(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 18.01.2025).- Por la mañana del viernes 17 de enero, el Papa Francisco recibió en audiencia a los seminaristas de otro seminario español, en este caso ahora uno andaluz: el de Córdoba. Aunque no se conoce la razón de estos encuentros exclusivos para seminaristas de diócesis españolas, el Papa Francisco ha querido iniciar el año recibiendo a los estudiantes de un nuevo seminario español más.
En la audiencia participaron, además de los estudiantes y los formadores del seminario San Pelayo y Redemptoris Mater, el obispo local, Don Demetrios Fernández. Ofrecemos a continuación la transcripción de las palabras del Papa, a las cuales siguieron, como en los encuentros con los seminaristas de Madrid, Valencia, Barcelona, Sevilla, Toledo, San Sebastián, etc., oportunidad para preguntas espontáneas y respuestas.
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Querido hermano,
queridos seminaristas y formadores:
Es para mí una gran alegría darles la bienvenida a esta casa, a la que acuden como peregrinos de esperanza en este Año jubilar. En el viaje de la vida, la esperanza la podríamos identificar como las señales que nos van marcando el itinerario.
La primera es la dirección: hacia el cielo, al encuentro definitivo con Jesús. No a las primeras posiciones, no a los sitios más cómodos, esos son callejones sin salida, que si tenemos la desdicha de embocarlos debemos salir marcha atrás con trabajo y vergüenza.
La segunda señal, los peligros en el camino. Ustedes vienen de un hermoso lugar que toma el nombre de san Pelagio y ocupa el antiguo solar del campo de los mártires. Como hizo entonces ese santo niño, en medio del dolor de una guerra, de la crueldad más indigna del ser humano, armados con el yelmo de la esperanza, se puede dar testimonio, se puede perseverar en el camino del Señor, convencidos de que Jesús los sostendrá siempre y nos dará además la fuerza de ser sembradores de esperanza.
La tercera señal, las zonas de avituallamiento. En este camino, que ahora les ha traído a Roma, a atravesar la Puerta Santa y visitar las tumbas de los apóstoles, necesitamos ser sostenidos, sentir la presencia del que es nuestra única esperanza, Jesús. Él se nos presenta como Maestro, como Señor, se nos da como alimento en su palabra y en la Eucaristía, nos repara cuando pinchamos en medio de la carretera y nos acoge cuando nos vence la fatiga y debemos detenernos a hacer una pausa. Sin esa esperanza, ponernos en camino sería una locura, pero fiados en Él no tenemos dudas de que llegaremos al puerto deseado.
Con todo, no piensen nunca que sembrar esperanza es decir palabras de cortesía u optar por un buenismo dulzón. Este camino es el camino de Jesús, que lleva a la Jerusalén celeste, pasando por la terrena, abrazados a la cruz, y sostenidos por infinidad de cirineos. Un camino en el que no se puede avanzar solo, sino en comunidad, guiando, defendiendo, asistiendo y bendiciendo a aquellos que el Señor nos dejó como tarea. Que en todo ello Jesús los sostenga y la Virgen de la Fuensanta los cuide.
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