Pope Francis greets the faithful at the Angelus of Tuesday

ANSA

El Santo Padre en el ángelus: 'No se entiende que un verdadero cristiano no sea misericordioso'

Texto completo de las palabras del papa Francisco para introducir la oración mariana 

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El papa Francisco ha rezado este martes el ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico, junto con los miles de fieles reunidos en la plaza de San Pedro para la misa de apertura del Jubileo Extraordinario de la Misericordia.                        

Estas son las palabras del Santo Padre para introducir la oración mariana:         

«Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La fiesta de hoy de la Inmaculada nos hace contemplar a la Virgen, que por privilegio singular fue preservada del pecado original desde el momento de su concepción. Incluso viviendo en el mundo marcado por el pecado, no fue tocada: es nuestra hermana en el sufrimiento, pero no en el mal y en el pecado.

Es más, el mal en ella fue vencido antes incluso de tocarla, porque Dios la ha colmado de gracia (cfr Lc 1, 28). La Inmaculada Concepción significa que María es la primera salvada por la infinita misericordia del Padre, como primicia de la salvación que Dios quiere donar a cada hombre y mujer, en Cristo. Por esto la Inmaculada se ha convertido en símbolo sublime de la misericordia divina que ha vencido al pecado. Y nosotros, hoy, en el inicio del Jubileo de la Misericordia, queremos mirar a esta imagen con amor confiado y contemplarla en todo su esplendor, imitando su fe.

En la Concepción Inmaculada de María somos invitados a reconocer la aurora del mundo nuevo, transformado por la obra salvífica del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. La aurora de la nueva creación realizada por la Divina misericordia. Por esto, la Virgen María, nunca contagiada por el pecado y siempre colmada de Dios, es madre de una humanidad nueva.

Celebrar esta fiesta implica dos cosas: acoger plenamente a Dios y su gracia misericordiosa en nuestra vida; convertirnos a su vez en artífices de misericordia mediante un auténtico camino evangélico. La fiesta de la Inmaculada se convierte en fiesta en todos nosotros si, con nuestros “sí” cotidianos, conseguimos vencer nuestro egoísmo y hacer más feliz la vida de nuestros hermanos, donarles esperanza, secando algunas lágrimas y donando un poco de alegría.

Imitando a María, somos llamados a convertirnos en portadores de Cristo y testigos de su amor, mirando sobre todo a los que son los privilegiados a los ojos de Jesús. Son aquellos que Él mismo nos ha indicado: “Porque tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver» (Mt 25, 35-36).

La fiesta de hoy de la Inmaculada Concepción tiene un mensaje específico para comunicarnos: nos recuerda que en nuestra vida todo es don, todo es misericordia. La Virgen Santa, primicia de los salvados, modelo de la Iglesia, esposa santa e inmaculada, amada por el Señor, nos ayude a redescubrir cada vez más la misericordia divina como distintivo del cristiano. No se puede entender un verdadero cristiano que no sea misericordioso, como no se puede entender a Dios sin su misericordia.  Esta es la palabra-síntesis del Evangelio: misericordia. Es la característica fundamental del rostro de Cristo: ese rostro que nosotros reconocemos en los distintos aspectos de su existencia: cuando va a encontrar a todos, cuando sana a los enfermos, cuando se sienta a la mesa con los pecadores, y sobre todo cuando, clavado en la cruz, perdona; allí vemos el rostro de la misericordia divina.         

Por intercesión de María Inmaculada, la misericordia se apodere de nuestros corazones y transforme toda nuestra vida».  

Después de la oración del ángelus el Santo Padre ha añadido:

«Queridos hermanos y hermanas, saludo a todos con afecto, especialmente a las familias, a los grupos parroquiales y a las asociaciones.

Un pensamiento especial va a los socios de la Acción Católica Italiana que hoy renuevan la adhesión a la Asociación: a ellos deseo  un buen camino de formación y de servicio siempre animado por la oración.                   

Esta tarde iré a la plaza de España para rezar a los pies del monumento de la Inmaculada. Y después a Santa María Mayor. Pido que se unan espiritualmente a mí en esta peregrinación, que es un acto de devoción filial a María, Madre de Misericordia. A Ella encomendaré la Iglesia y toda la humanidad, y de forma particular la ciudad de Roma.     

Hoy al inicio también ha atravesado la Puerta de la Misericordia el papa Benedicto, enviamos desde aquí todos un saludo al papa Benedicto. (Aplausos).

Deseo a todos una hermosa fiesta y un Año Santo rico de frutos, con la guía y la intercesión de nuestra Madre. Un Año Santo lleno de misericordia, para vosotros y de vosotros para los otros. Por favor, pidan al Señor también por mí que lo necesito tanto.

Buen almuerzo y hasta pronto».  

(Traducido y transcrito desde el audio por ZENIT)

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ZENIT Staff

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