(ZENIT Noticias / Roma, 25.05.2025).- La tarde del 25 de mayo, pocas horas antes de asumir formalmente su cargo como obispo de Roma con su instalación en la Archibasílica de San Juan de Letrán, el Papa León XIV realizó un gesto discreto pero simbólico que lo dijo todo: se detuvo no en una iglesia, sino en el umbral de la Ciudad Eterna.
Bajo el cálido sol romano, el pontífice nacido en Estados Unidos —cuya trayectoria misionera lo llevó desde Perú hasta la Cátedra de Pedro, y cuyas raíces se extienden por Francia, España e Italia— cruzó la Piazza dell’Ara Coeli. Allí, de pie junto a un atril de plexiglás sobre una alfombra roja adornada con el sello de la autoridad municipal de Roma, fue recibido no solo como papa, sino como romano.
Este breve homenaje cívico, una tradición centenaria, fue más que una simple parada de cortesía camino a la Basílica de Letrán. Fue, como destacó el alcalde Roberto Gualtieri en su saludo, una confirmación visible del cariño del Papa por la ciudad que ahora pastorea. Y Roma, añadió el alcalde, «corresponde a ese cariño con el espíritu generoso que ya han presenciado en estos primeros días de su pontificado».
El Papa, junto al arzobispo Edgar Peña Parra, secretario para Asuntos Generales de la Secretaría de Estado, se dirigió a las autoridades reunidas con palabras de respeto mutuo y responsabilidad compartida. «Somos colaboradores», dijo simplemente, «cada uno en sus respectivas instituciones».
Durante casi dos mil años, la Iglesia ha predicado el Evangelio en Roma y vivido su misión de caridad. Sin embargo, el breve discurso del Papa León XIII también apuntó hacia el futuro: una ciudad que acoge al mundo no solo con sus tesoros artísticos e históricos, sino también con los valores que emanan del Evangelio: hospitalidad, solidaridad, justicia y paz.
El pontífice destacó la importancia del Jubileo de la Esperanza, iniciado bajo el papa Francisco y que ahora continúa bajo su dirección. La misión de la Iglesia, recordó a sus oyentes, se extiende a los peregrinos de todo el mundo, y la labor del gobierno cívico de Roma es vital para garantizar que encuentren no solo el pasado, sino un presente vivo y acogedor.
“Que Roma”, dijo, “reconocida por la riqueza de su legado cultural y artístico, brille con la misma intensidad por su humanidad y espíritu cívico, alimentado por el Evangelio”.
El alcalde Gualtieri se hizo eco de esa aspiración, describiendo Roma como una ciudad en la encrucijada de la historia y la transformación. Con el año jubilar que trae consigo enormes iniciativas logísticas y espirituales, incluyendo un encuentro juvenil en julio de 2025 que se espera que atraiga a miles de personas, la ciudad, dijo, acepta tanto los desafíos como las oportunidades.
“Roma está lista para caminar junto a ustedes”, le dijo Gualtieri al Papa, “para ayudar a forjar un nuevo paradigma en la política, en las relaciones globales y en una sociedad más justa e inclusiva”. Habló de una ciudad atenta a las necesidades de los vulnerables, comprometida con la equidad social y abierta a redefinirse ante los profundos cambios provocados por la inteligencia artificial y otras revoluciones tecnológicas.
Al recordar el enérgico llamamiento a la paz del Papa León XIV —pronunciado no una, sino diez veces—, Gualtieri recordó a todos los presentes el profundo vínculo entre la vocación universal de la Iglesia y el papel histórico de Roma como encrucijada de pueblos e ideas. «La paz es la vocación más profunda de Roma», afirmó.
Tras su visita cívica, el Papa se dirigió a la Basílica de Letrán, catedral de Roma y madre de todas las iglesias, para tomar posesión formal de su sede episcopal. Allí, como obispo entre su pueblo, celebró la misa con los fieles de su nueva diócesis.
Su velada concluyó con una visita a la Basílica de Santa María la Mayor.
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