El Papa en el ángelus: 'Nuestro corazón se debe convertir al Señor'

Texto completo. Francisco pide a los fieles que recen por el éxito de sus Ejercicios con la Curia, que comienzan este domingo en Ariccia, y les regala un libro de bolsillo

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Como cada domingo, el papa Francisco rezó la oración del ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza de San Pedro.

Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo, que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice argentino les dijo:

«Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

El miércoles pasado, con el rito de las Cenizas, ha comenzado la Cuaresma y hoy es el primer domingo de este tiempo litúrgico que se refiere a los cuarenta días transcurridos por Jesús en el desierto, después del bautismo en el río Jordán. San Marcos escribe en el Evangelio de hoy: “En seguida el Espíritu lo llevó al desierto, donde estuvo cuarenta días y fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras y los ángeles lo servían” (1, 12-13). Con estas descarnadas palabras el evangelista describe la prueba afrontada voluntariamente por Jesús, antes de iniciar su misión mesiánica. Es una prueba de la cual el Señor sale victorioso y que lo prepara a anunciar el Evangelio del Reino de Dios. Él, en aquellos cuarenta días de soledad, se enfrentó a Satanás “cuerpo a cuerpo”, desenmascaró sus tentaciones y lo venció. Y en Él hemos vencido todos, pero a nosotros nos toca proteger en nuestro cotidiano esta victoria.

La Iglesia nos hace recordar tal misterio al comienzo de la Cuaresma, porque ello nos da la perspectiva y el sentido de este tiempo, que es tiempo de lucha –en la Cuaresma se debe luchar– un tiempo de lucha espiritual contra el espíritu del mal (cfr. Oración colecta del Miércoles de Ceniza). Y mientras atravesamos el ‘desierto’ cuaresmal, tenemos la mirada dirigida hacia la Pascua, que es la victoria definitiva de Jesús contra el maligno, contra el pecado y contra la muerte. He aquí entonces el significado de este primer domingo de Cuaresma: volver decididamente al camino de Jesús, el camino que conduce a la vida. Mirar a Jesús, qué ha hecho Jesús e ir con Él.

Y este camino de Jesús pasa a través del desierto. El desierto es el lugar en el cual se puede escuchar la voz de Dios y la voz del tentador. En el ruido, en la confusión, esto no se puede hacer; se escuchan sólo las voces superficiales. En cambio, en el desierto, podemos bajar en profundidad, donde se juega verdaderamente nuestro destino, la vida o la muerte. ¿Y cómo escuchamos la voz de Dios? La escuchamos en su Palabra. Por esto es importante conocer las Escrituras, porque de otra manera no sabemos responder a las insidias del maligno. Y aquí quisiera volver sobre mi consejo de leer cada día el Evangelio: cada día leer el Evangelio, meditarlo un poquito, diez minutos, y llevarlo también siempre con nosotros, en el bolsillo, en el bolso… Tener siempre el Evangelio a mano. El desierto cuaresmal nos ayuda a decir no a la mundanidad, a los ‘ídolos’, nos ayuda a hacer elecciones valientes conformes al Evangelio y a reforzar la solidaridad con los hermanos.

Entonces, entremos en el desierto sin miedo, porque no estamos solos, estamos con Jesús, con el Padre y con el Espíritu Santo. Es más, como sucedió con Jesús, es precisamente el Espíritu Santo el que nos guía en el camino cuaresmal, aquel mismo Espíritu descendido sobre Jesús y que nos ha sido donado en el Bautismo. La Cuaresma, por lo tanto, es un tiempo propicio que debe conducirnos a tomar siempre más conciencia de cuánto el Espíritu Santo, recibido en el Bautismo, ha obrado y puede obrar en nosotros. Y al final del itinerario cuaresmal, en la Vigilia Pascual, podremos renovar con mayor conciencia la alianza bautismal y los compromisos que de ella se derivan.

La Virgen Santa, modelo de docilidad al Espíritu, nos ayude a dejarnos conducir por Él, que quiere hacer de cada uno de nosotros una “nueva criatura”.

A Ella confío, en particular, esta semana de Ejercicios Espirituales que iniciará esta tarde y en la cual participaré junto con mis colaboradores de la Curia Romana. Rezad para que en este desierto, entre comillas, que son los Ejercicios podamos escuchar la voz de Jesús y también corregir tantos defectos que todos nosotros tenemos, y también hacer frente a las tentaciones que cada día nos atacan. Os pido, por lo tanto, que nos acompañéis con vuestra oración».

Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración del ángelus:

Angelus Domini nuntiavit Mariae…

Al concluir la plegaria, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el Pontífice:

«Queridos hermanos y hermanas,

dirijo un cordial saludo a las familias, a los grupos parroquiales, a las asociaciones y a todos los peregrinos de Roma, de Italia y de diversos países.

Saludo a los fieles de Nápoles, Cosenza y Verona, y a los chicos de Seregno venidos para la profesión de fe».

El Obispo de Roma explicó también el contenido de un libro de bolsillo que regaló a los fieles que asistieron al Ángelus en la plaza de San Pedro:

«La Cuaresma es un camino de conversión que tiene como centro el corazón. Nuestro corazón se debe convertir al Señor. Por eso, en este primer domingo, he pensado en regalaros a quienes estáis aquí en plaza, un pequeño libro de bolsillo titulado “Custodia el corazón”. Es este. 

Este libro recopila algunas enseñanzas de Jesús y los contenidos esenciales de nuestra fe, como por ejemplo los siete Sacramentos, los dones del Espíritu Santo, los diez Mandamientos, las virtudes, las obras de misericordia, etc.

Ahora lo distribuirán los voluntarios, entre los cuales hay muchas personas ‘sin techo’, que han venido en peregrinación. Y como siempre, también hoy aquí en la plaza, aquellos que están en necesidad son los mismos que nos traen una gran riqueza, la riqueza de nuestra doctrina, para custodiar el corazón.

Tomad un libro cada uno y llevarlo con vosotros, como ayuda para la conversión y el crecimiento espiritual, que parte siempre del corazón: allí donde se juega la partida de las elecciones cotidianas entre el bien y mal, entre la mundanidad y el Evangelio, entre la indiferencia y el compartir.

La humanidad necesita justicia, paz, amor y solo los podrán tener volviendo con todo el corazón a Dios, que es la fuente de todo esto. Tomad el libro, y leedlo».

Como de costumbre, el papa Francisco concluyó su intervención diciendo:

«Os deseo a todos un buen domingo. Por favor, especialmente en esta semana de Ejercicios, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!»

(Texto traducido y transcrito del audio por ZENIT)

© Copyright – Libreria Editrice Vaticana

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ZENIT Staff

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