Me han pedido colaborar en un hermoso proyecto sobre el Credo en donde, de padre de familia a padre de familia, compartimos ideas para explicar el Credo a nuestros hijos. Me ha tocado la última parte: “Creo en la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén”
Te invito a que veas los artículos anteriores:
Creo en Jesucristo su único Hijo
Creo en la Santa Iglesia Católica
¿Cómo les explicaría a mis hijos sobre estas verdades de nuestra fe de manera sencilla? Como mamá que educa en casa, he visto que cuando trato de explicarles algo importante a mis hijos, les ayuda mucho ver diagramas, dibujos, fotos, etc…
Creo en la comunión de los santos
La comunión (o “común”“unión”) de los santos (todos los que viven en la gracia de Dios) es, en otras palabras, la “gran familia de Dios”, en la que nos ayudamos y apoyamos para alcanzar el cielo. Todos estamos unidos a Jesús por un “lazo espiritual” que es la gracia santificante de Dios y que recibimos en el día de nuestro bautismo. “En efecto, todos los que son de Cristo, que tienen su Espíritu, forman una misma Iglesia y están unidos entre sí en Él” (LG 49).
La meta de nuestra vida es ¡el Cielo! Nuestros hermanos en la fe que lo han alcanzado, los llamamos santos porque han muerto “en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo” (CIC 1023); ellos forman la Iglesia Triunfante. Por eso nos dirigimos a ellos en oración para pedir su intercesión, especialmente a María nuestra Madre. Conocer sus vidas, ¡nos anima a ser santos como ellos y a aprender de su ejemplo! Leer el santo del día es una excelente forma de conocerlos y darnos cuenta de que fueron personas normales como nosotros pero que vivieron su fe de manera heroica. El símbolo que escogí para ellos es una corona, la corona de la victoria. Los santos están junto a Jesús, que es la cabeza de nuestra familia, la Iglesia.
Cuando alguien muere en estado de gracia, pero no está totalmente listo para estar en la presencia de Dios, tiene que pasar un tiempo de purificación que le permita “obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo” (CIC 1030). Estas almas forman la Iglesia Purgante porque se encuentran en el purgatorio (hablaré de esto más adelante). Nuestra Iglesia nos pide que “honremos la memoria de los difuntos” (CIC 1032) y que ofrezcamos oraciones, en particular el santo sacrificio de la Misa, para aliviar su sufrimiento y que puedan llegar al Cielo lo antes posible. También podemos ofrecer oraciones, limosnas, ayunos, buenas obras, indulgencias, etc. Pensando en la purificación, escogí para ellos el símbolo del corazón en llamas y los coloqué a medio camino hacia Jesús.
Mientras estamos en esta tierra, somos parte de la Iglesia Militante o Peregrina. ¿Por qué militante? ¿Por qué peregrina? Es militante porque cada día es como una batalla en que luchamos por ser santos y es peregrina porque estamos aquí de paso; nuestro verdadero hogar es el Cielo. Y mientras estamos aquí, además de pedir la intercesión de los santos del cielo y de interceder por las almas del purgatorio, también podemos y debemos ayudarnos unos a otros a alcanzar la santidad a través de obras de misericordia, actos de caridad, oración y sacrificios. El símbolo para esta Iglesia es el grupo de personas y es el que está más lejos de Jesús. También incluí una flecha curva para mostrar la importancia de ayudarnos mutuamente a alcanzar la santidad.
Creo en el perdón de los pecados
«Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20, 22-23). Estas palabras de Jesús resucitado a los apóstoles nos dan la certeza de que cuando nos arrepentimos y confesamos nuestros pecados en el sacramento de la Confesión, ¡nuestros pecados son totalmente borrados de nuestra alma!
En donde vivimos tenemos mucha nieve en invierno y es maravilloso ver cómo todo se ve de un blanco brillante después de que acaba de caer. Sin embargo, pasados los días, la nieve que cayó en los caminos se ensucia tanto que se hace lodo; queda oscura y sucia. Cuando se presta la oportunidad, me gusta señalarles a mis hijos esta comparación: “miren cómo queda la nieve de sucia en el camino… así se ensucia nuestra alma cuando pecamos y desobedecemos… pero Dios es tan bueno y nos ama tanto, que hace un milagro en nuestra alma cuando recibimos el perdón de los pecados a través de la absolución del sacerdote… ¡vuelve a hacerla tan blanca como la nieve! ¡Se van todas las manchas!¡Él lo puede hacer porque es Dios y para Él no hay imposibles! ¡Nunca duden de ir a confesar sus pecados!”
Nuestro catecismo nos dice que “No hay ninguna falta por grave que sea que la Iglesia no pueda perdonar. No hay nadie, tan perverso y tan culpable que, si verdaderamente está arrepentido de sus pecados, no pueda contar con la esperanza cierta de perdón… Cristo, que ha muerto por todos los hombres, quiere que, en su Iglesia, estén siempre abiertas las puertas del perdón a cualquiera que vuelva del pecado” (CIC 982)
El perdón de los pecados hace nuestra alma tan blanca como la nieve
Creo en la resurrección de la carne y la vida eterna
¿Qué es la resurrección de la carne? “La ‘resurrección de la carne’ significa que, después de la muerte, no habrá solamente vida del alma inmortal, sino que también nuestros ‘cuerpos mortales’ (Rm 8, 11) volverán a tener vida” (CIC 990) cuando resucitemos en el último día.
Cuando pienso en esta parte del Credo, me gusta imaginarme la última escena de la película “La Pasión de Cristo” de Mel Gibson. Después de sufrir viendo todo lo que pasó Jesús, cómo desgarraron su cuerpo, cómo lo torturaron y cómo quedó bañado en sangre… ¡me reconforta ver su cuerpo glorioso, transformado y perfecto saliendo de la tumba! Esta escena me llena de esperanza y me ayuda a entender que, así como Cristo resucitó, así “Dios devolverá la vida incorruptible a nuestro cuerpo transformado reuniéndolo con nuestra alma” (CIC 1016). Esta película de “La Pasión” me parece un excelente medio para hablar sobre este tema con nuestros hijos adolescentes, pero si tus hijos están pequeños, pudieras utilizar una imagen de Jesús crucificado y una de Jesús resucitado.
¿Qué es la vida eterna? La vida eterna es el estado en el que nuestras almas se encontrarán después del juicio final, en la resurrección de los muertos, para toda la eternidad. Todos moriremos y todos resucitaremos, pero «los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación» (CIC 998).
Cuando morimos, nuestra alma inmortal se separa de nuestro cuerpo de manera temporal. ¿Y a dónde va? Hay tres opciones: podemos ir al Cielo, al Purgatorio o al Infierno. Los que llegan al Cielo gozan de una felicidad completa en la presencia de Dios (Iglesia Triunfante). Los que no están perfectamente purificados, se van al Purgatorio, en donde tienen que purificar las consecuencias del pecado (Iglesia Purgante) con la esperanza de llegar al Cielo. Y los que mueren
rechazando la gracia de Dios, se van al Infierno, en donde estarán separados del amor de Dios y sufrirán el remordimiento de sus pecados eternamente. Como padres de familia, debemos hacer todo lo que podamos para que nuestros hijos alcancen la salvación. Tenemos que hablarles de estas tres opciones después de la muerte. El Infierno es real.
Conclusión
Nosotros vivimos en Estados Unidos, pero somos mexicanos. Casi toda nuestra familia vive en México. La navidad pasada, tuvimos el gran regalo de ir a México y celebrar dos grandes acontecimientos, la boda de una prima y el 50 aniversario de mis suegros. En ambas fiestas, mis hijos conocieron a muchos tíos y primos que nunca habían visto. Llegó un momento en que les pregunté: “¿qué les parece conocer a tanta familia?”… ellos me contestaron algo así: “mamá, ¡no teníamos idea de que nuestra familia fuera tan grande, no sabíamos que tuviéramos tantos primos y tíos!”. Esto puede suceder cuando nos damos cuenta de que nuestra familia no sólo está en la tierra, ¡sino que incluye a las almas que están en el purgatorio y a los santos del Cielo! ¡Nuestra familia es muy grande! ¡No estamos solos!
Dios, en su infinito amor, nos ofrece el perdón de cualquier pecado, ¡con la promesa de resucitar como Jesús y de vivir en su santa presencia para toda la eternidad en nuestros cuerpos gloriosos!
Esta última parte del Credo “Creo en la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén”, ¡me llena de alegría y de esperanza! ¡Ojalá pudiera recordar estas palabras todos los días! ¡Ojalá sepa enseñárselas a mis hijos!
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Bibliografía:
Catecismo de la Iglesia Católica