Comunidad parroquial, comunidad de hermanos en la fe

Atención a los planes diocesanos y cercanía del obispo a la primera célula eclesial

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Por Nieves San Martín

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 17 octubre 2012 (ZENIT.org).- Algunos padres sinodales subrayaron que, con todas sus luces y sus sombras, la parroquia es lugar privilegiado para vivir la hermandad, la oración, el servicio y, por supuesto, la participación en la liturgia. El reto es la dimensión comunitaria en un mundo en el que predominan los hombres-islas.

El ordinario militar de Colombia Fabio Suescún Mutis subrayó la importancia del plan pastoral en las Iglesias particulares: “La confrontación entre la situación, la Palabra y la doctrina lleva a establecer un diagnóstico sobre los retos que la Iglesia debe enfrentar y las oportunidades para hacer efectivo el mandato de ir a hacer discípulos de Jesús”.

“Gracias a un mundo cada vez mas globalizado se puede descubrir en todas las Iglesias una realidad de fe muy semejante que lleva a un objetivo fundamental: emprender en todas partes una “Nueva Evangelización” para la transmisión de la fe. Se tiene la sensación de que muchos fieles han abandonado la fe de la Iglesia, atraídos por otras opciones religiosas o contagiados por un ambiente secularista desconocen a Dios y rechazan la Iglesia Católica. Ignorancia, cansancio, desaliento, indiferencia y rutina atacan el espíritu de presbíteros y fieles”, afirmó. No es cuestión de estrategia, aclaró, sino de “una acción del Espíritu”.

“Se vive por excelencia en la parroquia que depende directamente del Obispo –explicó- y que requiere una renovación, gracias a la acción entusiasta de presbíteros enamorados de Cristo. Las parroquias hoy, a pesar de muchas dudas, son fundamentales para una Nueva Evangelización, lo cual exige que dejen de ser sólo centros de servicios cultuales y administrativos para llegar a ser casas de la comunidad de cristianos y escuelas de discípulos misioneros. Las comunidades religiosas y los movimientos apostólicos, desde su propio carisma, han de unirse al Plan Diocesano Evangelizador”.

Tuvo también una palabra en “nombre de los Obispados Castrenses de América Latina” para invitar a los Señores Obispos “al cuidado pastoral evangelizador de los soldados y policías del mundo que son especialmente sensibles a la fe por la naturaleza de su servicio social a la paz, al orden y al bien común de los pueblos”.

También monseñor José Rafael Quirós Quirós, obispo de Limón, Costa Rica, afirmó que “la renovación de la Parroquia como espacio que posibilita y entreteje una auténtica experiencia de encuentro con Jesucristo y de la participación en su seguimiento discipular es para la nueva evangelización un imperativo. Ella debe articularse como una gran comunidad de pequeñas comunidades y experiencias comunitarias, en las que sea posible rescatar el valor personalizante del encuentro”.

“En este sentido, el carácter normativo de la primera comunidad cristiana nos hace revalorizar la importancia de promover, en medio de una sociedad en la que el anonimato y la indiferencia, el afán de dominio y el establecimiento de relaciones marcadas por el poder, la apatía en la defensa de la dignidad del ser humano, la aspiración de tener y el consumismo desmedido que de ello deriva, se nos muestran como características que marcan un estilo de vida antievangélico”, dijo el obispo costarricense.

La parroquia tendría que distinguirse por “un estilo de vida alternativo, marcado por los valores que propone el Evangelio, por lo que la comunidad creyente se convierta en motor que promueva la confesión de la fe como una matriz de sentido cultural, ético, político y económico auténticamente humana. Una comunidad discipular capaz de enseñar a relativizar toda absolutización idolátrica, que vuelve al ser humano un objeto, y desfigura en él la verdad sobre el ser humano”.

“Para ello se requiere que la comunidad parroquial aparezca ante la sociedad como una comunidad de hermanos cuya preocupación fundamental es la oración, el servicio y el acompañamiento, que se impulsen desde ellas procesos de formación con itinerarios bien establecidos que conduzcan a una auténtica maduración humana y cristiana de sus miembros evitando así lo que se ha dado en llamar ‘fe epidérmica’”, concluyó.

Por su parte, el obispo titular de Obori, auxiliar y vicario general Juan José Pineda Fasquelle, de Tegucigalpa, Honduras, afirmó la vigencia de la parroquia para “la transmisión de la fe cristiana”.

“Allí se puede llevar a cabo la ‘Nueva Evangelización’ –subrayó–. Trabajamos para dar vida a las parroquias para crear lugares de vida cristiana, sostener la fe de sus miembros e iluminar con su testimonio. La renovación pastoral de nuestras parroquias implica ponerlas en ‘estado permanente de misión’, evitando ser sedes burocráticas”.

“Creemos en la ‘corresponsabilidad pastoral de los bautizados’, que ponen al servicio de la comunidad su fe, sus tiempos, talentos y tesoros. Así los programas parroquiales de pastoral e iniciación cristiana se enriquecen con la colaboración de todos para una Iglesia más comunitaria: bautizados coherentes para una parroquia corresponsable, ‘casa y escuela de comunión’”, dijo.

“El compromiso por la nueva evangelización tiene como finalidad originaria ser misionera, parroquias menos orientadas hacia el interior y más comprometidas con el anuncio de la fe”.

“Consideremos la comunidad parroquial como puerta de la transmisión de la fe y de la experiencia eclesial, centro de irradiación y de testimonio de vida cristiana, lugar de búsqueda de la verdad, de reforzamiento de la fe, de comunicación del mensaje, comunidad donde se vive la alegría del Espíritu y sede misionera”.

“Presbíteros y laicos integrados en la animación misionera. ¡Gran riqueza son los laicos comprometidos en la comunidad parroquia! Esta vocación laical es uno de los frutos más valiosos del Concilio Vaticano II. Ellos dan un fuerte impulso a la nueva evangelización y a la transmisión de la fe”.

“Aparecida nos indica así: renovación parroquial, conversión pastoral, estado permanente de misión. Ser Iglesia así evita sectarismos. La parroquia es ‘Iglesia doméstica’ presente en la vida cotidiana, anunciando el mensaje vivificador del Evangelio. Nueva evangelización significa rehacer el tejido cristiano de la sociedad humana, ayudando a la Iglesia a seguir estando presente entre las casas de sus hijos (Cfr. J P II, Ch. L. 26). Nacimos como Iglesia integrada en la animación misionera de las comunidades. Se realiza la integración de los Movimientos, pero no falta la lectura eclesiológica o su integración ‘imperfecta’, al margen o fuera del plan parroquial de pastoral”, advirtió.

El arzobispo Ricardo Antonio Tobón Restrepo, de Medellín, Colombia, señaló que “la Nueva Evangelización para transmitir la fe debe ser mucho más que multiplicar lo que ya hemos hecho; debe ser un acto integral que, dentro de las circunstancias del mundo de hoy, ilumine la inteligencia, oriente la libertad, mueva los sentimientos, comprometa toda la vida”.

“La evangelización es un acontecimiento, a la vez, complejo y sencillo. Complejo, porque podemos situarlo en el orden de la creación; sencillo, porque la gracia lo produce como de modo natural en quien está dispuesto. A mi modesto modo de ver, los distintos procesos en los que se desarrolla la evangelización deben propiciar tres experiencias concretas y fundamentales”, propuso.

“En primer lugar, la experiencia de la paternidad de Dios. Un encuentro con Cristo y un proceso de discipulado con él, deben permitir la experiencia fundamental y originaria de Jesús: la filiación. Por tanto, convendría que volviéramos al kerigma inicial de Jesús: Dios está cerca, su paternidad está en acción, su reino está en medio de nosotros (Mc 1,15; Lc 17,20). Quien con la gracia del Espíritu Santo llega a esta experiencia, encuentra para siemp
re el sentido de la vida y tiene fuerza para realizar el proyecto que es dentro del plan de Dios”.

“En segundo lugar, es preciso llegar a tener de un modo concreto la experiencia de la comunidad cristiana. Porque la nueva evangelización es un acto eclesial tiene que potenciar la comunidad a todos los niveles: la familia como primera Iglesia doméstica, las pequeñas comunidades eclesiales como espacio fundamental de vida, la parroquia como centro vivo de espiritualidad y pastoral a la que se integran y en la que encuentran sentido otras realidades, la Iglesia particular que, siguiendo la doctrina del Vaticano II, hace concreto y auténtico el misterio de la Iglesia”.

“En tercer lugar, hay que llegar a la experiencia de la alegría de dar a Dios. Transmitir la fe no es una carga, es una necesidad, es una ganancia, es la vida misma de quien vive las experiencias anteriores. ‘Ay de mí si no evangelizo’, decía Pablo (cf 1 Cor 9,16). La evangelización verdadera brota del contacto con Dios y con los hombres en el poder del Espíritu Santo. Es el testimonio humilde y audaz de lo que se vive y no se puede callar”, concluyó el arzobispo de Medellín.

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ZENIT Staff

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