apertura de la fase diocesana de la causa de beatificación y canonización de la sierva de Dios Carmen Hernández . Foto: Arquidiócesis de Madrid

Las emotivas palabras de Kiko Arguello al hablar de Carmen Hernández al inicio de proceso de beatificación

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«Acepté en la fe a Carmen como enviada por el Señor. Sufrí hasta que me di cuenta que venía de Dios, y desde ese día fue una gracia para mí», ha dicho Kiko Argüello.

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(ZENIT Noticias / Madrid, 06.12.2022).- El domingo 4 de diciembre tuvo lugar el acto de apertura de la fase diocesana de beatificación de Carmen Hernández, cofundadora del Camino Neocatecumenal. En el acto estaban presentes los otros co-iniciadores: el padre Mario y Kiko Argüello. Fue él quien dio un emotivo discurso que por su valor testimonial ofrecemos también a los lectores de ZENIT:

***

Yo, personalmente, estoy muy contento de que haya llegado este día en el que la Iglesia empieza la fase diocesana de la Causa de Beatificación y Canonización de Carmen Hernández. Doy gracias al Sr. Cardenal, arzobispo de Madrid, D. Carlos Osoro, por iniciar la investigación sobre la vida, virtudes y fama de santidad de Carmen.

El Señor nos ha unido, a Carmen y a mí, durante 52 años, en una misión de evangelización maravillosa –que comenzó en esta diócesis de Madrid-, como fruto del Concilio.

Siento como un hecho providencial, que la apertura de la Causa, coincida justamente con el año, que se conmemora el 60 aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II; porque Carmen dio su vida, por llevar el Concilio a las parroquias, a través de una Iniciación Cristiana, al servicio de los obispos, que se llama Camino Neocatecumenal.

Es sorprendente ver esta historia con hechos y con personas; una obra no hecha en una mesa de trabajo sino por la acción del Espíritu Santo. Lo que en el Concilio Vaticano II se estaba elaborando por escrito, nosotros lo vimos realizar con los pobres en las barracas de Palomeras por obra del Espíritu Santo. Hemos visto allí la aparición del Señor creando el perdón, el amor, la comunión ¡la comunidad cristiana! Tanto Carmen como yo, hemos sido testigos de la presencia de Dios en la evangelización, testigos del actuar de Dios en la Iglesia del Concilio Vaticano II. No teníamos planes ni ideas preconcebidas. Durante más de 50 años hemos podido dar testimonio de que Dios está vivo en su Iglesia.

Carmen, siguiendo las huellas de San Francisco Javier (cuya fiesta hemos celebrado ayer), nunca pensó quedarse en España, pues era como un fracaso de su ideal misionero. Pero Dios quiso que confluyéramos en Madrid, en las barracas de Palomeras Altas. Nos conocimos en 1964, a la vuelta de su histórica peregrinación a Tierra Santa. Yo me había ido a vivir a una chabola con los pobres de Palomeras.

Allí Carmen conoció la comunidad de los hermanos que se reunían en mi barraca y quedó impresionadísima de la respuesta que daban a la Palabra de Dios. Decidió quedarse a vivir con nosotros y le construimos una chabola.

Carmen vio la presencia de Jesucristo, que viene a salvar a los pecadores, a realizar el misterio de Pascua y a crear la comunión entre los pobres: Jesucristo se daba como amor gratuito para todo hombre.

Todo esto que Dios permitió, su presencia en Palomeras, fue como una tierra de cultivo que Dios tenía preparada para ponerla dentro de la Iglesia. Lo que Dios nos hizo experimentar en medio de un mundo pobre, el Espíritu Santo lo había preparado para su Iglesia.

La presencia providencial del Arzobispo de Madrid en las barracas fue lo que determinó que Carmen colaborara definitivamente conmigo. Si no hubiera sido por D. Casimiro Morcillo nosotros no hubiéramos ido a las parroquias. Será él también quien nos abra las puertas en Italia. Carmen vio en el arzobispo la presencia de la Iglesia y cambió completamente su actitud conmigo. Con la presencia de Morcillo, vio realizada la promesa que Dios le había hecho en Israel.

Cuando Carmen estaba en Israel, muchas veces se preguntaba cuál era su misión en la Iglesia y pensaba que tenía que fundar una congregación misionera. En Ein Karen tuvo la certeza absoluta, como una visión, de que Dios quería de ella algo para la Iglesia universal, que no se trataba de fundar una congregación.

Os cuento esto para que veáis, como un misterio grande del Señor, la colaboración entre Carmen y yo.

Me costó mucho aceptar a Carmen, hasta que el Señor me dijo interiormente que Carmen era una gracia grandísima, que hubiera alguien junto a mí que me dijera constantemente la verdad, que Dios la había traído con una misión. Entonces, acepté en la fe a Carmen como enviada por el Señor. Sufrí hasta que me di cuenta que venía de Dios, y desde ese día fue una gracia para mí.

¡Carmen ha sido estupenda! Una mujer extraordinaria que ha hecho mucho bien, no solo a los hermanos del Camino Neocatecumenal sino a toda la Iglesia.

¡Carmen, qué mujer maravillosa! Con un genio magistral de libertad y de amor a la Iglesia. Nunca me aduló, siempre me dijo la verdad. Fue capaz de estar detrás de mí; siempre a mi lado, para ayudarme. Nunca buscó el primer plano, nunca buscó el protagonismo. Tenía una clara conciencia de que la misión que Dios le había dado era apoyarme, defenderme y corregirme, por el bien del Camino Neocatecumenal.

Por amor a la Iglesia y a los hermanos, ha permanecido junto a mí 52 años, aunque a veces fuera difícil para ella, pero a Carmen sólo le importaba hacer la voluntad de Dios, que vio que era estar conmigo en esta Iniciación Cristiana que es el Camino Neocatecumenal.

Mujer excepcional, verdaderamente, con una generosidad enorme, se ha negado a sí misma para mostrarme a mí, no obstante las correcciones, pero estaba siempre detrás, sosteniéndome.

Es un ejemplo en liberalidad, en sinceridad, en hablar con libertad a todo el mundo; decía la verdad a los hermanos de las comunidades. Y cuando algún hermano se alejaba, le llamaba y le buscaba, como a la oveja perdida, con amor.

Fue una mujer extraordinaria, una verdadera profeta, una auténtica misionera, que ha vivido la fe en grado heroico. ¡Una mujer excepcional!, importantísima para la Iglesia, siempre en oración, enamorada de Cristo, de la Escritura y de la Pascua, y con un amor incondicional al Papa y a la Iglesia.

Juntos somos los iniciadores de un carisma, que el Señor ha inspirado en ayuda de su Iglesia. Las palabras del Papa Francisco en el cincuentenario del Camino Neocatecumenal en 2018, cuando dijo en Tor Vergata: “Sois un don del Espíritu Santo para la Iglesia”, confirman el anhelo más deseado de Carmen: que se viera que en el Camino es Dios el que está actuando, que es una obra del Espíritu Santo en la Iglesia, de la que Él mismo nos ha llamado a ser iniciadores.

En la última audiencia que nos concedió en esta año al Equipo Internacional del Camino, el Papa Francisco nos manifestó su alegría por el inicio de la apertura de la Causa.

Yo deseo que la Iglesia, en esta Causa de canonización que empieza, investigue su vida, que muchas veces era una vida crucificada, callada y sufriente, como “en una noche oscura”; también quiero que salgan a la luz sus virtudes, muchas de ellas escondidas, muchas en grado heroico. Que la Iglesia discierna sobre ello.

¡Doy gracias a Dios por haberla conocido y haber podido trabajar con ella en los “duros trabajos del Evangelio”! como dice san Pablo.

¡Carmen! ¡qué gran mujer, con una fe excepcional! ¡Qué amor tan grande ha tenido a Cristo y a su Iglesia!

Gracias.

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Redacción Zenit

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