Shafique Khokhar
(ZENIT Noticias – AsiaNews / Swat, 24.06.2024).- Una nueva tragedia ligada a las leyes sobre la blasfemia se ha desencadenado en los últimos días en Pakistán, donde los casos de linchamiento a manos de la turba y perpetrados en nombre de la religión son cada vez más frecuentes, en medio de la impunidad del gobierno y el silencio de la comunidad internacional. El último episodio de una serie de ataques sistemáticos ocurrió la noche del 20 de junio en Swat; la víctima se llama Mohammad Ismail y se encontraba en la zona de vacaciones cuando fue atacado y quemado vivo acusado de quemar páginas del Corán.
Se trata de un caso emblemático, que demuestra que en Pakistán no existe un Estado «fuerte» capaz de garantizar la seguridad. Al contrario, prevalecen grupos de poder cuya ideología violenta contribuye a la espiral de víctimas inocentes: Mashal Khan, Shama y Shahzad, Priyantha Kumara, Nazir Masih y Mohammad Ismail. A esta larga lista se ha sumado en las últimas horas Allah Rakhi, esposa del cristiano Nazir Masih, de 72 años, que falleció a consecuencia del trauma sufrido en el atentado en el que murió su marido.
Ha habido decenas de casos de linchamiento a manos de la turba, detrás de los cuales hay falsas y engañosas acusaciones de blasfemia, una norma que se utiliza desde 1987 para resolver asuntos personales, venganzas y asesinatos extrajudiciales o para golpear a minorías religiosas, desde cristianos a ahmadíes. Muhammad Ismail (en la foto) había sido acusado de blasfemia por quemar unos periódicos en árabe y detenido por la policía. Una turba enfurecida irrumpió en el cuartel de Madyan Swat exigiendo que los agentes entregaran al hombre para ser ejecutado en el acto. Al negarse, un grupo de personas irrumpió y, tras herir a algunos policías y dañar las instalaciones, lo sacó de su celda y luego lo linchó y quemó vivo, lanzando consignas extremistas.
Aamir Kakkazai, escritor e investigador, explica a AsiaNews que «Pakistán se está convirtiendo en un Estado bárbaro. Desgraciadamente, las autoridades del Estado guardan silencio y parecen confundidas sobre todo este asunto». O, lo que es peor, demuestran que tienen «miedo» o que «no les interesa resolver el problema del extremismo religioso». «Los fundamentalistas islámicos y los partidos políticos de derechas de Pakistán -continúa- siempre han intentado convertir este país democrático y moderno en un Estado bárbaro, donde reina una atmósfera de intolerancia, violencia y castigo a la gente corriente en nombre de la religión». Y detrás de esta violencia, concluye, que ha convertido «nuestra sociedad en un campo de exterminio», está «el mal uso de las leyes contra la blasfemia», alimentando un clima de «anarquía y caos total».
Naveed Walter, presidente de Human Rights Focus Pakistan (Hrfp), añade que la acusación de blasfemia contra inocentes ha alcanzado tal nivel que «ya nadie está a salvo, pues cualquiera puede ser acusado por cualquiera en cualquier lugar de Pakistán». En el valle del Swat», explica, «no sólo se resentirá el turismo, sino que aumentará la presión de los radicales. El silencio sobre estas cuestiones es un estímulo para acusadores y agresores».
También el 20 de junio se produjo otro polémico incidente relacionado con las leyes sobre la blasfemia. En Kaanpur, en el distrito de Sialkot, Waseem Masih (cristiano) había iniciado un pequeño negocio con un imán de la mezquita local del pueblo con motivo de la festividad del Eid, invirtiendo 15.000 rupias entregadas al clérigo islámico como anticipo. Éste se apoderó del dinero engañándole y, cuando se le pidió que lo devolviera, anunció por el altavoz de la mezquita que Waseem había cometido blasfemia. Los aldeanos se reunieron e intentaron atraparlo, pero consiguió huir del pueblo y ahora se esconde en un lugar seguro. Sin embargo, entre las familias cristianas están asustadas y temen ser atacadas, por lo que han empezado a evacuar sus casas.
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