ROMA, 15 junio 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II recordó este jueves, fiesta de Corpus Christi, que para cambiar este mundo y ayudar a los más desfavorecidos es necesario acudir a la Eucaristía, verdadera fuente que impulsa a la evangelización.
Por este motivo, añadió, los cristianos tienen necesidad más que nunca de la Eucaristía para promover la «renovación misionera» que han emprendido en estos inicios de milenio.
Como todos los años desde el inicio de su pontificado, Juan Pablo II celebró la eucaristía al aire libre, en el atrio de la catedral del obispo de Roma, la basílica de San Juan de Letrán, y después recorrió en procesión las calles de Roma tras el santísimo sacramento. Fue una ceremonia muy larga, que concluyó avanzada la noche, en la que participaron unas 20 mil personas.
«Es necesario continuar volviendo a comenzar desde Cristo, es decir, desde la Eucaristía –explicó el pontífice durante la homilía de la misa–. Caminamos con generosidad y valentía, buscando la comunión dentro de nuestra comunidad eclesial y dedicándonos con amor al servicio humilde y desinteresado de todos, especialmente de los más necesitados».
Juan Pablo II concelebró la misa con el cardenal vicario para la Ciudad Eterna, Camillo Runi; con los obispos auxiliares de Roma y con los sacerdotes de la diócesis recientemente ordenados.
Concluida la misa solemne, el pontífice presidió la procesión del Corpus a lo largo de la Vía Merulana, la larga calle que une las basílicas de San Juan de Letrán y Santa María La Mayor.
La procesión del Corpus Christi por las calles de Roma fue reintroducida por el Papa Karol Wojtyla en su primer año de pontificado. Se había perdido la costumbre tras la anexión de los Estados Pontificios, que recluyeron durante años a los Papas en los muros vaticanos.
En 1979, las autoridades municipales de Roma pretendían oponerse a la iniciativa. Juan Pablo II respondió que si había celebrado en Cracovia esa procesión en pleno régimen comunista, no dejaría de hacerlo en la diócesis de Roma.
Como en anteriores ocasiones, el Papa siguió al santísimo desde un vehículo. Hasta 1993 recorría a pie el camino de la procesión, pero desde 1994, tras fracturarse el fémur de la pierna derecha, tuvo que desistir de esa costumbre.