Las escuelas han sido a menudo blanco de ataques terroristas en Nigeria Foto: ACN

100 Niños secuestrados de escuela católica en Nigeria son liberados… aún quedan rehenes

Para las familias de Papiri, el camino hacia la recuperación apenas comienza. Los niños que escaparon o fueron liberados han regresado a casa con profundas cicatrices emocionales, y los educadores advierten que los repetidos ataques están desalentando la asistencia escolar en regiones enteras

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(ZENIT Noticias / Nigeria, 10.12.2025).- Los primeros rayos de alivio surgieron tras semanas de angustia en el centro de Nigeria tras la confirmación oficial de la liberación de cien niños secuestrados de una escuela católica en el estado de Níger. Sin embargo, la noticia, celebrada con cautela por líderes de la Iglesia y agencias humanitarias, subrayó una cruda realidad: más de cien estudiantes siguen desaparecidos, víctimas de uno de los mayores secuestros masivos que la región ha vivido en años.

El ataque se produjo antes del amanecer del 21 de noviembre, cuando un convoy armado de motocicletas y vehículos irrumpió en la Escuela Católica St. Mary, en la comunidad rural de Papiri. Testigos describieron un asalto llevado a cabo con una precisión escalofriante. Los dormitorios fueron allanados, los profesores fueron sometidos y cientos de niños fueron evacuados en cuestión de minutos. En total, 303 estudiantes y una docena de miembros del personal fueron secuestrados, según informes de la Iglesia y locales, lo que convierte el incidente en uno de los secuestros escolares más significativos desde los terribles secuestros de Chibok y Dapchi.

El gobierno de Nigeria confirmó el primer gran grupo de liberaciones el 8 de diciembre. El obispo Bulus Dauwa Yohanna de Kontagora, cuya diócesis abarca Papiri, expresó su gratitud inmediata, pero insistió en que la oración y la defensa no deben decaer mientras tantos permanezcan en cautiverio. Ayuda a la Iglesia Necesitada, la organización benéfica católica mundial que ha seguido de cerca la crisis, reiteró su llamamiento para el regreso sano y salvo de los rehenes restantes, entre ellos profesores y decenas de estudiantes que se cree se encuentran retenidos en escondites forestales.

Las autoridades no han revelado las circunstancias de la liberación de los niños, ni si las negociaciones o el pago de rescates influyeron en el incidente, una opacidad que se ha convertido en la norma en los repetidos ciclos de secuestros masivos de Nigeria. El secuestro extorsivo se ha convertido en una industria lucrativa en el noroeste y el centro del país, donde redes criminales fuertemente armadas operan con sorprendente impunidad. Los arrestos tras secuestros importantes siguen siendo poco frecuentes.

En los días posteriores al ataque de Papiri, la ansiedad de la comunidad se agudizó al surgir informes de agresiones similares en estados vecinos. Un internado femenino en Kebbi sufrió un secuestro masivo menos de una semana antes, mientras que ese mismo mes 38 fieles fueron secuestrados de una iglesia en el estado de Kwara. Aunque las víctimas finalmente fueron liberadas, la serie de incidentes ha renovado los temores de una mayor coordinación criminal entre regiones.

Los residentes locales atribuyen la violencia a las bandas armadas, conocidas generalmente como bandidos, que se han convertido en un factor clave de la inseguridad en el norte de Nigeria. Si bien el grupo extremista islamista Boko Haram suele asociarse con secuestros escolares anteriores, incluido el infame secuestro de Chibok en 2014, los analistas señalan que los perpetradores actuales son mucho más descentralizados, oportunistas y con motivaciones económicas.

Sin embargo, el recuerdo de esas tragedias anteriores permanece dolorosamente fresco. Ayuda a la Iglesia Necesitada, recordando el trauma colectivo del país, destacó el simbolismo imperecedero de Leah Sharibu, la estudiante de Dapchi que se negó a abandonar su fe cristiana cuando Boko Haram le ordenó convertirse en 2018. Fue la única estudiante secuestrada que no fue liberada, y su paradero sigue siendo desconocido. Los líderes de la iglesia volvieron a invocar su historia mientras las familias de Papiri se enfrentan a su propia y angustiosa incertidumbre.

La presión internacional también se ha intensificado. Informes en Abuja indican que el presidente estadounidense, Donald Trump, ha instado personalmente al presidente nigeriano, Bola Tinubu, a tomar medidas más contundentes y transparentes para proteger a las comunidades cristianas, que han sido blancos frecuentes en los estados del norte. Tinubu, ante una crisis de seguridad nacional que ha erosionado la confianza pública, se comprometió a perseguir a los secuestradores y a lograr la liberación de todos los rehenes.

Para las familias de Papiri, el camino hacia la recuperación apenas comienza. Los niños que escaparon o fueron liberados han regresado a casa con profundas cicatrices emocionales, y los educadores advierten que los repetidos ataques están desalentando la asistencia escolar en regiones enteras. El asalto a St. Mary’s, como otros anteriores, amenaza el frágil progreso logrado en la educación de las niñas, un sector ya de por sí afectado por barreras culturales, económicas y de seguridad.

Al caer la noche sobre las tranquilas comunidades agrícolas del estado de Níger, los padres continúan reuniéndose para las vigilias, aferrados a rosarios, Corán y pequeñas fotografías de sus hijos desaparecidos. La liberación de cien cautivos les ha dado motivos para la esperanza. Pero en un país que todavía lucha contra una violencia desenfrenada, un gobierno fracturado y una impunidad criminal, la esperanza sigue siendo una compañera frágil.

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Redacción Zenit

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