¿Qué implica la obtención de células madre embrionales?

Declaraciones de la doctora Claudia Navarini

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ROMA, lunes, 6 diciembre 2004 (ZENIT.org).- La extracción de células estaminales [células madre] embrionales, movida por intereses investigadores, no sólo no conduce a éxitos en experimentos, sino que «causa directamente la muerte de los embriones», alerta una experta en Bioética.

Pero «el embrión es un ser humano, susceptible de derechos y dotado de dignidad personal», declaró a Zenit la doctora Claudia Navarini, profesora de la Facultad de Bioética del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum (Roma), alertando de qué se está hablando exactamente cuando se alude a las células estaminales embrionales.

En un editorial del pasado 24 de noviembre titulado «Estaminales requiere siempre un adjetivo», el diario italiano «Il Foglio» alertó de «un extraño síndrome que afecta a no pocos comentaristas y políticos italianos cuando se habla de estaminales», que consiste en «emparejar ritualmente a la noticia de los éxitos en estaminales adultas el anatema contra quien se opone al uso de las estaminales embrionales».

Para la doctora Navarini, este «síndrome» se manifiesta habitualmente de dos formas: «magnificar, a cada resultado obtenido con las estaminales de adulto, los resultados “posibles” con las estaminales embrionales»; y «omitir sistemáticamente el adjetivo “adultas”, dejando creer que toda investigación de éxito con las células estaminales se refiere a las embrionales».

Lo cierto es que –constata–, «mientras las estaminales embrionales no han dado resultados –por razones técnicas (y no económicas)– que son bien conocidas a la comunidad científica, la terapia con las estaminales adultas es una reconfortante realidad que va enriqueciéndose casi a diario de nuevos descubrimientos y nuevas aplicaciones».

Así lo documentó la Santa Sede ante los Estados miembros de la ONU recientemente (Cf. Zenit,
26 de octubre de 2004
).

«¿Por qué, entonces, se quiere enfatizar prácticas que causan directamente la muerte de los embriones sin ninguna “necesidad” de hacerlo, dado que tales prácticas no funcionan?».

Para la especialista la razón está en «la tendencia cultural actualmente difundida que considera al embrión un objeto de consumo, cuyas cualidades para el consumidor son adecuadamente publicitadas y perfeccionadas», incluso «las no verdaderas, como se tiende a hacer “en el mundo de las cosas”».

«El objetivo, de hecho, no es tanto usar el embrión, sino poderlo usar a placer, o sea, favorecer en toda forma su reducción a “cosa”, a producto».

Estaminales: embrionales y adultas

Aclara la doctora Navarini: «Las células estaminales embrionales se obtienen de la masa celular interna del blastocito, o sea, del embrión que tiene 5-7 días de vida y está formado por cerca de 140 células. Hay que extraerle al menos 20-30, lo que comporta inevitablemente la muerte del embrión».

La fuente de obtención de tal material «son los embriones que no se pretenden implantar en el útero –explica–, los “sobrantes”, defectuosos o declarados en “estado de abandono”» que permanecen crioconservados.

También –denuncia– «hay centros e investigadores que desean la realización de embriones con fines de investigación, esto es, embriones creados a propósito para obtener de ellos células estaminales», un objetivo para el que surgió la llamada «clonación terapéutica», «un inquietante deseo de clonación del hombre no destinada a la reproducción de “copias humanas”, sino a preparar “reservas” de células estaminales para varios usos terapéuticos».

Pero «no se trata sólo de células, como se quiere hacer creer, sino de minúsculos seres humanos programados para la destrucción», alerta la doctora Navarini.

Sin embargo, ni de los abortos espontáneos (o provocados) ni de los prematuros se obtienen células estaminales embrionales, porque en estos casos «se trata de embriones más crecidos, en los que las células estaminales son de un tipo distinto de las denominadas precisamente “embrionales”», puntualiza.

Siguiendo a la experta, «las células estaminales son células indiferenciadas, capaces de transformarse en células especializadas pertenecientes a diferentes órganos y tejidos. El grado de posible diferenciación es sin embargo variable: el blastocito de 50 células es aún totipotente, o sea, sus células están totalmente indiferenciadas, hasta el punto de que una de ellas, multiplicándose como hace el zigoto –la primera célula del nuevo organismo— puede reconstruir un individuo entero; en cambio, en el organismo ya formado, ya sea un embrión “mayor” (¡de las ocho semanas en adelante la embriogénesis está completada!), un feto, un neonato o un anciano, existen células estaminales pluripotentes –esto es, capaces de dar origen a todo tejido pero no a un individuo entero– y multipotentes, capaces de regenerar algunos tejidos».

«Ya que existe una cierta proporción entre velocidad de crecimiento corpóreo y cantidad de células estaminales, en el embrión y en el feto –que crece muy velozmente— éstas son más numerosas que en el hombre entrado en años. Todas, en cualquier caso, entran en la categoría de las células estaminales “adultas”», añade.

Por lo tanto, «las células estaminales obtenidas de los abortos espontáneos, del cordón umbilical, de la placenta o de sedes corpóreas específicas en donde se conservan toda la vida –como la sangre, los huesos, el cerebro, el páncreas— no son las tan ensalzadas estaminales embrionales, sino, insistamos, las “adultas”», aclara.

Un vistazo al panorama legislativo internacional
Con todo, la situación legislativa en tema de células estaminales varía de un país a otro, constata la doctora Navarini. «El Consejo de Europa, en la Convención de Oviedo sobre los derechos humanos y la biomedicina (1997), prohibió toda forma de clonación humana, y recalcó en la asamblea parlamentaria del pasado 23 de octubre la prohibición de constituir embriones humanos con fines de investigación», recuerda.

Pero en un «encendido clima de debate», recientemente la Unión Europea «ha aprobado indicativamente el destino de fondos para la investigación en células estaminales derivadas de embriones sobrantes, cuya producción no debe incentivarse aún», continúa. Reconoce, en cualquier caso, un «vivo desacuerdo» entre los Estados miembros. Entre los países «contrarios a la destrucción de embriones para la investigación científica están las legislaciones de Italia, Alemania, Irlanda, Rusia», mientras que «entre los países favorables a la investigación con células estaminales procedentes de embriones sobrantes están, con matices, Francia, España, Portugal, Suiza»; «Gran Bretaña y Bélgica (dentro de poco también Suecia) hasta han promulgado leyes que consienten la clonación humana con fines “terapéuticos”», cita la doctora Navarini.

En los Estados Unidos hay que diferenciar «entre la postura oficial de la administración federal y regulaciones de cada Estado, que disponen de amplia libertad jurídica» –subraya–: «el presidente Bush revocó en 2001 la financiación federal para la creación y la utilización de embriones con fines de investigación, reservándola únicamente a la investigación que emplea las líneas celulares estaminales ya existentes»; además «está en marcha una ley —Human Cloning Prohibition Act— que prohíbe toda forma de clonación humana».

En cuanto a los Estados individualmente considerados, los hay que han aprobado leyes específicas que «apartándose de las indicaciones federales, consienten el uso de los embriones crioconservados» inutilizados, como es el caso de Nueva Jersey y de Massachussets. Mediante r
eferéndum, California aprobó el 2 de noviembre la investigación en células estaminales embrionales.

«En los Estados europeos y extraeuropeos que no han legislado sobre la cuestión las posturas están diversificadas, pero se va frecuentemente en la dirección de una impunidad de las prácticas de experimentación», de forma que, «para que los embriones sean tutelados de una manera digna de un ser humano es indispensable que se activen medidas explícitamente restrictivas», alerta la doctora Navarini.

De hecho «tal inversión de tendencia requiere una acción cultural capilar que parte de las personas, esto es, de las familias, asociaciones», centros de formación, etcétera. Se trata de una labor en la que en la práctica, «todos estamos implicados» a fin de que «la lógica de lo útil deje el lugar a la lógica de la verdad y del amor», concluye.

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ZENIT Staff

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