(ZENIT Noticias / Roma, 02.05.2025).- Ofrecemos una traducción al castellano de una reflexión publicada por el cardenal Camilo Ruini, vicario emérito del Papa para la diócesis de Roma, y uno de los eclesiásticos más mesurados y apreciados por su espiritualidad y testimonio de vida personal. La reflexión la ofrece en el contexto de las Congregaciones Generales previas al inicio del Cónclave.
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Oración por la Iglesia en un futuro próximo
por Cardenal Camillo Ruini
El legado del Papa Francisco es una cuestión que interpela y sacude profundamente a la Iglesia. En estas líneas la abordaré desde una perspectiva confiada, porque está fundada en el poder misericordioso de Dios que guía nuestros pasos por el camino del bien.
Formularé cuatro deseos -que son también invocaciones- para la Iglesia de un futuro que espero muy cercano. Confío en una Iglesia buena y caritativa, doctrinalmente segura, gobernada según el imperio de la ley, internamente profundamente unida. Estas son mis intenciones de oración, que me gustaría que fueran ampliamente compartidas.
- En primer lugar, por tanto, una Iglesia buena y caritativa.El amor llevado a la eficacia de la vida es, en efecto, la ley suprema del testimonio cristiano y, por tanto, de la Iglesia. Y es de lo que la gente, también hoy, está más sedienta. Toda dureza innecesaria, mezquindad y sequedad de corazón deben, por tanto, ser eliminadas en nuestro estilo de gobierno.
- Como ha escrito Benedicto XVI, la fe es hoy una llama que amenaza con apagarse.Reavivar esta llama es, por tanto, otra gran prioridad para la Iglesia. Para ello necesitamos mucha oración, necesitamos la capacidad de responder cristianamente a los desafíos intelectuales de hoy, pero también necesitamos la certeza de la verdad y la seguridad de la doctrina. Llevamos demasiados años experimentando que si éstas se debilitan, todos, pastores y fieles, nos vemos gravemente penalizados.
- Luego está la cuestión del gobierno.El pontificado de Benedicto XVI se ha visto socavado por su falta de capacidad para gobernar, y ésta es una preocupación que se aplica a todos los tiempos, incluido el futuro próximo. De lo que se trata es de gobernar la realidad tan especial que es la Iglesia. Aquí, como he dicho, la ley fundamental es el amor: el estilo de gobierno y el recurso a la ley deben ajustarse lo más posible a esa ley, que para cualquiera es muy exigente.
- En los últimos años hemos percibido algunas amenazas -que no quisiera exagerar- para la unidad y la comunión de la Iglesia. Para superarlas, y para que salga a la luz lo que me gusta llamar la «forma católica» de la Iglesia, es decisiva, una vez más, la caridad mutua, pero también es importante despertar la conciencia de que la Iglesia, como todo cuerpo social, tiene sus propias reglas, que nadie puede ignorar impunemente.
A los 94 años, el silencio es más apropiado que las palabras. Sin embargo, espero que estas líneas mías sean un pequeño fruto del bien que deseo para la Iglesia.
Traducción del original en lengua italiana realizado por el director editorial de ZENIT.
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