José Enrique Oyarzún, LC *
(ZENIT Noticias / Roma, 30.04.2025).- A continuación un artículo del rector del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum sobre la actualización de la misión de las universidades católicas a la luz del pensamiento del Papa Francisco:
Introducción
El pontificado del Papa Francisco ha representado una llamada constante a repensar las estructuras eclesiales a la luz del Evangelio y de los desafíos culturales contemporáneos. Dentro de esta renovación, la universidad católica —y especialmente la eclesiástica— ocupa un lugar estratégico. No se trata sólo de conservar una herencia, sino de actualizar su misión como espacio de formación integral, de diálogo fecundo entre fe y razón, y de irradiación del Evangelio en la cultura.
A través de documentos como Evangelii Gaudium, Veritatis Gaudium, su impulso al Pacto Educativo Global, y múltiples intervenciones en encuentros universitarios, Francisco ha ofrecido una visión articulada y provocadora de la educación superior. Este artículo propone cinco grandes orientaciones transversales de ese magisterio, no como un esquema cerrado, sino como una invitación abierta al discernimiento institucional y a la renovación esperanzada.
- El Kerygma como corazón de la misión universitaria
En la Constitución Apostólica Veritatis Gaudium, Francisco propone como primer criterio de renovación “la contemplación y la introducción espiritual, intelectual y existencial en el corazón del Kerygma” (VG 4). No se trata de añadir un barniz religioso a una estructura académica neutra, sino de situar el anuncio de Jesucristo muerto y resucitado como principio formativo, horizonte intelectual y centro vital de la universidad. Desde esta clave, el saber se hace camino de conversión, y el estudio, un acto eclesial.
- La universidad como “coro”: comunión en la diversidad
En un discurso a las universidades pontificias romanas (25 de febrero de 2023), Francisco evocó la imagen del coro para hablar de la vida universitaria: “No es la escuela de la uniformidad, sino del acuerdo y la consonancia entre voces e instrumentos diversos”. Esta imagen musical expresa una teología de la comunión aplicada a la educación: saberes, disciplinas, carismas, culturas y personas, todas llamadas a afinarse mutuamente en un proyecto común. Ello requiere estructuras que favorezcan la interdisciplinariedad, el trabajo conjunto y la superación de la fragmentación institucional.
- Una formación integral: mente, corazón y manos
Francisco ha insistido en una formación que integre las tres dimensiones de la persona: la inteligencia de la mente (el saber riguroso), la del corazón (la vida interior y afectiva), y la de las manos (el compromiso práctico). Esta pedagogía integral no sólo responde a una antropología cristiana completa, sino que es condición para una verdadera transformación cultural. La universidad católica no puede contentarse con formar técnicos ni limitarse a especialistas: está llamada a educar personas sabias, capaces de unir contemplación y acción, estudio y servicio.
- El saber como servicio: una universidad en salida
Desde Evangelii Gaudium hasta su mensaje al Ateneo Pontificio Regina Apostolorum (30 de octubre de 2023), el Papa ha llamado a que el saber no se encierre en “círculos especializados”, sino que esté al servicio de la Iglesia y del bien común. Esta orientación implica una conversión misionera de la universidad: salir de sí misma, leer los signos de los tiempos, asumir los desafíos culturales y sociales con creatividad evangélica. La universidad católica, cuando vive esta dinámica, se convierte en un laboratorio de evangelización cultural.
- Educar para transformar: sembrar en tierra fértil
En el contexto del Pacto Educativo Global (2019), el Papa ha subrayado que todo cambio de época necesita un proceso educativo profundo. En esta línea, en diversas ocasiones ha descrito la misión educativa con la imagen del sembrador (cf. Jn 12,24): sembrar con esperanza, en diálogo con la realidad concreta, formando personas capaces de recomponer el tejido social desde una visión integral del ser humano. La universidad no puede limitarse a conservar conocimientos o reproducir modelos; debe ser una instancia profética, capaz de generar nuevas síntesis entre fe, ciencia, cultura y ética.
Conclusión: una tarea abierta y comunitaria
Estas cinco orientaciones configuran un horizonte común que no impone uniformidad, pero sí exige autenticidad evangélica, valentía institucional y fidelidad creativa a la misión. La universidad católica está llamada a renovarse desde el centro: Cristo vivo. Pero también desde sus márgenes: el diálogo con el mundo, el cuidado de la casa común, el encuentro con lo diverso, la atención a las periferias existenciales. Este legado de Francisco plantea interrogantes que pueden guiar un discernimiento comunitario profundo: ¿cómo garantizar que el anuncio de Cristo sea el centro real —y no solo retórico— de nuestros proyectos universitarios?; ¿estamos generando espacios reales de colaboración entre disciplinas, personas e instituciones?; ¿nuestra estructura forma personas o produce especialistas?; ¿qué lugar ocupa la oración, la fraternidad y el servicio en la vida académica cotidiana?; ¿estamos sembrando futuro, o repitiendo modelos que ya no responden a los desafíos actuales? Responder a estas preguntas no es tarea de un solo actor, ni de un momento concreto. Supone una actitud permanente de conversión institucional, alimentada por el Evangelio y sostenida por una comunidad académica viva. Solo así, la universidad católica podrá ser, en el siglo XXI, un lugar donde la verdad se busca con pasión, se vive con humildad y se ofrece con alegría.
El autor es rector del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma
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