¿Liberalización de las drogas?

Reflexiones del obispo de San Cristobal de las Casas

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SITUACIONES

En distintos foros se discute si es conveniente permitir la libre venta y el controlado consumo de todo tipo de estupefacientes, o al menos de la mariguana, para evitar que su comercialización genere grandes negocios para los narcotraficantes, así como para no seguir la guerra declarada de nuestras autoridades en su contra e impedir la muerte de muchas personas ajenas a este trasiego. Se aduce el ejemplo de la venta y consumo del alcohol, o lo que han hecho otros países con las drogas. Se argumentan conveniencias económicas y políticas, sin entrar en los corazones de quienes sufren estas adicciones, ni profundizar más en sus raíces morales y familiares.

Poner como ejemplo la venta y el uso del alcohol, es no advertir la gravedad del sufrimiento que causa el alcoholismo, en los que padecen esta enfermedad y en su familia. Hay varias comunidades que han decidido controlar su venta, estableciendo una ley seca, lo que les ha reportado muchos beneficios de toda índole, también económicos y sociales. Hay personas que andan cambiando de religión en religión, con la ansiedad de encontrar un remedio a su padecimiento. Ciertamente se eliminó el gran negocio de otros tiempos que significaba su contrabando a grande escala, pero hoy sigue pasando lo mismo en menor escala.

Quienes proponen que haya libertad para vender y consumir drogas, no se han puesto la mano en el corazón para comprender el embrutecimiento que sufren tanto los negociantes como los consumidores, sobre todo sus familias. Si esto pasa ahora con el cierto control legal que hay, ¡qué sucederá cuando se tenga libertad para vender y consumir! Las leyes son para proteger a la sociedad, para que las libertades personales no dañen a los demás, no para legitimar un abuso que destruye personas y familias.

ILUMINACION

El Papa Francisco dijo en Brasil: “No es la liberalización del consumo de drogas, como se está discutiendo en varias partes de América Latina, lo que podrá reducir la propagación y la influencia de la dependencia química. Es preciso afrontar los problemas que están a la base de su uso, promoviendo una mayor justicia, educando a los jóvenes en los valores que construyen la vida común, acompañando a los necesitados y dando esperanza en el futuro… Con la cruz, Jesús está junto a tantas madres y padres que sufren al ver a sus hijos víctimas de paraísos artificiales, como la droga”.

Y arremetió contra los narcotraficantes: “¡Cuántos «mercaderes de muerte» que siguen la lógica del poder y el dinero a toda costa! La plaga del narcotráfico, que favorece la violencia y siembra dolor y muerte, requiere un acto de valor de toda la sociedad”.

COMPROMISOS

El mismo Papa nos recomendó: “Tendamos la mano a quien se encuentra en dificultad,  al que ha caído en el abismo de la dependencia, tal vez sin saber cómo, y decirle: «Puedes levantarte, puedes remontar; te costará, pero puedes conseguirlo si de verdad lo quieres». Yo diría a cada uno de ustedes, pero especialmente a tantos otros que no han tenido el valor de emprender el mismo camino: «Tú eres el protagonista de la subida, ésta es la condición indispensable. Encontrarás la mano tendida de quien te quiere ayudar, pero nadie puede subir por ti». Pero nunca están solos. La Iglesia y muchas personas están con ustedes. Miren con confianza hacia delante, su travesía es larga y fatigosa, pero miren adelante, hay un futuro cierto, que se sitúa en una perspectiva diversa de las propuestas ilusorias de los ídolos del mundo, pero que da un impulso y una fuerza nueva para vivir cada día. Quisiera repetirles a todos ustedes: No se dejen robar la esperanza. Pero también quiero decir: No robemos la esperanza, más aún, hagámonos todos portadores de esperanza.

Y quisiera repetir a todos los que luchan contra la dependencia química, a los familiares que tienen un cometido no siempre fácil: la Iglesia no es ajena a sus fatigas, sino que los acompaña con afecto. El Señor está cerca de ustedes y los toma de la mano. Vuelvan los ojos a él en los momentos más duros y les dará consuelo y esperanza. Y confíen también en el amor materno de María, su Madre”.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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