el Papa ofreció su alocución dominical en torno al Evangelio de la liturgia para ese día Foto: Vatican Media

Papa Francisco explica las cadenas que nos quitan la libertad (y por qué no dialogar con el Diablo)

Alocución en ocasión del rezo del Angelus del domingo 28 de enero de 2024

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 28.01.2024).- Unas 20 mil personas se congregaron en la Plaza de San Pedro al medio día del domingo 28 de enero para acompañar al Papa en el rezo de la oración mariana del Ángelus. Como de costumbre, antes del rezo del Angelus, el Papa ofreció su alocución dominical en torno al Evangelio de la liturgia para ese día. Ofrecemos a continuación el discurso del Papa en castellano:

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El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús liberando a una persona poseída por un «espíritu maligno» (cf. Mc 1,21-28), que la destrozaba y la hacía gritar sin cesar (cf. vv. 23.26). Esto es lo que hace el demonio: quiere poseer para «encadenar nuestras almas». Encadenar nuestras almas: esto es lo que quiere el diablo. Y debemos cuidarnos de las «cadenas» que sofocan nuestra libertad. Porque el diablo te quita la libertad, siempre. Intentemos, pues, poner nombre a algunas de estas cadenas que pueden apresar nuestro corazón.

Pienso en las adicciones, que nos hacen esclavos, siempre insatisfechos, y devoran energía, bienes y afectos; pienso en las modas dominantes, que nos empujan al perfeccionismo imposible, al consumismo y al hedonismo, que mercantilizan a las personas y desvirtúan sus relaciones. Y otras cadenas: están las tentaciones y los condicionamientos que socavan la autoestima, la serenidad y la capacidad de elegir y amar la vida; otra cadena: el miedo, que hace mirar al futuro con pesimismo, y la intolerancia, que siempre echa la culpa a los demás; y luego hay una cadena muy fea: la idolatría del poder, que genera conflictos y recurre a las armas que matan o se sirve de la injusticia económica y de la manipulación del pensamiento. Hay tantas cadenas en nuestras vidas.

Y Jesús vino a liberarnos de todas estas cadenas. Y hoy, al desafío del diablo que le grita: «¿Qué quieres […]? ¿has venido a arruinarnos?» (v. 24), responde: » ¡Cállate, sal de él!» (v. 25). Jesús tiene el poder de expulsar al diablo. Jesús libera del poder del mal. Y estemos atentos: ¡ahuyenta al diablo, pero no dialoga con él! Jesús nunca dialogó con el diablo; y cuando fue tentado en el desierto, sus respuestas eran palabras de la Biblia, nunca un diálogo. Hermanos y hermanas, ¡con el diablo no se dialoga! Estén atentos: con el diablo no se dialoga, porque si entras en diálogo con él, él gana, siempre. Estén atentos.

¿Qué podemos hacer entonces cuando nos sentimos tentados y oprimidos? ¿Negociar con el diablo? No, no se negocia con él. Debemos invocar a Jesús: invocarlo allí, donde sentimos que las cadenas del mal y del miedo aprietan con más intensidad. El Señor, con la fuerza de su Espíritu, quiere repetir al maligno también hoy: «Vete, deja en paz ese corazón, no dividas el mundo, las familias, las comunidades; déjalas vivir en paz, para que florezcan allí los frutos de mi Espíritu, no los del tuyo -así dice Jesús-. Para que reine entre ellos el amor, la alegría, la mansedumbre, y en lugar de la violencia y los gritos de odio, haya libertad y paz”.

Preguntémonos entonces: ¿quiero realmente liberarme de esas cadenas que aprisionan mi corazón? Y también, ¿sé decir que «no» a las tentaciones del mal, antes de que se apoderen de mi alma? Por último, ¿invoco a Jesús, le permito que actúe en mí, que me sane por dentro?

 

Que la Santísima Virgen nos proteja del mal.

 

 

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Redacción Zenit

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