(ZENIT – 24 enero 2019).- «Es importante, hermanos, que no tengamos miedo de tocar y de acercarnos a las heridas de nuestra gente, que también son nuestras heridas, y esto hacerlo al estilo del Señor», las palabras del Papa Francisco a los 80 obispos centroamericanos, con quienes se ha reunido en Ciudad de Panamá, este jueves 24 de enero de 2019, han sido claras y rotundas, a la vez que sencillas y cercanas.
Francisco ha recordado la esencia del ministerio episcopal, y lo ha resumido en 3 puntos: Reconocimiento y gratitud; un amor con sabor a pueblo; y Llevar en las entrañas la kénosis de Cristo, que a su vez, ha detallado en: la juventud, el sacerdocio, y la pobreza.
«El pastor no puede estar lejos del sufrimiento de su pueblo; es más, podríamos decir que el corazón del pastor se mide por su capacidad de dejarse conmover frente a tantas vidas dolidas y amenazadas», ha recordado el Papa.
Abandonar la virtualidad
La kénosis de Cristo –ha expresado– implica «abandonar la virtualidad de la existencia y de los discursos para escuchar el ruido y la cantinela de gente real que nos desafía a crear lazos».
«Y permítanme decirlo», ha aclarado Francisco: «las redes sirven para crear vínculos pero no raíces, son incapaces de darnos pertenencia, de hacernos sentir parte de un mismo pueblo. Sin este sentir, todas nuestras palabras, reuniones, encuentros, escritos serán signo de una fe que no ha sabido acompañar la kénosis del Señor, una fe que se quedó a mitad de camino».
Así, ha exhortado a los obispos a promover programas y centros educativos que sepan acompañar, sostener y potenciar a sus jóvenes: “Róbenselos” a la calle antes de que sea la cultura de muerte la que, “vendiéndoles humo” y mágicas soluciones se apodere y aproveche de su imaginación, les ha animado.
Como hermanos
«Y háganlo no con paternalismo, de arriba a abajo, porque eso no es lo que el Señor nos pide, sino como padres, como hermanos a hermanos».
También Francisco ha aconsejado a los prelados a prestar especial atención a los curas: «Es importante que el cura encuentre al padre, al pastor en el que “mirarse” y no al administrador que quiere “pasar revista de las tropas”.
«Es fundamental –ha añadido– que, con todas las cosas en las que discrepamos e inclusive los desacuerdos y discusiones que puedan existir (y es normal y esperable que existan), los curas perciban en el obispo a un hombre capaz de jugarse y dar la cara por ellos, de sacarlos adelante y ser mano tendida cuando están empantanados».
Asimismo, el Pontífice ha hecho un fuerte llamamiento a conversar las raíces de los pueblos: «Vuestros pueblos no son el ‘patio trasero’ de la sociedad ni de nadie. Tienen una historia rica que ha de ser asumida, valorada y alentada. Las semillas del Reino fueron plantadas en estas tierras. Estamos obligados a reconocerlas, cuidarlas y custodiarlas para que nada de lo bueno que Dios plantó se seque por intereses espurios que por doquier siembran corrupción y crecen con la expoliación de lo más pobres».
«El mundo descarta, lo sabemos y padecemos; la kénosis de Cristo no, la hemos experimentado y la seguimos experimentando en propia carne por el perdón y la conversión. Esta tensión nos obliga a preguntarnos continuamente: ¿dónde queremos pararnos?», ha compartido con los obispo de Centroamérica.
La kénosis de Cristo es pobre
El Papa ha recordado que «sentir con la Iglesia es sentir con el pueblo fiel, el pueblo sufriente y esperanzador de Dios».
Y ha compartido una cita de Ignacio de Loyola: «la pobreza es madre y muro». Madre porque nos invita a la fecundidad, a la generatividad, a la capacidad de donación que sería imposible en un corazón avaro o que busca acumular. Y muro porque nos protege de una de las tentaciones más sutiles que enfrentamos los consagrados, la mundanidad espiritual: ese revestir de valores religiosos y “piadosos” el afán de poder y protagonismo, la vanidad e incluso el orgullo y la soberbia.