Por: Fernando Pascual, LC
(ZENIT Noticias / Roma, 12.03.2023).- En ocasión del X aniversario del Pontificado del Papa Francisco, algunos especialistas contribuyen en ZENIT con artículos que profundizan algún aspecto de este Papa y/o de su magisterio. A continuación, un artículo del P. Fernando Pascual, LC, profesor de filosofía en la facultad de filosofía del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma.
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A lo largo de los diez años del pontificado del Papa Francisco se ha dado un gran relieve a los temas relativos al ambiente y la ecología, sobre todo al subrayar algunos peligros que amenazan a «nuestra casa común». Ello se hizo especialmente manifiesto con la publicación, el año 2015, de la encíclica Laudato si’.
Esta encíclica surgió desde el corazón del Papa. Continuaba, además, una serie de reflexiones que habían sido presentadas por el Magisterio de la Iglesia en las últimas décadas, sobre todo con Juan Pablo II y Benedicto XVI.
En Laudato si’ Francisco lanzaba, principalmente, una invitación a «unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar» (n. 13). Quizá ese fue uno de los aspectos centrales de esa encíclica: relacionar la preocupación por el ambiente con los temas referidos al desarrollo humano.
Todo ello se colocó en una perspectiva teológica, a partir de una certeza: «El Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado. La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común» (n. 13).
La división de los capítulos de Laudato si’ refleja esta perspectiva teológica. En el capítulo primero se analiza «lo que le está pasando a nuestra casa». El segundo expone el «Evangelio de la creación». En el tercero, la mirada se dirige a lo que es llamada «Raíz humana de la crisis ecológica». Se desemboca, con el capítulo cuarto, en la propuesta de “una ecología integral”, para luego ofrecer «algunas líneas de orientación y acción» (capítulo quinto). La encíclica se cierra con el capítulo sexto, que expone lo que se englobaría bajo la idea de una «educación y espiritualidad ecológica».
Sin entrar en los diferentes temas abordados por una encíclica que sigue siendo objeto de estudio y de reflexiones, sorprende constatar un aspecto de enorme importancia: la atención a la crisis antropológica como raíz de la crisis ambiental, según se subraya en el capítulo tercero.
El Papa muestra cómo un modo equivocado de ver la tecnología, que desemboca en tecnocracia, impide dirigir la mirada hacia el conjunto (nn. 102-114). La raíz de este modo equivocado está en el antropocentrismo moderno, ante el cual sería erróneo responder con un biocentrismo fuera de lugar. Por eso sería urgente elaborar una buena antropología, en la que se subrayarían temas de tanto interés como el de la dignidad del ser humano, el de su responsabilidad y sus relaciones con los demás (nn. 115-121).
En relación con esta crisis antropológica, Francisco expone un interesante análisis sobre el relativismo actual, especialmente el relativismo práctico, que lleva a tratar a las personas de modo subordinado a intereses de todo tipo, llegando a formas de abuso como la criminalidad, la venta de órganos o el descarte (léase aborto) de hijos no deseados (nn. 122-123).
Solo con una adecuada antropología, que reconozca al cuerpo su lugar e importancia, resulta posible orientar por cauces adecuados la preocupación a favor de la «casa común», de este planeta que recibimos en herencia y que hemos de transmitir a las próximas generaciones (nn. 155, 159-162).
Los diez años del pontificado del Papa Francisco han permitido, en resumen, incrementar el interés, en la Iglesia y en el mundo entero, hacia la tutela del ambiente en el que vivimos. Esa tutela implica conocer más a fondo el lugar del hombre en el gran designio cósmico de Dios, para luego poner en marcha una auténtica «conversión ecológica», que resulta tan urgente en nuestros días.