Por amor a esa Tradición, Benedicto XVI ha sido y es un convencido e incansable promotor y defensor de la genuina interpretación y actuación del Concilio Vaticano II.
Meditaba, paseando por el jardín del seminario y en la capilla, si sería capaz de vivir el celibato, si de verdad estaba dispuesto para aceptar cualquier misión que la Iglesia le encomendara.