(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 17.03.2022).- En ocasión del Capítulo General, el Papa recibió en audiencia a los agustinos recoletos la mañana del jueves 17 de marzo en el Vaticano. En el discurso que les dirigió, que giró en torno a dos aspectos de san José, protector de la Orden, el papa destacó que todo consagrado está llamado a tener corazón de Padre. También subrayó el aspecto de la valentía creativa y fue ahí donde interpeló a los presentes acerca de una pregunta posiblemente incómoda pero oportuna y bien presentada: la del futuro de la Orden.
Actualmente los agustinos recoletos son unos 900 y se dividen en cuatro provincias que abarcan República Dominicana, Inglaterra, Perú, México, Guatemala, Venezuela, Brasil, Estados Unidos, China, Argentina, Filipinas, Panamá, Italia, Costa Rica, Taiwán, Sierra Leona, Chile y Cuba.
Ofrecemos a continuación la parte principal del discurso del Papa. Como se mencionó ya, la pregunta acerca del futuro de la orden está en el segundo apartado.
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Un corazón de Padre
En primer lugar, me gustaría que tengamos presente que todo consagrado, todo religioso, todo sacerdote está llamado, como José, a tener un «corazón de padre», es decir, un corazón inquieto que se desvela por amar y cuidar a los hijos e hijas que le han sido confiados, especialmente a los más frágiles, a los que sufren, a los que no han tenido experiencia del amor paterno; y los lleva a no descansar hasta que estos hermanos y hermanas nuestros estén en el encuentro con el Señor, y así todos puedan tener una vida abundante, como dice el texto que ilumina vuestro Capítulo.
Pero, atención, no olvidemos que no podemos ser verdaderos padres sin experimentar el ser hijos, hijos del Padre celestial, Él sabe lo que nos hace falta y Él nos llama. No dejemos de acudir a Él cada día con confianza. Él nos escucha, escucha los deseos y necesidades de nuestro corazón, y nos indica el camino a seguir.
La valentía creativa
En segundo lugar, otra característica de san José que me gustaría destacar es la «valentía creativa». No son tiempos fáciles, lo sabemos. No lo fueron tampoco para José. Él se fio de Dios, confió plenamente, y ofreció todas sus capacidades, su talento, su habilidad para servirlo. Y Dios se fio de José, y le dio su gracia para poder llevar adelante la misión que le encomendaba. Así a nosotros hoy, como en el día de nuestra consagración, nos hará bien llevar al altar todo lo que somos, y dejar que el Señor lo transforme en una «ofrenda viva, santa y agradable» (Rm 12,1). Y, después de esta oblación, salir a la misión con confianza, con valentía, con creatividad. Él está con nosotros, camina a nuestro lado y nos ayuda a tomar decisiones.
Hay una cosa que dijo el Prior general que sucede en todas partes, en todas las diócesis, en todas las congregaciones religiosas, pero porque es tan general, no podemos dejarla pasar como si no nos sucediera a nosotros, tenemos que hacernos cargo de lo que nos sucede. Él dijo de ocho provincias que ahora son cuatro.
Quiere decir que, en cuanto a números, vamos barranca abajo. Y esta es una realidad que no podemos obviar. Hay miles de explicaciones: que los jóvenes hoy no ven clara la cosa, que hay menos jóvenes que antes —evidentemente, el índice de natalidad…— que Europa y América no dan lo que daban antes de vocaciones, que habrá que buscar otras culturas y buscar en otro lado, y así todo lo que ustedes quieran.
Pero hay una pregunta que nos tenemos que hacer: mirar al futuro, proyectar la edad que tienen ustedes ahora, y decir: ¿de cuatro serán dos provincias nada más? No tengan miedo de hacerse la pregunta. El día que no haya más agustinos recoletos, el día que no haya vocaciones sacerdotales suficientes para todos, el día que, el día que, el día que venga ese día, ¿hemos preparado el laicado, hemos preparado a la gente para que siga con la pastoral en la Iglesia? Y ustedes, ¿han preparado gente que siga con vuestra espiritualidad que es un don de Dios para que la lleven adelante? Yo no me atrevo a ser profeta y decir lo que pasará. A mí me inquieta, me preocupa. Confío en el Señor, pero también tengo que decir estas cosas: preparémonos para lo que va a pasar, y entreguemos nuestro carisma, nuestro don a quien lo puede llevar adelante. Por favor no remendemos las cosas que no se pueden remendar porque se nos impone una cultura. Sí mantengamos firme el carisma, mantengamos firme esa consagración de vida que tenemos, eso sí, pero no nos hagamos ilusiones. Y sigamos con la oración, que el Señor mande vocaciones, pero que también nos prepare para entregar nuestro don cuando seamos menos, a quien pueda colaborar con nosotros. El Señor es bueno, nos va a dar la consolación necesaria para tomar esas decisiones. Pedir la gracia de saberlas tomar a tiempo y como quiere el Señor, no como cualquier sociólogo o psicólogo nos pueda decir, no: lo que quiere el Señor.
Los animo a seguir adelante, con confianza en la promesa del Señor, y para llevar adelante esta misión que Dios nos encomendó.