CIUDAD DEL VATICANO, martes 8 de septiembre de 2009 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI advirtió este lunes contra un concepto erróneo de «apertura al mundo», que en algunos ambientes, tras el Concilio Vaticano II, ha provocado la «autosecularización» de muchas comunidades eclesiales.
Así lo afirmó durante la visita «ad limina apostolorum» de los obispos de las regiones occidentales de Brasil, encabezados por monseñor Vitório Pavanello, arzobispo de Campo Grande, a quienes recibió ayer en el Palacio Apostólico de Castel Gandolfo.
El Papa explicó que «en las décadas posteriores al Concilio Vaticano II, algunos interpretaron la apertura, no como una exigencia del ardor misionero del Corazón de Cristo, sino como un paso a la secularización».
Muchos quisieron ver en la secularización «algunos valores de gran densidad cristiana como la igualdad, la libertad, la solidaridad, mostrándose disponibles a hacer concesiones y a descubrir campos de cooperación».
«Se asistió a intervenciones de algunos responsables eclesiales en debates éticos, correspondiendo a las expectativas de la opinión pública, pero dejando de hablar de ciertas verdades fundamentales de la fe, como del pecado, de la gracia, de la vida teologal y de los novísimos», explicó el Papa.
Así, inadvertidamente, «se cayó en la ‘autosecularización’ de muchas comunidades eclesiales» las cuales «esperando agradar a los que no venían, vieron partir, defraudados y desilusionados, a muchos de los que tenían».
Esta visión de la apertura al mundo es errónea pues, explicó Benedicto XVI a los prelados, «nuestros contemporáneos, cuando vienen a nosotros, quieren ver lo que no ven en otro sitio, es decir, la alegría y la esperanza que brotan del hecho de que estamos con el Señor resucitado».
Pero hoy, «en este desierto de Dios, la nueva generación siente una gran sed de trascendencia».
«Hay tantos que parecen querer consumir la vida entera en un minuto, otros que vagan en el tedio y la inercia, o se abandonan a violencias de todo género», afirmó el Papa.
«En el fondo, no son más que vidas desesperadas que buscan esperanza, como lo demuestra una extendida, aunque a veces confusa, exigencia de espiritualidad, una renovada búsqueda de puntos de referencia para retomar el camino de la vida».
Por ello, les invitó a salir al paso de «una nueva generación ya nacida en este ambiente eclesial secularizado» que «no busca apertura y consensos». «Son los jóvenes de esta nueva generación los que llaman a la puerta del Seminario».
Formación de los sacerdotes
Precisamente por eso, a los obispos, cuya principal misión es velar por la formación de los sacerdotes, les pidió mayor «celo en lo relativo a la formación sacerdotal», también con ocasión del presente Año Sacerdotal.
Los seminaristas de hoy «necesitan encontrar formadores que sean verdaderos hombres de Dios, sacerdotes totalmente dedicados a la formación, que den testimonio del don de sí mismos a la Iglesia, a través del celibato y de la vida austera, según el modelo de Cristo el Buen Pastor».
Así, estos jóvenes «aprenderán a ser sensibles al encuentro con el Señor, en la participación diaria en la Eucaristía, amando el silencio y la oración, procurando en primer lugar la gloria de Dios y la salvación de las almas», dijo el Papa.
«Aunque Dios sea el único capaz de sembrar en el corazón humano la llamada al servicio pastoral de su pueblo, todos los miembros de la iglesia deberían preguntarse sobre la íntima urgencia y el compromiso real con que sienten y viven esta causa», añadió.
Cariño a Brasil
El Papa aprovechó para mostrar su profunda estima por Brasil, recordando su anterior visita en mayo de 2007, con ocasión de la asamblea de Aparecida.
«Como Sucesor de Pedro y Pastor universal, puedo aseguraros que mi corazón vive día a vía vuestras inquietudes y fatigas apostólicas», entre ellas las «impresionantes distancias que tenéis que recorrer para servir y animar pastoralmente a vuestros respectivos fieles».
Otro de los desafíos a los que se enfrentan es, recordó el Papa, «los problemas propios de una urbanización relativamente reciente, en la que el Estado no siempre consigue ser un instrumento de promoción de la justicia y del bien común».
«¡No os desaniméis! Recordad que el anuncio del Evangelio y la adhesión a los valores cristianos es un elemento útil y al mismo tiempo indispensable para la construcción de una buena sociedad y de un verdadero desarrollo humano integral», concluyó.
[Por Inma Álvarez]