MAGNANO, miércoles, 9 septiembre 2009 (ZENIT.org).- La tradición cristiana habla de la importancia de la lucha para dominar las propias pasiones y el egoísmo. Un «tesoro» que la Ortodoxia ha conservado con gran celo, y que el propio Papa Benedicto XVI, en su mensaje al XVII Congreso internacional que se celebra estos días en el Monasterio de Bose (Italia), llama a todo cristiano a cultivar.
Este encuentro reviste gran importancia dentro del diálogo ecuménico entre los cristianos, tal y como lo han manifestado no sólo el Papa (Cf. ZENIT, 4 de septiembre de 2009), sino también los patriarcas de Constantinopla y Moscú, que han enviado respectivamente mensajes de apoyo.
Bartolomé I, patriarca de Constantinopla, afirmó que estos encuentros «han enriquecido el diálogo ecuménico», y son «un testimonio elocuente de la contribución del monaquismo a las relaciones ecuménicas».
El cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, que no ha podido estar presente, subrayaba también en otro mensaje la «actualidad» de la lucha espiritual «quizás más que en el pasado», pues «tanto en la vida privada como en la sociedad somos bombardeados por muchas tentaciones que nos apartan de la relación con el Señor».
Para Kirill, patriarca de Moscú, «en el mundo vemos una lucha ininterrumpida entre las fuerzas del bien y del mal», en la que parece que estas últimas «nunca como hoy hayan sido tan fuertes».
«Cuando vemos cómo en el mundo contemporáneo se toma lo negro por blanco, la mentira se hace pasar por verdad, y que lo que en toda la historia humana se consideraba pecado ahora ya no lo es, entendemos que los fundamentos mismos de la salud moral y espiritual de la sociedad están amenazados», afirmó el patriarca.
Miedo a la muerte
Esta «lucha espiritual contra el mal» tiene lugar en el corazón de cada hombre. Así lo afirmó este miércoles, durante la inauguración del Simposio, el prior de la comunidad monástica de Bose, Enzo Bianchi, explicando que esta lucha «procede del miedo del hombre a la muerte».
«Movido por el miedo a la muerte, el hombre quiere perseverar con cualquier medio la propia vida, quiere poseer para sí los bienes de la tierra, quiere dominar sobre los demás», creyendo que así «se asegura una vida abundante, y justifica todo comportamiento dirigido a obtenerla, incluso al costo de dañar a los demás o a sí mismo», añadió Bianchi.
Es, por tanto, en el corazón «que puede comenzar la vuelta a Dios, la conversión, o sucumbir a la seducción del pecado y a la esclavitud de la idolatría».
«Es una lucha durísima para intentar tener un corazón unido, capaz de colaborar con la vida nueva operada en nosotros por el Padre, a través de la fe en Cristo muerto y resucitado, en el poder del Espíritu Santo: pero es precisamente a esta batalla fundamental a la que el cristiano está llamado», concluyó.
[Por Inma Álvarez]