ROMA, domingo, 13 septiembre 2009 (ZENIT.org).- Puede que usted no reconozca su nombre pero seguramente ha escuchado su música. El maestro Ennio Morricone es ampliamente considerado uno de los mejores compositores de partituras de películas de Hollywood.
Más conocido por las memorables y melancólicas bandas sonoras de los «spaghetti westerns» de los años sesenta, como «El bueno, el feo y el malo», «Por un puñado de dólares», y «Hasta que llegó su hora», para muchos católicos quizá es más apreciado por su conmovedora partitura de «La Misión», un filme de 1986 sobre los jesuitas misioneros en la Sudamérica del siglo XVIII.
Pero su aportación a la industria del cine se extiende más allá de su más famosas obras, habiendo escrito la partitura de unos 450 filmes y trabajado con los principales directores de Hollywood, desde Sergio Leone a Bernardo Bertolucci, Brian De Palma o Roman Polanski.
Y con 80 años sigue en plena ebullición. El legendario compositor acaba de terminar la banda sonora de «Baaria» de Giuseppe Tornatore, una película italiana que abrió el Festival de Cine de Venecia de este año, mientras que Quentin Tarantino le invitó a escribir la partitura de su último filme «Bastardos sin gloria» (dificultades de calendario impidieron a Morricone escribirla, pero permitió a Tarantino usar en su lugar pasajes de su obra previa en el filme).
El renombrado compositor italiano también sigue obteniendo premios prestigiosos: a principios de este año, Nicolas Sarkozy, presidente francés, le nombró Caballero de la Orden de la Legión de Honor, el más alto galardón del país. Esto se suma a una larga lista de otros reconocimientos mayores, incluyendo el Premio Honorífico de la Academia, cinco nominaciones al Oscar, cinco Baftas y un Grammy.
A pesar de eso, el maestro Morricone, que nació en Roma, prefiere mantenerse fuera de las cámaras y raramente concede entrevistas. Por lo tanto, fue una sorpresa cuando amablemente accedió a hacer una excepción para invitar a ZENIT a su apartamento en el centro de Roma para hablar principalmente sobre su fe y su música.
En su casa destaca un impoluto gran piano negro al lado de la ventana de un gran cuarto de estar decorado con gusto, artísticamente revestido de murales, cuadros clásicos y paneles de caoba. Pero Morricone, casado, con cuatro hijos ya mayores, es un hombre humilde sin aires, y responde a las preguntas al modo típicamente romano: directamente y al grano.
Inspiración
Empiezo preguntándole si su música, que muchos consideran muy espiritual, está inspirada por su fe. Aunque se describe como un «hombre de fe», adopta un punto de vista muy profesional sobre su trabajo.
«Pienso en la música que tengo que escribir, la música es un arte abstracto –explica–. Pero, por supuesto, cuando tengo que escribir una pieza religiosa, ciertamente mi fe contribuye a ello».
Añade que tiene interiormente una «espiritualidad que siempre permanece en mi composición», pero no es algo que desea hacer presente, sencillamente la siente.
«Como creyente, esta fe probablemente está siempre allí, pero corresponde a los otros darse cuenta de ella, los musicólogos y quienes analizan no sólo las piezas de música sino que también tienen una comprensión de mi naturaleza, y de lo sagrado y lo místico», explica.
Ahora bien, reconoce que cree que Dios le ayuda a «escribir una buena composición, pero esa es otra historia».
Da una similar respuesta profesional y honesta cuando se le pregunta si tiene algún remordimiento al escribir música para filmes gratuitamente violentos.
«Se me pide ponerme al servicio al filme –dice–. Si el filme es violento, entonces compongo música para un filme violento. Si un filme es sobre amor, trabajo para un filme de amor. Quizás puede haber filmes violentos en los que hay sacralidad o elementos místicos, pero no busco voluntariamente estos filmes. Trato de conseguir un equilibrio con la espiritualidad del filme, pero el director no siempre piensa de la misma manera».
Ennio Morricone inició su carrera musical en 1946 tras recibir un diploma de trompeta. Al año siguiente, era ya compositor de música de teatro, así como músico en una banda de jazz para mantener a su familia. Pero su carrera en la música cinematográfica, que empezó en 1961, se inició un par de años después cuando comenzó a trabajar con su viejo amigo de escuela, Sergio Leone y su serie de «spaghetti westerns».
Quizá es más famoso por este género, a pesar de que dice que estas películas constituyen sólo el ocho por ciento de su repertorio, y que rechazó un centenar de otras películas similares. «Todos me pedían hacer westerns –reconoce–, pero intenté no hacerlos porque prefiero la variedad».
Un milagro técnico
Hablando de la «La Misión», dice que lo grande de la partitura de este filme era su «efecto técnico y espiritual». Con ello, se refiere al modo en que logró combinar tres temas musicales de la película. La presencia de violines y el oboe del padre Gabriel representa «la experiencia del Renacimiento del progreso de la música instrumental». El filme luego se mueve hacia otras formas de música que surgieron de la reforma de la Iglesia del Concilio de Trento, y acaba con la música de los nativos indígenas.
El resultado fue un tema «contemporáneo» en el que los tres elementos –los instrumentos que surgieron del Renacimiento, la música reformada posconciliar, y las melodías étnicas– se combinan armoniosamente al final del filme.
«El primero y el segundo tema van juntos, el primero y el tercero pueden ir juntos, y el segundo y el tercero van juntos –explica Morricone–. Esto era mi milagro técnico y creo que fue una gran bendición».
El compositor italiano asegura que no tiene una fórmula para una partitura cinematográfica de éxito.
«Si lo supiera, habría escrito más música como ésta», dice añadiendo que la calidad de la música depende de si está feliz o triste.
«Cuando era menos feliz, siempre me salvé con profesionalidad y técnica», reconoce.
No menciona ninguna pieza o película favorita. «Me gustan todas porque todas me han dado algún tipo de tormento y sufrimiento cuando trabajaba en ellas, pero no debo y no quiero hacer distinciones», dice.
Pasamos al tema de otro sutil músico: el Papa Benedicto XVI. Morricone dice que tiene «muy buena opinión» del Santo Padre. «Me parece que es un Papa de mente sabia, un hombre de gran cultura y también gran fuerza», afirma.
Es especialmente elogioso con los esfuerzos de Benedicto XVI de reformar la liturgia, un asunto que Morricone siente con gran fuerza.
«Hoy la Iglesia ha cometido un gran error, retrasando el reloj 500 años con las guitarras y las canciones populares –argumenta–. No me gusta nada. El canto gregoriano es una tradición vital e importante de la Iglesia y desperdiciarlo por mezclas de palabras religiosas y profanas de chicos, canciones occidentales es extremadamente grave, extremadamente grave».
Afirma que es volver atrás las manecillas del reloj porque lo mismo sucedió antes del Concilio de Trento cuando los cantores mezclaban lo profano con la música sagrada. «El Papa hace bien en corregirlo –observa–. Debería corregirlo con mucha más firmeza. Algunas iglesias han tenido en cuenta sus correcciones, pero otras no».
El maestro Morricone parece en forma y considerablemente más joven de su edad, lo que le permite seguir dando conciertos alrededor del mundo. De hecho, está más solicitado que nunca: el próximo mes interpretará sus bandas sonoras en al Anfiteatro de Hollywood Los Angeles.
A pesar de toda esta fama y distinciones, este famoso compositor no ha perdido nada de su humildad y realismo romano. Es quizás esto, más que sus conmovedoras y únicas composiciones, lo que le hace de él uno de los grandes de Hollywood.
Por E
dward Pentin, traducido del inglés por Nieves San Martín