Por Nieves San Martín
MADRID, martes 30 octubre 2012 (ZENIT.org).- La gran tradición que tiene la Fiesta de Todos los Santos se remonta a muchos siglos atrás. La celebración de la conmemoración de los difuntos, al día siguiente, es posterior. Las dos celebraciones cristianas, fundidas en una, acabaron por transformarse en un festejo donde hoy cabe todo y que ha olvidado sus orígenes: Halloween.
La fiesta de Todos los Santos que ya se celebraba en la Iglesia de Roma, fue transferida por el papa Gregorio III (731-741) al 1 de noviembre. Gregorio IV (827-844) extendió esta fiesta a toda la Iglesia.
Aunque la costumbre de recordar y orar por las personas fallecidas es tan antigua como la Iglesia, y existía también en muchas culturas precristianas, la fiesta litúrgica por los difuntos se remonta al 2 de noviembre de 998, instituida por san Odilón, monje benedictino y quinto abad de Cluny, en el sur de Francia. En el siglo XIV, Roma adoptó esta práctica. La fiesta fue gradualmente extendiéndose por toda la Iglesia.
El nombre Halloween no es sino la deformación popular de la expresión usada en Irlanda: All Hallows’ Eve: Vigilia de Todos los Santos. Esta antiquísima fiesta llegó a Estados Unidos con los emigrantes irlandeses y allí arraigó para sufrir una radical transformación y emprender el camino de vuelta a este continente, por la influencia que tienen todas las tendencias del país norteamericano. La vieja Europa se puso una calabaza en la cabeza y se dedicó a animar una fiesta infantil, a medio camino entre los carnavales y la solicitud de aguinaldos de los niños de tradición latina.
Cuando mis vecinitos vienen a casa a pedirme chucherías vestidos de brujas y diablos, les hago cantar un villancico primero.
En muchos países, el Día de todos los Santos y el día siguiente, fiesta de los fieles difuntos, indistintamente, como en España, son jornadas en las que la familia va a los cementerios y recuerda a sus seres queridos. Se suelen confeccionar dulces a propósito que los familiares se regalan, un mazapán relleno llamado “huesos de santo”, por ejemplo. A los niños se les regalan dulces y desde pequeños se familiarizan de modo natural con la idea de que la vida terrestre no es eterna, la otra sí.
En México, aunque la fiesta de los muertos parece ser de origen prehispánico, se celebraba en otras fechas mientras que hoy en día el festejo coincide con Todos los Santos y el Día de los Difuntos. Se celebra también en algunos países de América Central, Brasil, así como en muchas comunidades hispanas de Estados Unidos.
En México es más popular el Día de Difuntos. Mientras unos llevan flores a los cementerior, otros dedican la jornada a la memoria de los seres queridos difuntos, empezando de madrugada a montar el altar, algunos verdaderas obras de arte. La forma más sencilla es poner en la casa una mesa cubierta con un mantel y la fotografía de la persona o personas fallecidas, adornadas con flores y algunos recuerdos.
Los que ciertamente no es Halloween es una fiesta satanista, aunque algunos la quieran convertir en tal.