(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 25.05.2022).- Por la tarde del miércoles 25 se hizo pública una carta que el Papa envió a los católicos alemanes que del 25 al 29 de mayo se reúnen en Stuttgart para celebrar las “Jornadas de los Católicos Alemanes”. Ofrecemos a continuación el texto de la carta traducido al castellano:
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Saludo cordialmente a todos los que se han reunido en Stuttgart para el 102º Katholikentag para honrar a Dios y testimoniar juntos la alegría del Evangelio.
«Compartir la vida». Ese es el lema de estos días. Dios es el Creador y Artífice de toda la vida. Ha insuflado su aliento de vida en el hombre. A menudo y de muchas maneras comparte su vida divina con el hombre, y en su Hijo Jesucristo este «compartir la vida» de Dios alcanza su clímax insuperable: comparte nuestra vida terrenal para permitirnos participar en su vida divina.
Por eso desciende a lo más profundo de nuestra humanidad. A los pobres y a los que sufren se dirige su especial amor, incluso se identifica con ellos (cf. Mt 25). Así, en estos días con nuestros pensamientos estamos cerca de la gente en Ucrania y rezamos por todas las personas cuyas vidas están amenazadas y condicionadas, por todos aquellos que anhelan la plenitud de vida que sólo el Señor puede dar. ¡Imploramos su paz!
Jesús no sólo comparte algo con nosotros los hombres, sino que nos lo da todo: a sí mismo. Él da su vida por nosotros. «Después de haber amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin» (Juan 13, 1). Del mismo modo, su mandato se dirige a que no vivamos sólo para nosotros mismos, sino que dediquemos nuestra vida a Dios y al prójimo. Este regalo de la vida puede adoptar muchas formas. Pienso, por ejemplo, en las madres o padres que se dedican totalmente a sus hijos, en las muchas personas que en el servicio de la iglesia o en profesiones sociales o caritativas ponen su vida en último lugar para servir y ayudar a los demás. Incluso en las crisis actuales, gracias a Dios, podemos ver cuán grande es la voluntad de tantos de hacer sacrificios por los demás. Nadie puede salvarse solo. Todos estamos sentados en el mismo barco. Por eso es imprescindible que desarrollemos la conciencia de que todos somos hijos del único Padre, hermanos y hermanas; que todos habitamos la misma casa, que nos ha sido confiada a todos juntos; que unos viven de otros y que no podemos dejar de compartir nuestras vidas. Sólo juntos podemos avanzar. Si cada uno da lo que tiene que ofrecer, la vida de todos será más rica y hermosa. Lo que Dios nos da, nos lo da también y siempre para que lo compartamos con los demás y lo hagamos fructífero para los demás.
San Martín, patrón de la diócesis de Rottenburg-Stuttgart, es un ejemplo para nosotros en este sentido. Al compartir su capa, no sólo dio al frío mendigo el calor que le salvaba la vida, sino también el reconocimiento y el aprecio humanos. Todos los que llevan el nombre de Jesucristo están llamados a seguir el ejemplo del santo y a compartir nuestros medios y posibilidades con los necesitados. Estemos atentos a nuestro paso por la vida y muy pronto veremos dónde se nos necesita.
Por último, me gustaría mencionar otro aspecto de compartir con los demás: de hecho, no sólo todos -incluso los más pobres- tienen algo que pueden dar a los demás. También es cierto lo contrario, es decir, que todos -incluso los más ricos- carecen de algo y, por tanto, necesitan los dones de los demás. Aceptar algo de los demás es a veces más difícil que dar algo, ya que esto implica admitir la propia imperfección. Pedro tuvo que aprender por las malas a aceptar el servicio de su Maestro durante el lavado de los pies. Imploremos también la humildad de ser capaces de aceptar algo de los demás.
La Santísima Virgen María es un ejemplo de esta actitud humilde hacia Dios, que lo espera todo de él y es la condición para que nos ofrezca sus dones. Ella imploró y esperó al Espíritu Santo en medio de los apóstoles, y todavía hoy implora a nuestro lado y con nosotros este don entre los dones.
En este sentido, os incluyo de manera especial en mi oración de estos días. Por favor, no se olviden de rezar también por mí. ¡De todo corazón les deseo a todos un hermoso Katholikentag!
Traducción del original en lengua italiana realizado por el director editorial de ZENIT.