Foto: jorono

Cartas desde la guerra (día 180): medio año de invasión a Ucrania

“Como nación, somos cada vez más conscientes de que tal vez nuestro destino consista en una misión especial: ser defensores de una paz verdaderamente justa; ser evangelizadores de esta convivencia justa entre los pueblos, de una coexistencia pacífica de las naciones y los pueblos en las circunstancias actuales de la humanidad”, dice Su beatitud mons. Sviatoslav Shevchuk

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(ZENIT Noticias / Kiev, 22.08.2022).- Se cumple medio año del inicio de la invasión de Ucrania por parte del ejército ruso. Y se cumplen también seis meses en que el arzobispo mayor de los greco-católicos ucranianos escribe y mandar su carta diaria en la que además de dar noticia del parte de guerra aporta un poco de luz sobre los acontecimientos. Esa sensibilidad ha quedado evidenciada a lo largo de todo este tiempo. Y vuelve a quedar en evidencia con la comunicación remitida precisamente el día que se cumple medio año de invasión. Ofrecemos a continuación la traducción de la carta al español.

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¡Alabado sea Jesucristo!

Queridos hermanos y hermanas en Cristo, hoy es lunes, 22 de agosto de 2022, y el pueblo ucraniano ya lleva ya 180 días sufriendo esta agresión rusa a gran escala; esta guerra contra nuestro estado y contra nuestro pueblo.

Durante el último día y esta noche, una vez más nuestra tierra se ha estremecido por los ataques de misiles, de bombas, y de artillería rusa. Una vez más, muchas personas han sido asesinadas y heridas. El enemigo está tratando de atacar intensamente a nuestras tropas a lo largo de casi toda la línea del frente.

Pero las batallas más encarnizadas se libran en la provincia de Donetsk, donde el enemigo tuvo un éxito parcial y avanzó sobre la ciudad de Pisky. El enemigo también llevó a cabo ofensivas activas en el sur de nuestra patria, avanzando sobre Mykolajiv, donde también, según las noticias de la mañana, tuvo un éxito parcial. Y el método más diabólico es el de los ataques nocturnos con misiles a nuestras ciudades y pueblos pacíficos. Esta noche, de nuevo las ciudades de Kharkiv y Mykolajiv, fueron alcanzadas por misiles. De nuevo, muchas personas resultaron heridas. La sangre humana fluye como un río por la tierra de Ucrania. Pero Ucrania está en pie. Ucrania está luchando. Ucrania reza.

Y nosotros, como nación, somos cada vez más conscientes de que tal vez nuestro destino consista en una misión especial: ser defensores de una paz verdaderamente justa; ser evangelizadores de esta convivencia justa entre los pueblos, de una coexistencia pacífica de las naciones y los pueblos en las circunstancias actuales de la humanidad.

Por eso, hoy los invito de nuevo a retomar nuestro camino siguiendo la doctrina social de la Iglesia, especialmente en un tema tan dramático como es la guerra y la paz. Hoy me gustaría centrar nuestra atención en las normas y en el deber de la legítima defensa de la paz, y por tanto de la autodefensa de los estados y los pueblos, y en la obligación moral de defender a los débiles e inocentes que no pueden defenderse.

La Iglesia enseña que toda guerra de agresión es intrínsecamente inmoral. No importa cómo se intente justificar. Especialmente en las circunstancias actuales, cuando la humanidad dispone de armas de destrucción masiva de alta precisión, no puede haber ninguna justificación moral cuando un Estado o una nación, ataca a otra. Al mismo tiempo, cuando estalla la desgracia de la guerra, los dirigentes de los Estados atacados, tienen el derecho y el deber de defender a su país, incluso mediante el uso de la fuerza.

El uso de la fuerza es lícito si cumple ciertas condiciones y criterios estrictos. El daño causado por el agresor debe ser duradero, grave e innegable. Esto es lo que vemos hoy en Ucrania. Todos los demás medios que se han utilizado o podrían utilizarse para acabar con este mal han resultado imposibles o infructuosos. Hay una posibilidad razonable de éxito, y el uso de las armas no provocará problemas, desórdenes y consecuencias más graves que el mal que debe ser eliminado.

Así, vemos que el derecho a defender a todo pueblo se basa en el derecho natural de todo ser humano a defender su propia vida y la de su familia y sus seres queridos. La necesidad de protección justifica la existencia de las fuerzas armadas del Estado, que deben estar al servicio de la paz. Y quien en este espíritu defiende la seguridad y la libertad del Estado contribuye en gran medida a la construcción de la paz. Todos los miembros de las fuerzas armadas están llamados en la práctica a defender el bien, la verdad y la justicia en el mundo. Y muchos han dado su vida por estos valores y han dado su vida defendiendo a los inocentes. Por eso, el pueblo ucraniano siente un gran respeto por las Fuerzas Armadas de Ucrania, que protegen nuestro derecho a la vida; nuestro derecho a existir.

Todo miembro de las fuerzas armadas tiene la obligación moral de no ejecutar órdenes criminales que violen el derecho de los pueblos y sus principios generales. Los militares son plenamente responsables de sus acciones cuando éstas son contrarias a los derechos humanos, a los derechos de los pueblos o al derecho humanitario internacional. Tales actos no pueden justificarse por la necesidad de cumplir las órdenes de la administración.

La protección de los civiles es una tarea especial incluso durante los conflictos militares. Porque los civiles nunca son parte de los conflictos. Vemos que en Ucrania de cada diez ataques de misiles rusos o armas rusas, sólo uno está dirigido a objetivos militares, mientras que todos los demás tienen el propósito de destruir y de matar a la población civil. Esto no hace más que subrayar la inmoralidad de esta agresión rusa contra Ucrania, y los intentos de destruir a grupos enteros de personas con lenguas nacionales, étnicas o religiosas son un crimen contra Dios y contra toda la humanidad, por eso los autores deben ser llevados ante la justicia. Son precisamente estos objetivos criminales los que el agresor ruso ha proclamado como objetivo en su guerra contra Ucrania.

Pero vemos que la fuerza de la verdad siempre gana. La fuerza del bien, la fuerza de defender la paz es siempre más fuerte que la fuerza de las armas y de los planes diabólicos de un agresor injusto.

Hoy quiero agradecer especialmente el servicio heroico de nuestros capellanes militares, que en estas difíciles circunstancias de guerra están al lado de nuestros soldados y velan por sus almas. Porque precisamente a través del ministerio pastoral de los capellanes militares se hacen realidad todos estos fundamentos morales de una causa justa, de la defensa de la paz y de la defensa del propio pueblo. A ustedes, queridos padres, queridos hermanos, queridas hermanas, capellanes militares, en nombre de toda nuestra Iglesia, de la nación ucraniana y de nuestro ejército ucraniano, quiero ofrecerles mis palabras de sincero reconocimiento y gratitud, porque ustedes con su vida y con su actitud heroica son un signo visible de la presencia del Dios invisible, incluso allí donde hoy, por desgracia, reina la muerte y donde la guerra intenta arrebatar a las personas su derecho a la vida.

¡Oh Dios, bendice a Ucrania! ¡Oh Dios, bendice al ejército ucraniano! ¡Oh Dios, bendice a todos nosotros, para que podamos hacer valer el derecho a la vida y a la existencia de cada persona, para que podamos hacer valer el derecho a la existencia de Ucrania, de nuestro pueblo, de nuestro Estado, para que podamos proteger a los más débiles, a los que hoy el enemigo ha venido a matar, a robar, a echar de sus casas! ¡Oh Dios, bendice a Ucrania con la paz!

La bendición del Señor y su misericordia descienda sobre ustedes por su divina gracia y amor y permanezcan ahora y siempre y por los siglos de los siglos, amén.

¡Alabado sea Jesucristo!

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Redacción Zenit

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