CIUDAD DEL VATICANO, 13 abril 2001 (ZENIT.org).- Como ya es tradición, Juan Pablo II confesó en el mediodía de este viernes santo a 12 personas en la basílica de San Pedro del Vaticano, horas antes de dirigir el solemne Viacrucis en el Coliseo de Roma.
Poco después del mediodía, el Santo Padre descendió al templo más grande de la cristiandad. Al verle, los peregrinos rompieron en un poco litúrgico aplauso. A continuación, entró en un confesionario como un sacerdote más. Los peregrinos que hicieron fila para confesarse provenían de varias partes del mundo. Hablaban italiano, inglés, español, portugués y polaco.
Se trata de una costumbre que el Papa Wojtyla comenzó ya en 1979 y que no sólo le recuerda sus años de párroco, capellán de jóvenes y obispo, sino que busca subrayar la importancia vital del sacramento de la reconciliación en la vida de la Iglesia
En la carta que ha escrito a todos los sacerdotes del mundo con motivo del Jueves Santo de este año, el obispo de Roma considera que uno de los frutos más importantes del Jubileo ha sido el ver cómo muchas personas han regresado al sacramento de la confesión.
«Sería ingenuo pensar que la intensificación de la práctica del Sacramento del perdón durante el Año Jubilar, por sí sola, demuestre un cambio de tendencia ya consolidada –añade–. No obstante, se ha tratado de una señal alentadora. Esto nos lleva a reconocer que las exigencias profundas del corazón humano, a las que responde el designio salvífico de Dios, no desaparecen por crisis temporales. Hace falta recibir este indicio jubilar como una señal de lo alto, que sea motivo de una renovada audacia en proponer de nuevo el sentido y la práctica de este Sacramento».