Damos a conocer a nuestros lectores una entrevista realizada por el periodista Alvear Metalli, que gentilente autorizó su publicación en ZENIT, y que dará claves de lectura sobre los difíciles años 70 en Argentina, desangrada entre dictadura militar y terrorismo, y acabada en los 80 con una guerra contra Inglaterra. A continuación el texto.
Intrigas, maniobras para despistar, difamación. Hay un poco de todo en la muerte del obispo de La Rioja, Enrique Angelelli, en aquel lejano agosto de 1976. Desde hace un par de meses también hay culpables y muchas verdades recuperadas cuyo portavoz es su sucesor, Marcelo Daniel Colombo. Monseñor Colombo, 53 años, abogado por la Universidad de Buenos Aires, trabaja asiduamente en la causa de beatificación del obispo asesinado, un Romero de America del Sur.
“En este preciso momento nos encontramos en la etapa de reunir documentación”, confirma con precisión de jurista: “El juicio y la sentencia del tribunal penal es reciente y era necesario esperar que se emitiera”. Por el momento, abrirá una cátedra de Doctrina social de la Iglesia con el nombre de Angelelli, “destinada a ofrecer a los dirigentes de los partidos políticos, movimientos y actores sociales, en un clima de diálogo y de respetuosa búsqueda de la verdad, las enseñanzas sociales de la Iglesia sobre diversos temas que tienen que ver con el desarrollo de la sociedad”. Una sociedad que todavía está sacudida por el veredicto.
¿Qué ocurrió después de la condena a cadena perpetua de los dos ex oficiales del ejército, Menéndez y Estrella?
— Monseñor Colombo: El impacto de la sentencia en la sociedad ha sido fuerte, tanto en Argentina como a nivel internacional. Muchos que fueron catequistas o colaboradores en tiempos de Angelelli vivieron la sentencia con alivio. La falta de justicia sobre un hecho tan dramático era una carga muy fuerte sobre sus espaldas. Algunos sacerdotes y laicos de otras diócesis me han dicho que siempre habían pensado que había sido un accidente. Creo que esa explicación del accidente fortuito, no causado voluntariamente para eliminar al obispo, se había extendido mucho. Ahora, la justicia ha puesto las cosas en su lugar.
Sin embargo, el hecho de que se haya demostrado el asesinato no fue una sorpresa…
— Monseñor Colombo: La gente sencilla, católicos o no católicos, solo confirmaron lo que ya sabían. Una persona no olvida que el día del velatorio de Mons. Angelelli, su mamá se acercó, le puso la mano detrás de la cabeza y comenzó a decir “me lo mataron, me lo mataron”. Muchos otros recuerdan que el día del asesinato una comisión militar se apersonó en el obispado para ingresar en la oficina y dormitorio del obispo. Fueron impedidos por el entonces vicario general. ¿Qué sentido tenía, si se trataba de un accidente, irrumpir en la casa del que había sufrido un “accidente”? Por eso, hay muchos elementos para suponer que la temprana explicación del accidente casual no era verdadera, y muchos riojanos lo presentían. Por eso, que los jueces lo hayan dicho respaldados por todo el peso de una investigación, confirmó esa verdad.
Durante el juicio, que sabemos que usted ha seguido de cerca, ¿tomó conocimiento de algo que no supiera hasta ese momento?
— Monseñor Colombo: Puedo decir que adquirí mayor conocimiento, y por lo tanto mayor consciencia, del clima de persecución que vivía en aquellos años la Iglesia riojana. Escuché testimonios y pude ver pruebas muy significativas en ese sentido.
¿Algo en particular?
— Monseñor Colombo: Me impactó mucho la reconstrucción testimonial del accidente provocado para eliminar a monseñor Angelelli. Me conmovió conocer mejor el sufrimiento de este hombre en los instantes finales de su vida.
¿Se refiere al sufrimiento físico?
— Monseñor Colombo: Sí; había leído algunos resúmenes al respecto, pero escucharlo decir en una sala de audiencia produce un impacto muy fuerte. Pero, sobre todo, me refería al sufrimiento moral que vivió el obispo en los últimos tiempos con la persecución evidente de la que era víctima, la incomprensión y la muerte de sus colaboradores cercanos. El P. Carlos (Murias) era un joven religioso muy vinculado a Mons. Angelelli, el laico Pedernera concretaba, con su vida laboriosa de coperativista, la opción pastoral del obispo en vistas a desarrollar un modelo distinto.
Sabemos que la muerte de Angelelli fue precidida por el asesinato de dos sacerdotes y un laico, y que su antecesor, monseñor Rodríguez, inició la causa de beatificación. ¿Qué se ha hecho concretamente hasta ahora?
— Monseñor Colombo: La causa de los padres Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville, así como la del laico Pedernera, se encuentra en la etapa diocesana, a punto de concluir. Se están terminando de recoger testimonios. Falta la evaluación de esta información que harán los peritos judiciales diocesanos que instruyen la causa. Apenas se complete esa fase, yo, como obispo, deberé hacer la presentación final y elevar la causa a Roma.
¿Se han producido demoras?
— Monseñor Colombo: En términos generales, no; la causa avanza rápida y eficazmente. Es verdad que el cambio de obispo, y la natural transición que se verifica en estos casos, la ha demorado un poco, pero ya estamos entrando en la recta final.
¿Y la causa de Angelelli en qué fase se encuentra actualmente?
— Monseñor Colombo: Estamos en la etapa preliminar. El juicio y la sentencia del tribunal penal es reciente y era necesario esperar que fuera emitida.
¿Y ahora?
— Monseñor Colombo: Ahora tenemos que recolectar toda la documentación producida por monseñor Angelelli en el curso de su vida. Los textos como obispo de La Rioja están. Pero antes fue sacerdote, rector de seminario y obispo auxiliar de Córdoba. Todos los escritos de una persona de la que se inicia la causa de beatificación, deben ser reunidos y evaluados; después de ser aprobados hay que solicitar la opinión de la Conferencia Episcopal Argentina. En este momento nos encontramos en la etapa de recolectar los documentos.
Durante los gobiernos del matrimonio Kirchner se reabrieron viejos procesos contra militares involucrados en la violación de derechos humanos y se iniciaron otros nuevos. ¿Qué piensa al respecto?
— Monseñor Colombo: Es difícil expresar sintéticamente un parecer sin aludir a todo lo que ha vivido y está viviendo el país desde los años ’70. Los juicios se habían interrumpido prematuramente con las leyes de “obediencia debida” y de “punto final” de la época de Alfonsín, así como los indultos de Menem eliminaron las sentencias ya pronunciadas sobre los jefes militares. Todo esto significó un gran retroceso para nuestra sociedad. La anulación de estos indultos y la tramitación de las causas que se habían interrumpido o se habían dejado de instar por estas leyes, significó retomar un camino necesario hacia la verdad, garantizado por los tribunales de justicia argentinos.
¿Hay otros procesos referidos a la muerte o desaparición de religiosos?
— Monseñor Colombo: No tengo noticias a este respecto. Sé que la causa canónica de los religiosos palotinos asesinados el 4 de julio de 1976 se había puesto en marcha hace algunos años, pero no tengo precisiones. Un obispo amigo, con una gran actividad pastoral en aquellos años en la Argentina, me decía que hay numerosos cristianos entre los desaparecidos o asesinados, cristianos de a pie que lo dieron todo por el Reino de Dios. Merecería, me decía este obispo de más edad que yo, que a nivel de Iglesia en Argentina se hiciera una investigación más detallada que arroje luz sobre tantas vidas entreg
adas por amor al Evangelio de Jesucristo.
Hay quienes dicen que no es bueno echar sal sobre las heridas abiertas, que el país necesita reconciliación, concordia y entendimiento en un momento difícil, lleno de desafíos; pensemos solamente en el reciente default o de todos modos en la imposibilidad de pagar las deudas contraídas en su totalidad…
— Monseñor Colombo: Personalmente estoy convencido de que son necesarias tanto la verdad como la justicia para poder vivir en paz. Pero también es importante identificar bien los desafíos que enfrenta la sociedad argentina para poner a punto instrumentos de diálogo entre los diversos sectores y proponer una aproximación que apunte a realizar consensos comunes.
¿Puede haber justicia y reconciliación al mismo tiempo en la Argentina de hoy?
— Monseñor Colombo: No debemos perder la esperanza. Hay que generar espacios para favorecer un diálogo inteligente que conjugue la verdad sobre lo que ha ocurrido, el conocimiento de los desafíos de nuestro tiempo y la búsqueda en común de caminos de inclusión.
¿En qué piensa?
— Monseñor Colombo: Pienso que debemos recuperar la cultura del trabajo así como la formación y la renovación de dirigentes; creo también, junto con todos mis hermanos obispos, que debemos adoptar medidas urgentes en el tema del narcotráfico, la trata de personas y los juegos de azar. No son temas menores, se han instalado con fuerza entre nosotros y amenazan gravemente nuestra misma existencia como sociedad civil.