Nueva Constitución chilena. Foto: La Tercera

Chile y la nueva Constitución: más allá de haber ganado o perdido la opción que cada uno manifestó

El rechazo se impuso, pero también se impuso la idea que no se puede seguir con la constitución actual y que Chile requiere avanzar en muchos frentes de cara al futuro.

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Por: Monseñor Fernando Chomali Garib

 

(ZENIT Noticias / Santiago, 05.09.2022).- Con un 62% de rechazo al borrador de nueva Constitución, el pueblo chileno dijo contundentemente no a una de las propuestas de textos constitucionales más ideologizados en la historia contemporánea. Ofrecemos una columna de opinión del arzobispo de Concepción, Chile, a raíz de estos resultados.

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Desde muy temprano se constituyeron las mesas donde los chilenos fuimos a manifestar que aprobábamos o rechazábamos la propuesta de nueva constitución que se presentó a la ciudadanía. Chile tiene una larga tradición democrática y un sólido sistema eleccionario que se extiende a lo largo y ancho del país. Es una fiesta de la democracia el hecho de ir a votar de manera libre e informada.

Este plebiscito era especial porque esta vez el voto no era voluntario sino obligatorio. Los obispos insistimos mucho respecto de la importancia de manifestarse, porque un buen cristiano es un buen ciudadano. También invitamos a mirar el futuro con esperanza, independientemente de la preferencia de los chilenos, y, por cierto, desterrar toda forma de violencia que ofusca cualquier intento de construir una sociedad más justa y fraterna.

El rechazo a la propuesta se impuso ampliamente frente a la opción apruebo. Le corresponde a los expertos en ciencias sociales y políticos sacar sus conclusiones y consecuencias. Pero lo que sí se percibía en el ambiente era una fuerte polarización del país. El rechazo se impuso, pero también se impuso la idea que no se puede seguir con la constitución actual y que Chile requiere avanzar en muchos frentes de cara al futuro. De eso están todos de acuerdo y eso es importante. El camino hacia una nueva constitución sigue y tenemos que apoyar el proceso que se viene. La Iglesia siempre contribuirá animando a los católicos y personas de buena voluntad a estar presente en la política por ser el arte del bien común y a mostrar los caminos del Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia.

Vivimos tiempos en que tenemos que mirar con mayor atención el sistema económico que ha creado mucha riqueza, pero no necesariamente ha generado igual equidad. También hay que ver de qué manera se cuida el medio ambiente que sufre con la cultura de depredación que se ha impuesto desde la revolución industrial y que ha traído tantos problemas, especialmente a los más pobres. Y, por supuesto, de una vez por todas darle a los pueblos originarios el trato que se merecen en virtud de su dignidad, de su cultura y del aporte que significan para el país, pero prescindiendo de utilizaciones políticas como se hizo en la convención, lo que fue uno de los grandes elementos que la ciudadanía repudió. Es el tiempo de mirar con más atención a los descartados de la sociedad, como lo dice el Papa Francisco insistentemente. A eso debe apuntar la nueva constitución que se va a empezar a gestar desde ahora.

Es importante que más allá de haber ganado o perdido la opción que cada uno manifestó, pensemos en Chile con una mirada más amable, más atenta a los cambios culturales que se están dando y que podamos proponer caminos donde la violencia no tenga espacio, pero tampoco la que la origina, la marginación, la inequidad, la ostentación y la indiferencia frente al pobre Lázaro que ve el banquete de un indolente Epulón.

Los católicos es mucho lo que podemos aportar en esta nueva etapa que se empieza a escribir en Chile. La fe de millones de chilenos es un pozo de sabiduría, de prudencia, de ciencia y fortaleza que puede ayudar a que la constitución que se escriba permita a que todos los chilenos tengan trabajo, puedan formar una familia, tengan una ancianidad digna y vean a sus hijos tranquilos desarrollando las destrezas, dones, talentos y destrezas que Dios les ha dado.

* El autor es arzobispo de Concepción, Chile.

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Redacción Zenit

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