Francisco se ha reunido esta mañana con el señor Olav Fykse Tveit, secretario general del Consejo Ecuménico de las Iglesias, acompañado de una delegación.
El Santo Padre en su discurso ha afirmado que este encuentro marca un capítulo importante en las largas y fructíferas relaciones entre la Iglesia Católica y el Consejo Ecuménico de las Iglesias. Y por ello, el obispo de Roma les ha agradecido el servicio que hacen a la causa de la unidad entre creyentes en Cristo.
Francisco ha recordado en el discurso que, desde sus inicios, el Consejo Ecuménico de las Iglesias ha ofrecido una gran contribución en el formar la sensibilidad de todos los cristianos acerca del hecho de que las divisiones representan un obstáculo pesado para el testimonio del Evangelio en el mundo. «Estas no son aceptadas con resignación, como si fueran simplemente un componente inevitable de la experiencia histórica de la Iglesia. Si los cristianos ignoran la llamada a la unidad dirigida a ellos por el Señor, se corre el riesgo de ignorar al Señor mismo y la salvación ofrecida por Él a través de su cuerpo, la Iglesia», ha afirmado.
Del mismo modo les ha indicado que «las relaciones entre Iglesia Católica y el Consejo Ecuménico de las Iglesias, desarrolladas a partir del tiempo del Concilio Vaticano II, han hecho que, superando las incomprensiones recíprocas, pudiéramos llegar a una sincera colaboración ecuménica y a un creciente ‘intercambio de dones’ entre las distintas comunidades». Así como «el camino hacia la comunión plena y visible es un camino que resulta todavía hoy arduo y en pendiente». Y recuerda que «el Espíritu nos invita a no tener miedo, a ir adelante con confianza, a no contentarse con los progresos que también hemos podido experimentar estos decenios».
Por otro lado, Francisco ha observado que en este camino es fundamental la oración. Y ha afirmado que «solo con espíritu de oración humilde e insistente se podrá tener la necesaria amplitud de miras, el discernimiento y las motivaciones para ofrecer nuestro servicio a la familia humana, en todas sus debilidades y sus necesidades, tanto espirituales como materiales».