La Universidad Católica de Chile. Foto: El Nuevo Mexicano

Revisitar Ex Corde Ecclesiae. Mensaje a las Universidades Católicas y a la sociedad

La Universidad Católica comparte entonces con las demás universidades la búsqueda de la verdad y su comunicación en todos los campos del conocimiento. Sin embargo, en tanto católica, su tarea particular reside en unificar en este trabajo dos realidades: la búsqueda de la verdad y la certeza de conocer la fuente de la verdad.

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Por: Ignacio Sánchez D. (rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile)

 

(ZENIT Noticias – Humanitas / Santiago de Chile, 14.05.2022).- La permanente reflexión de la misión de las universidades católicas es necesaria con el objetivo de ver su presencia y aporte en la sociedad en que vivimos, acorde a los cambios que se nos presentan. Por ello, es importante revisitar la Constitución Apostólica Ex corde Ecclesiae de san Juan Pablo II sobre las universidades católicas. En estas páginas, se intenta recorrer su principal mensaje y dar líneas en torno a su vigencia y actualidad en el compromiso de nuestras instituciones en la sociedad en que nos desarrollamos.

“Nacida del corazón de la Iglesia, la Universidad Católica se inserta en el curso de la tradición que se remonta al origen mismo de la Universidad como institución, y se ha revelado siempre como un centro incomparable de creatividad y de irradiación del saber para el bien de la humanidad” [1].

Con estas palabras comienza la Constitución Apostólica de S.S. san Juan Pablo II sobre las universidades católicas, promulgada en 1990. Se destaca que su rol no es asunto de propiedad ni de dependencia, sino de participación en la misión de la Iglesia. Ex corde Ecclesiae ha sido una suerte de “envío” hecho a las universidades católicas, el que se arraiga no en un vago y genérico ser universitario, sino en que la manera auténtica y plena de ser Universidad Católica brota esencialmente del propio corazón de la Iglesia.

Puntualiza este documento que nuestra época tiene necesidad urgente de esta forma de servicio desinteresado, el de “proclamar el sentido de la verdad” (n. 4), valor fundamental sin el cual desaparecen la libertad, la justicia y la dignidad del hombre. Este debería ser el papel de todo proyecto universitario; sin embargo, una universidad católica debe tomar el desafío en forma prioritaria, ya que su inspiración y sentido de misión cristiana le plantea la obligación de valorar las conquistas de la ciencia y de la tecnología en la perspectiva global del ser humano. De esta forma, las universidades católicas deben tener una continua renovación “tanto por el hecho de ser universidad como por el hecho de ser católica” (n. 7) y hacer realidad el deseo de Ex corde Ecclesiae respecto de que en la Universidad hay que “aprender a razonar con rigor, para obrar con rectitud y para servir mejor a la sociedad” (n. 2).

Así, debido a su misión fundacional, la Universidad Católica se constituye en un aporte vital a la Iglesia para su misión de evangelización, por medio de la investigación realizada a la luz del mensaje cristiano, de los nuevos descubrimientos al servicio de las personas y de la sociedad; la formación dada en un contexto de fe, que prepara personas capaces de tener un juicio racional y crítico y conscientes de la dignidad trascendental de la persona humana (n. 49).

Por esto, las universidades católicas deben realizar todos los esfuerzos necesarios para poder formar una comunidad auténticamente humana “animada por el espíritu de Cristo” (n. 21), lo que le da a la institución su carácter distintivo. Como resultado de este trabajo, la comunidad universitaria se anima por un “espíritu de libertad y de caridad” (n. 21) que se caracteriza por el respeto recíproco, el diálogo constante y los derechos de cada uno de sus miembros.

Debemos resaltar que la Constitución Apostólica trata de buscar una síntesis entre la tradición sapiencial y la de las ciencias empíricas. En la dimensión sapiencial, define para la Universidad una vocación de servicio en relación con las personas y con la sociedad. El fin que reúne libremente a profesores y estudiantes, dice, es el “gozo de buscar la verdad, de descubrirla y de comunicarla en todos los campos del conocimiento” (n. 1). Agrega también que “nuestra época tiene necesidad urgente de esta forma de servicio desinteresado que es el de proclamar el sentido de la verdad, valor fundamental sin el cual desaparecen la libertad, la justicia y la dignidad del hombre” (n. 4).

Rol público 

El concepto del rol público ha estado siempre presente en las universidades católicas. Es una función que se expresa a través del proyecto educativo: en su calidad, en la investigación y creación de nuevo conocimiento, y en el compromiso de la institución con la sociedad. La función pública en las universidades católicas viene desde sus orígenes. Las primeras universidades en Europa, y en particular aquellas que surgieron a partir de la Iglesia en centros monásticos –creadas para el estudio del Derecho, la Medicina y la Teología–, tuvieron un papel muy importante en el desarrollo de la enseñanza y el saber. Junto con promover la generación de nuevo conocimiento, estas instituciones –iluminadas por la fe– buscaban cultivar el espíritu acercando al hombre a la verdad y logrando influir en las instancias de poder de la sociedad.

En su recordada visita a nuestra universidad en 1987, san Juan Pablo II nos llamó a “promover una cultura de la solidaridad que abarque la entera comunidad” [2]. Así también se dirigió a los miembros de la Universidad como “constructores de la sociedad” cuyo deber, dijo, es el de “ensanchar y consolidar una corriente de solidaridad que contribuya a asegurar el bien común”[3]. Sus palabras, desde esa fecha, resuenan constantemente en nuestra comunidad.

La Universidad Católica comparte entonces con las demás universidades la búsqueda de la verdad y su comunicación en todos los campos del conocimiento. Sin embargo, en tanto católica, su tarea particular reside en unificar en este trabajo dos realidades: la búsqueda de la verdad y la certeza de conocer la fuente de la verdad. Su objetivo es pues garantizar una presencia cristiana en el mundo universitario frente a los grandes problemas de la sociedad y de la cultura.

Es decir, una universidad católica, junto con formar e investigar –funciones propias de toda universidad–, en su cualidad de católica suma a esta tarea la inspiración del mensaje cristiano. Así lo señala la Constitución Apostólica: “siendo al mismo tiempo universidad y católica, ella debe ser simultáneamente una comunidad de estudiosos, que representan diversos campos del saber humano, y una institución académica, en la que el catolicismo está presente de manera vital” (n. 14). Esta es nuestra identidad y nuestro camino para seguir en nuestro permanente desarrollo institucional.

El Doctor Scientiae et Honoris Causa y profesor del Instituto de Sociología de nuestra universidad, Pedro Morandé, señala que la Universidad tiene una responsabilidad muy grande, porque su autoridad “no surge de algún privilegio que la sociedad le haya concedido, ni de ninguna disposición legal o administrativa, sino del solo hecho de ser una universidad rigurosa, que tiene una calidad humana e intelectual de la consagración de sus miembros a la búsqueda de la verdad” [4]. Es decir que cuando el trabajo de una universidad está orientado por un interés superior, este adquiere confiabilidad. Junto a lo anterior, añade que tener presentes los criterios que determinan el valor de una cultura –según lo expresa la Constitución Apostólica–, como son el significado de la persona humana, su libertad, su dignidad y su sentido de la responsabilidad y, en especial, la apertura a la trascendencia, constituye el servicio más importante que la Universidad puede prestar al desarrollo de una cultura. Este sin duda es uno de los aspectos fundamentales del compromiso público de la Universidad Católica con el desarrollo del país [5].

Servicio a la sociedad

Respecto del servicio a la Iglesia y a la sociedad, la Constitución Apostólica señala que, como cualquier otra universidad, la Católica está inmersa en un entorno social y, por lo tanto, para llevar a cabo su servicio a la Iglesia deberemos ser instrumento de un progreso cultural orientado a las personas y para la sociedad en conjunto. Hoy, a más 30 años desde su promulgación, el mensaje de Ex corde Ecclesiae cobra particular fuerza en la definición, las características y las tareas que se propone respecto de las universidades católicas. Sin ambigüedades, la Constitución Apostólica escribe esta misión de servicio como la búsqueda de caminos a la luz de la fe para avanzar en el logro de una mejor calidad de vida para las personas de nuestra sociedad.

En esta misión pública que se nos mandata, se nos pide dar especial prioridad a la evaluación, desde el punto de vista cristiano, de los valores y normas que dominan la sociedad y la cultura moderna, y a la comunicación de los principios éticos y religiosos que dan pleno significado a la vida humana. De allí que la investigación que se realiza en una universidad católica deberá tratar y abordar los problemas contemporáneos. En estos, por supuesto se incluyen la dignidad de la vida humana, la promoción de la justicia para todos, la calidad de vida personal y familiar, la protección de la naturaleza, y la búsqueda de la paz y la estabilidad política, entre otros. Junto con los anteriores, se busca también propiciar una distribución más equitativa de los recursos y un ordenamiento político que esté al servicio del ser humano. Todos estos temas están siendo debatidos en el análisis de nuestra Carta Fundamental, por la Convención Constituyente. En esta tarea la Universidad Católica, es decir, sus autoridades y académicos, deberán ser valientes para expresar verdades a veces incómodas, pero necesarias para el bien común de la sociedad. En suma, es un mandato irrenunciable.

Por lo expuesto, las universidades católicas, fieles a su misión, son responsables entonces de contribuir al progreso de la sociedad en la que operan. De allí que nuestras instituciones busquen establecer una relación de colaboración con la sociedad y el Estado: un diálogo permanente con lo que ocurre en el país para dar respuesta a sus necesidades a través de soluciones efectivas que nos lleven a la construcción de una sociedad más justa, en que el foco sea la dignidad y el respeto por la persona. En palabras del rector Juan de Dios Vial, “nadie podría decir que los ideales planteados en esta Constitución se estén cumpliendo plenamente. Pero ellos están propuestos, como un llamado a la conciencia individual y colectiva. Y nadie podría sustraerse de este esfuerzo” [6].

Es importante recalcar que este diálogo supone el completo respeto de la autonomía universitaria, aspecto fundamental de preservar, y para lo cual sus autoridades presentes y futuras cumplen un rol insustituible. Así también, esta autonomía viene en conjunto con la libertad académica, esencial en todo proyecto universitario. Es con este objetivo que Ex corde Ecclesiae recomienda la interdisciplinariedad, apoyada de manera fundamental por la contribución de la Filosofía y la Teología, puesto que es de vital ayuda a los estudiantes para adquirir una    visión orgánica de la realidad.

Las palabras del Papa Francisco en su visita a Chile han sido muy importantes en este sentido; lo mencionó en su discurso en la Casa Central de nuestra Universidad en enero 2018:

“La comunidad está desafiada a no quedarse aislada de los modos de conocer; y así también a no construir conocimiento al margen de los destinatarios de estos. Es necesario que la adquisición de conocimiento sepa generar una interacción entre el aula y la sabiduría de los pueblos. El conocimiento siempre debe sentirse al servicio de la vida y confrontarse con ella para poder seguir progresando” [7].

El Papa nos invitó, también en esa oportunidad, a que las universidades nos transformáramos en “verdaderos laboratorios al servicio de la sociedad” [8] para poder iluminar a la sociedad desde nuestras instituciones. Esta es quizás una de las más desafiantes propuestas que podemos recibir para realizar desde nuestras instituciones, pues significa un gran desafío y responsabilidad de compromiso público y de poder censar las necesidades de una sociedad en constante transformación. De este modo, la formación, la transferencia de nuevo conocimiento y la entrega de propuestas concretas desde la Universidad a la sociedad constituyen un valioso y particular aporte a la discusión y formulación de políticas públicas.

En la actualidad, considerando los grandes desafíos que enfrenta el país –en especial desde el estallido social y en el enfrentamiento de esta grave pandemia que nos afecta por ya más de dos años–, el rol público de la Universidad Católica ha quedado de manifiesto y de manera muy patente frente a nuestra sociedad. Esta tarea se ha presentado en la forma en que la Universidad interactúa con el sistema universitario nacional e internacional, se compromete con la salud y la educación de nuestra población, con las políticas económicas y sociales, con la colaboración con los municipios, y en especial, con la dedicación y mirada puesta en la situación de las personas con mayor pobreza y vulnerabilidad. Este es nuestro rol de aporte y servicio público, el que desarrollamos desde nuestra propia identidad con responsabilidad y sentido de misión evangelizadora. En los últimos dos años, por los difíciles tiempos que ha vivido el mundo y en especial nuestro país, se presenta y renueva en toda su magnitud el mensaje de Ex corde Ecclesiae a las universidades católicas, en el que se destaca el rol y relevancia que se espera de nuestras instituciones. La Universidad abre sus puertas y ventanas para recoger el sentir de la sociedad y en especial para entregar un aporte original y generoso en servicio al bien común de la sociedad.

El aporte original 

El carácter católico debe inspirar todo nuestro quehacer universitario. Al ser al mismo tiempo universidad y católica, dice el Papa, “ella debe ser simultáneamente una comunidad de estudiosos, que representan diversos campos del saber humano, y una institución académica en la que el catolicismo está presente de manera vital” (n. 14). La integración de las ciencias debe ser complementada por la Filosofía y la Teología, en una reflexión sobre las implicancias éticas o morales y con un diálogo entre fe y razón. El estudio de la Teología contribuye a que las otras disciplinas encuentren un significado más allá de sus propios métodos (n. 19).

Así, la misión de la Universidad Católica debe considerar dentro de su misión tres aspectos muy importantes: la existencia de una pastoral, la promoción del diálogo intercultural y la evangelización de la sociedad. De esta forma, todas sus actividades fundamentales, como son la investigación, la enseñanza, la formación profesional, el diálogo cultural y el cultivo de la Teología, deben vincularse y armonizarse con la misión evangelizadora de la Iglesia. Debemos señalar que algunos desafíos de la Universidad Católica comprenden la integración y colaboración entre disciplinas; el servicio del enfoque teológico para que cada disciplina busque su significado; el beneficio que los hallazgos de la investigación deben producir para las personas; y el diálogo con la cultura, entre otros. Con estos lineamientos es preciso trabajar para que todo el proceso educativo de la universidad esté orientado al desarrollo integral de la persona (n. 20).

En su texto, la Constitución Apostólica destaca además algunos de los aspectos que considera más urgentes para el servicio a la sociedad. Es así como llama a investigar los temas con profundidad y rigor en cuanto a sus causas y efectos, sin descuidar su dimensión religiosa y moral, tarea crítica que solo la Universidad es capaz de asumir, dada la posición que tiene en la sociedad. En nuestro caso, este posicionamiento y valoración deriva solo del hecho de ser una universidad rigurosa y que tiene un pensamiento científico serio respaldado no solo por datos empíricos, sino por la calidad humana e intelectual de la consagración de los miembros de la comunidad universitaria a la búsqueda de la verdad. De esta forma, la Universidad debe perseverar en la búsqueda del equilibrio entre la tradición sapiencial de la razón y su racionalidad humanista y científico-tecnológica, para bien de la sociedad que la acoge.

El Papa Francisco nos pide “hacer de la Universidad un espacio privilegiado para practicar la gramática del diálogo que forma encuentro”[9]. Guiados siempre por la caridad y la verdad, se podrá promover y desarrollar la empatía, la gratuidad, la inclusión, el respeto, la equidad de género, el diálogo intergeneracional, la tolerancia activa, la sustentabilidad y el compromiso ciudadano y público. De esta manera, la educación integral debe formar en la reflexión filosófica-ética y preparar para asumir y enfrentar discernimientos éticos. Así, la integridad académica es un desafío, e implica actuar con los valores de la honestidad, confianza, justicia, respeto y responsabilidad en el aprendizaje, la enseñanza y la investigación[10]. La formación en integridad académica es una oportunidad para la formación moral y ética durante la vida universitaria que luego dará frutos en el ejercicio de la vida ciudadana. La formación integral es la manera de responder al llamado que nos hace el Papa Francisco, en el sentido de ofrecer una “educación que integre y armonice el intelecto, los afectos y las manos” [11].

La identidad católica de la Universidad Católica

Nuestra universidad se caracteriza por ser una comunidad que, en ejercicio de la libertad de enseñanza y de modo riguroso, racional y crítico contribuye a la expansión y difusión del conocimiento universal y particular de cada disciplina, así como a la formación científica y profesional, a través de estudios de pregrado, postítulo y posgrado. Lo hace a partir del respeto y la promoción de la dignidad humana y de la herencia cultural cristiana a través de la investigación, la enseñanza, la extensión y servicios que ofrecen a las comunidades. De esta manera, participa de la obra evangelizadora de la Iglesia Católica proyectando los valores cristianos en la sociedad y dando testimonio de la fe, de la visión occidental cristiana del hombre y la sociedad y de los principios que la animan, a través de las actividades que emprende.

Con estas características, se presenta a la sociedad con una inspiración y misión cristiana compartida por la comunidad universitaria, que la lleva a proclamar valores como la caridad, la solidaridad y el trabajo profundo y responsable. Se considera el saber como la expresión de una vocación, con el gozo de acercarse a la verdad y, por tanto, la necesidad de comunicarla a los demás. Lo anterior se complementa con la fidelidad al mensaje cristiano con plena conciencia de la responsabilidad de contribuir a la búsqueda del Bien Común de la sociedad en que se desenvuelve. La institución está enmarcada y dirigida por un espíritu de libertad y caridad, por el respeto recíproco entre las generaciones y miembros de su comunidad, por el diálogo sincero y por la valoración de los derechos de quienes la integran. De esta forma, para buscar la verdad, la Universidad Católica explora las riquezas de la Revelación al mismo tiempo que aquellas que provienen de la naturaleza y de la comunidad humana.

La globalización ha abierto un campo muy propicio para la integración del saber a la que están llamadas nuestras universidades católicas, lo que también representa interrogantes que producen incertezas.  De esta forma, enfrentamos desafíos que debemos asumir y abordar desde nuestra propia identidad. Dentro de estos, se incluye de manera especial el sentido y significado de la vida humana para enfrentar un proceso de “globalización de la indiferencia”, como lo ha caracterizado el Papa Francisco. De esta forma, la creciente fragmentación del saber puede atentar contra una respuesta integral a las grandes preguntas, fomentando el trabajo independiente y aislado de cada disciplina. Se debe propender en la Universidad a realizar un trabajo interdisciplinario e integral, el que ha de estar en relación con el todo de la realidad, haciendo imperativo rescatar la unidad del saber [12].

En la Universidad, el diálogo intergeneracional es clave realizarlo de forma horizontal poniendo al conocimiento como eje conductor, ya que este diálogo es decisivo para hacer de nuestra universidad el ambiente estimulante y en continuo crecimiento con el que la comunidad universitaria busca identificarse y se siente llamada a aportar. Así también es clave enfrentar de buena forma la creciente globalización, compatibilizando la excelencia con el sentido de comunidad y el desarrollo integral de la persona, junto al desarrollo ético de la sociedad (n. 7). En estos desafíos se destaca el rol de los medios de comunicación social, ya que su presencia en la sociedad debe ser considerada una vía para poder difundir y valorar el sentido de humanidad del mensaje cristiano [13].

Compromisos para asumir 

Dentro de los aportes de una universidad católica al país y a la sociedad a la que servimos, en primer lugar, está el servicio a la sociedad a través de la búsqueda de la verdad. Por ello, nuestra universidad tiene la misión, además de formar personas a través de una docencia de calidad, y de contribuir a la expansión del conocimiento por medio de la investigación y creación, de ser un actor relevante en el desarrollo integral de la persona y de la sociedad. Ello implica el trabajo conjunto con el Estado, el sector privado y la Sociedad Civil por medio de las fundaciones que trabajan en diferentes iniciativas de bien público, aportando soluciones que colaboren en el progreso y bienestar de los habitantes de la nación. En este sentido –y pensando de manera prioritaria en las nuevas generaciones–, la preocupación por el cuidado de la Casa Común, la sustentabilidad y una ecología integral debe orientar nuestro camino institucional. A lo anterior, y como parte activa en la misión de la Iglesia, a través de su propia actividad académica, también debe hacer visible la llegada del Reino de Dios en su preocupación por los más pobres de nuestro país, la que debe manifestarse en diferentes acciones, dentro de las que se incluye la creación de nuevas vías inclusivas de admisión universitaria; el fomento de proyectos con mayor incidencia en la movilidad social y orientados a solucionar problemas de pobreza y marginación en la sociedad; un interés especial por el desarrollo integral de nuestros pueblos originarios; proyectos de acogida a la población migrante; incentivos de investigación en la línea de lograr la superación de la pobreza y la dignificación de las personas; junto a una convivencia universitaria fraterna, que potencie la participación de todos los miembros de la comunidad [14].

Por otra parte –y a la luz de Ex corde Ecclesiae–, es muy necesario que la formación científica profesional de los estudiantes esté marcada por la dimensión social de las diferentes carreras que se imparten, con un verdadero involucramiento de nuestros jóvenes en la realidad del país. Así también, la Pastoral universitaria, en cuanto dimensión indispensable para la evangelización de la comunidad educativa, cumple un papel central en la constitución de la identidad institucional, ya que debe estar al servicio de gestar una cultura universitaria conforme con el Evangelio y de esta manera poder guiar un camino que oriente a la comunidad a través de educar en la fe y poder así desarrollarla al interior de la comunidad universitaria y en la vida personal. Es importante también potenciar un fructífero diálogo interreligioso, ya que establece un puente de contacto entre las diferentes religiones, buscando una comunión en la vida y quehacer universitario. Estamos convencidos de que la comunidad universitaria es un lugar muy adecuado y propicio para el diálogo interreligioso, en donde toda persona no cristiana se sienta respetada en su propia opción, se respeten los valores de su fe y se sienta en consonancia con la identidad de la institución. Así también, la Universidad Católica debe estar siempre abierta para potenciar un diálogo permanente entre creyentes y no creyentes, no solo al interior de nuestra comunidad, sino en toda la sociedad, única manera de poder aportar desde nuestra institución al desarrollo del país y de sus habitantes [15].

Reflexiones finales

Es importante recalcar que, en tiempos de cambios de época y con los nuevos y variados desafíos que se presentan en la sociedad y las demandas que requieren la presencia de las universidades para poder aportar con respuestas a las crecientes inquietudes, es evidente que analizar el aporte de las universidades católicas y revisitar la Constitución Apostólica es de gran importancia. Este documento y el mensaje entregado en la visita de los dos Pontífices a nuestra universidad nos permiten volver a reflexionar respecto de la identidad, misión y especialmente del aporte y perspectivas futuras de nuestras universidades católicas, orientadas a servir al país.

Lo anterior también representa una oportunidad de volver a evaluar el real aporte de nuestras instituciones a la sociedad, el que debe estar en íntimo contacto con las dos principales columnas de nuestro diario quehacer, es decir, la formación integral de nuestros estudiantes –en palabras de nuestro rector fundador: “nuestra misión es formar el corazón de los jóvenes”– y la creación de nuevo conocimiento y su transferencia a la sociedad en todas las áreas del saber. Estas dos columnas principales y fundacionales se orientan a una tercera –nuestro vínculo y permanente entrega a la sociedad–, que debe ser nuestro aporte público y compromiso con las necesidades de Chile. Con este, se desarrolla el concepto de que la Universidad Católica es realmente un patrimonio del país. Este es un gran y permanente desafío, que significa ser fieles a nuestra identidad y misión fundacional, por lo que estas reflexiones nos ayudan a avanzar en la senda que nos hemos trazado.

 

* Ignacio Sánchez es médico y rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile.


Notas

[1] Juan Pablo II; Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae, 15 de agosto de 1990 (n. 1).

[2] Juan Pablo II, Discurso a los representantes del mundo de la cultura en la Universidad Católica de Santiago de Chile (3 abril 1987), Viaje Apostólico a Uruguay, Chile y Argentina, en AAS 80 (1988), 4, p. 159.

[3] Ibid.

[4] Morandé, Pedro; “La vocación de servicio de la universidad a las personas y a la sociedad”, en Ex Corde Ecclesiae. Constitución apostólica de S.S. Juan Pablo II. Sobre las universidades católicas. Pastoral UC, Santiago, 2010, p. 56.

[5] A 30 años de la Ex Corde Ecclesiae. Reflexiones de destacados académicos. Agosto 2020, Duoc UC, Pontificia Universidad Católica de Chile.

[6] Vial, Juan de Dios; “Ex Corde Ecclesiae y el camino de nuestra Universidad”. En Ex Corde Ecclesiae. Constitución apostólica de S.S. Juan Pablo II. Sobre las universidades católicas. Pastoral UC, Santiago, 2010, p. 63.

[7] Francisco; “Discurso del Santo Padre en su Visita a la Pontificia Universidad Católica de Chile”, en Mi paz les doy. Mensajes de S.S. Francisco. Visita apostólica a Chile. CECH-UC, Santiago, 2018, p. 62. EX CORDE ECCLESIAE

[8] Ibid.

[9] Ibid.

[10] International Center for Academic Integrity; The Fundamental Values of Academic Integrity, 2ª ed. por Teddy Fishman. Clemson University, South Carolina, 2014.

[11] Francisco, “Discurso del Santo Padre en su Visita a la Pontificia Universidad Católica de Chile”, en Mi paz les doy. Mensajes de S.S. Francisco. Visita apostólica a Chile. CECH-UC, Santiago, 2018.

[12] Seminario ¿Qué distingue a nuestra universidad? La UC a 20 años de Ex Corde Ecclesiae, 2010. Pontificia Universidad Católica de Chile.

[13] Ibid.

[14] La identidad católica de la UC. A 25 años de la Constitución Apostólica ‘Ex Corde Ecclesiae’. Pontificia Universidad Católica de Chile, 2015.

[15] Ibid.

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Redacción Zenit

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