el libro de los Hechos de los Apóstoles. Allí está la imagen de la Iglesia viviente”.
¿Qué le dice a un católico LGBT que ha está experimentado el rechazo de la iglesia?
Papa: “Le haría ver que no es “el rechazo de la Iglesia” sino de “personas de la Iglesia”. La Iglesia es madre y convoca a todos sus hijos. Cfr. la parábola de los invitados a la fiesta: “justos, pecadores, ricos y pobres, etc”. Una Iglesia “selectiva”, una Iglesia de “pura sangre”, no es la Santa Madre Iglesia, sino una secta”.
La tercera respuesta fue la que encontró una especial resonancia en la prensa. Hubo quienes la contextualizaron en una oscilación de condena y aperturismo. La realidad es más bien mucho menos complicada: ¡el Papa recordó la doctrina de la Iglesia que, de hecho, es anterior a su Pontificado!
Dice concretamente el número 2358 del Catecismo de la Iglesia Católica sobre las personas con atracción hacia el mismo sexo:
“Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición”.