ROMA, viernes, 9 abril 2004 (ZENIT.org).- El sufrimiento de Cristo en la pasión y el sufrimiento de los hombres y mujeres de hoy quedaron unidos en el Vía Crucis que presidió Juan Pablo II en la noche de este Viernes Santo en el Coliseo de Roma.
El Santo Padre, que siguió las catorce estaciones del camino de la cruz sentado, pronunció al final unas palabras para revivir «la hora del sufrimiento desgarrador del Hijo de Dios, un sufrimiento que, veinte siglos después, sigue conmoviéndonos íntimamente e interpelándonos».
«Esta es la hora en la que a nosotros, hombres y mujeres de todos los tiempos, se nos ha donado el amor más fuerte que la muerte», afirmó el pontífice que acumulaba el cansancio de las largas celebraciones litúrgicas de las últimas 36 horas.
Cargaron con la cruz testigos anónimos del sufrimiento y las vicisitudes de la humanidad en los diferentes continentes, entre los que se encontraban una joven de Madrid, un franciscano de Tierra Santa y una religiosa de Burundi.
Además de los miles de fieles que participaron en el Vía Crucis, asistieron a la celebración millones de telespectadores a través de 64 canales de televisión nacionales e internacionales de 42 países.
Las meditaciones que sirvieron de comentario a los momentos más significativos de la pasión y muerte de Cristo fueron redactadas en esta ocasión por el padre André Louf, belga, monje cisterciense de estricta observancia, quien vive como eremita en el sur de Francia.
Describiendo los sufrimientos de Cristo, en sus reflexiones cargadas de sensibilidad y sinceridad, decía: «Desfigurado por el dolor, marcado por los ultrajes, el rostro de aquel hombre le habla al hombre de otra justicia».
«Derrotado, burlado, denigrado, aquel condenado devuelve la dignidad a todo hombre: a tanto dolor puede llevar el amor, de tanto amor viene el rescate de todo dolor», añadía el eremita en su meditación.
Juan Pablo II presidirá en la noche de este sábado la Vigilia Pascual en la Basílica de San Pedro del Vaticano. Tiene previsto, además, celebrar el Domingo de Resurrección la misa, en el mismo templo vaticano, e impartir.