(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 08.09.2022).- Tras la muerte de su madre, Isabel II de Inglaterra, el hasta hace poco príncipe de Gales ha pasado a convertirse en el rey Carlos III. Es ese también el título que ha elegido el Papa para dirigirse a él con un telegrama ante la muerte de la monarca.
A Su Majestad el Rey
Carlos III
Palacio de Buckingham
Londres
Profundamente entristecido por la noticia del fallecimiento de Su Majestad la Reina Isabel II, ofrezco mis más sinceras condolencias a Su Majestad, a los miembros de la Familia Real, al pueblo del Reino Unido y a la Commonwealth.
Me uno de buen grado a todos los que lloran su pérdida para rezar por el eterno descanso de la difunta Reina, y para rendir homenaje a su vida de servicio incansable al bien de la Nación y de la Commonwealth, a su ejemplo de devoción al deber, a su testimonio inquebrantable de fe en Jesucristo y a su firme esperanza en sus promesas.
Encomendando su noble alma a la bondad misericordiosa de nuestro Padre Celestial, aseguro a Su Majestad mis oraciones para que Dios Todopoderoso le sostenga con su gracia infalible al asumir ahora sus altas responsabilidades como Rey. Sobre usted y todos los que aprecian la memoria de su difunta madre, invoco una abundancia de bendiciones divinas como prenda de consuelo y fortaleza en el Señor.
A sus 73 años, Carlos asume la corona de una las monarquías más influyentes del mundo. Tras la muerte de la reina, automáticamente asume la corona el hijo. De este modo también quien fuese conocido hasta hace poco como «príncipe Guillermo» pasa a convertirse en Príncipe de Gales y heredero directo a la corona inglesa.
El cardenal Vincent Nichols, arzobispo de Westminster y presidente de la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales, rindió homenaje a la Reina con estas palabras:
«El 21 de abril de 1947, en su vigésimo primer cumpleaños, la princesa Isabel dijo: “Declaro ante todos vosotros que toda mi vida, sea larga o corta, estará dedicada a vuestro servicio”. Ahora, setenta y cinco años más tarde, nos sentimos desconsolados por su muerte, y muy admirados por la manera infalible en que cumplió esa declaración: “Incluso en mi dolor, compartido con tantos en todo el mundo, me invade un inmenso sentimiento de gratitud por el regalo al mundo que ha sido la vida de la Reina Isabel II”. Lo hacemos con confianza, porque la fe cristiana marcó cada día de su vida y de su actividad».
En su mensaje de Navidad del Milenio, dijo: «Para muchos de nosotros, nuestras creencias tienen una importancia fundamental. Para mí, las enseñanzas de Cristo y mi propia responsabilidad personal ante Dios proporcionan un marco en el que intento conducir mi vida. Esta fe, proclamada con tanta frecuencia y elocuencia en sus mensajes públicos, ha sido una inspiración para mí, y estoy seguro de que para muchos. La sabiduría, la estabilidad y el servicio que encarnó constantemente, a menudo en circunstancias de extrema dificultad, son un brillante legado y un testamento de su fe». «Nuestra oración es que ahora sea recibida en la presencia misericordiosa de Dios, para reunirse con su amado Príncipe Felipe. La reina Isabel II seguirá siendo, siempre, una luz brillante en nuestra historia. Que ahora descanse en paz».
Rezamos por Su Majestad el Rey, que asume su nuevo cargo mientras llora a su madre. Dios salve al Rey