VARSOVIA, miércoles, 28 abril 2004 (ZENIT.org).- Profundizar en la dimensión espiritual de Polonia y vivir coherentemente con sus valores religiosos son las claves que ofrecen los prelados del país a los fieles para afrontar con confianza el inminente ingreso en la Unión Europea.
El próximo sábado 1 de mayo la UE contará con diez nuevos Estados miembros: Eslovaquia, Polonia, República Checa, Hungría, las tres repúblicas bálticas –Lituania, Letonia y Estonia–, la república ex yugoslava de Eslovenia y las pequeñas islas mediterráneas de Chipre y Malta
«Polonia se convertirá en un Estado miembro de la Unión Europea y este acontecimiento decidirá el papel y el significado de nuestra nación en Europa durante largos años futuros»: así comienza la nota de los obispos polacos difundida en las últimas semanas con vistas a la ampliación europea, según afirma el mensaje recogido por el servicio de información «Sir».
En ella los prelados invitan a contemplar «con confianza» este paso, sin temer «la pérdida de nuestra identidad y soberanía nacional».
El compromiso de los creyentes polacos ante la ampliación será marcado por un gesto «público»: el primado de Polonia, el cardenal Jozef Glemp, ha invitado a los fieles a una jornada de ayuno, a pan y agua, en la mañana del viernes 30 de abril, como gesto de preparación espiritual al ingreso el 1 de mayo.
En el documento no faltan motivos de preocupación por el futuro del país. El antídoto a un debilitamiento de las «ricas tradiciones religiosas nacionales» consiste –según la Conferencia Episcopal polaca– en el compromiso «de profundizar la dimensión espiritual de nuestra identidad, como precondición a un fructífero diálogo en la verdad y la libertad» con los otros componentes de la UE ampliada.
Teniendo en cuenta la secularización que se va extendiendo por todo el continente, los obispos llaman a los polacos a la coherencia entre los valores religiosos y su aplicación en los diferentes ámbitos de la vida cotidiana: familia, trabajo, cultura, ciencia, economía, política.
Añaden que «omitir del Preámbulo de la Constitución europea una referencia a la tradición cristiana significa privar a Europa de uno de los elementos vitales de su identidad histórica».
El papel de los cristianos de la nueva UE se sitúa en todos los niveles, incluidos el político y económico, sin descuidar el hecho de que «no se puede olvidar que el año de cambio de 1989, inspirado por el deseo de libertad, halló la linfa vital y la fuerza de crecer en los países del centro y este de Europa a partir de una primaria motivación religiosa».
La tarea del pueblo polaco –subrayan los prelados— consiste en mostrar la propia «originalidad y diversidad», que se funda en una «identidad espiritual y una cultura heredadas de nuestros predecesores».
En un segundo documento, los cardenales y obispos polacos reflexionan sobre la «Responsabilidad de los cristianos hacia la patria». Tras hacer un llamamiento a la unidad de los creyentes en Cristo en este importante momento para la vida nacional, invitan a los ciudadanos a «no apoyar a aquellos políticos y fuerzas que promuevan valores que minan la vida y la familia».
El 95% de los más de 38 millones de polacos es católico.