Vicenzo Paglia
(ZENIT Noticias / Roma, 04.07.2024).- Debemos poner la ética en el centro porque los algoritmos nunca son neutrales, son un producto, y —desde la fase de proyección— deben promover el desarrollo y no la destrucción; la inclusión y la no discriminación.
El Papa Francisco lo dejó muy claro en el G7 del 14 de junio ya solo con el título de su discurso: “La inteligencia artificial es una herramienta fascinante y tremenda”. En esta cuestión, la Iglesia ha enseñado el camino por el que transitar con el “Llamamiento de Roma por la Ética de la IA”, que la Academia Pontificia para la Vida impulsó en 2020.
Ahora hay que trabajar para que se celebre cuanto antes una asamblea general de todos los gobiernos del mundo que ponga en el horizonte la meta de que las tecnologías emergentes y convergentes estén pensadas para el desarrollo y el bien común. De hecho, el texto del “Llamamiento de Roma” —fruto del trabajo conjunto de todos los participantes— busca erigir una nueva pared de conciencia que empuje a los responsables de los asuntos públicos a regular esta tecnología.
El documento se estructura en torno a tres ejes. El primero es la ética, que recuerda el marco de valores fundamentales subyacente a la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El segundo se refiere a la educación de las jóvenes generaciones, que estarán profundamente marcadas por la disponibilidad de los nuevos recursos tecnológicos y a los que se debe garantizar un acceso sin desigualdades. Dada la velocidad de la transformación de estos instrumentos, también será necesaria una educación permanente, especialmente para aquellos que corren el riesgo de quedarse atrás. Por último, el tercer eje fundamental es el derecho.
Es imperativo traducir los principios enunciados en reglamentaciones eficaces que sean también incisivas mediante un enfoque ético desde el diseño original, es decir, que acompañe todas las etapas del ciclo de producción tecnológica. El texto aboga por el desarrollo de una algorética compartida: es decir, el estudio conjunto de las perspectivas, cómo afrontarlas y cómo abordar los problemas y las implicaciones éticas asociadas a la aplicación de los algoritmos.
Para realizar los objetivos formulados y dar algunas indicaciones más precisas sobre cómo actuar éticamente en el ámbito de la inteligencia artificial, se han puesto de relieve seis principios: la transparencia, ya que los sistemas de inteligencia artificial deben poder explicarse; la inclusión, porque hay que tener en cuenta las necesidades de todos los seres humanos para que todos puedan beneficiarse; la rendición de cuentas, para que quienes diseñan y aplican estas tecnologías procedan con responsabilidad y transparencia; la imparcialidad, es decir, evitar crear o actuar según prejuicios, salvaguardando así la equidad y la dignidad humana; la fiabilidad, porque los sistemas de inteligencia artificial deben poder funcionar de forma fiable, y la seguridad y privacidad, ya que los sistemas de IA deben funcionar de forma segura y respetar la privacidad de los usuarios.
El “Llamamiento de Roma” es una señal para que pensemos en esto. Y como explicaré en un libro dedicado a la inteligencia artificial —que se publicará en Italia en septiembre—, necesitamos un «algoritmo de la vida». Es decir, precisamos de mecanismos internos de gestión de datos que deben estar marcados por una visión ética: favorecer el desarrollo humano, no limitarlo; incluir y no discriminar. Pensemos en las extraordinarias posibilidades de tratamiento y diagnóstico que son posibles con un uso científico y juicioso de la IA. Podemos hacer diagnósticos precisos y cirugías de alta precisión. Pero estas posibilidades deben estar al alcance de todos y el acceso a los recursos debe ser compartido. Debemos humanizar la tecnología en lugar de tecnologizar lo humano.
La Academia Pontificia para la Vida trabaja en esta línea. En el pasado hemos involucrado en esta tarea no solo a empresas y universidades, sino también a religiones.
El llamamiento a una visión ética compartida fue firmada por el Gran Rabinato de Israel y el jeque Abdallah bin Bayyah, presidente del Foro Abu Dabi por la Paz. Este mes de julio en Hiroshima (Japón), los líderes de las principales religiones del mundo se reunirán para firmar el “Llamamiento de Roma a la Ética de la IA”. El acto está promovido por la Academia Pontificia de la Vida, las Religiones por la Paz Japón, el Foro Abu Dabi por la Paz y la Comisión de Relaciones Interreligiosas del Gran Rabinato de Israel.
La cita de Hiroshima refuerza la idea de que un enfoque multirreligioso de las cuestiones vitales como la ética en la inteligencia artificial es el camino a seguir. Las religiones desempeñan un papel crucial en la configuración de un mundo en el que el concepto de desarrollo vaya de la mano de la protección de la dignidad de todos seres humanos y de la preservación del planeta, nuestro hogar común. Unirse para pedir el desarrollo de la ética en el mundo de la tecnología digital es un paso que todas las tradiciones religiosas deben dar juntas.
*El autor es presidente de la Pontificia Academia para la Vida
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