CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 21 mayo 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI visitará este domingo, 24 de mayo, la abadía de Montecassino, siguiendo los pasos del patrono de su pontificado, san Benito de Nursia, fundador de ese monasterio que cambió la historia de Occidente en el siglo VI.
El 27 de abril de 2005, en su primera audiencia general, el Papa Joseph Ratzinger explicó que había tomado el nombre de Benedicto (Benito en latín y otros idiomas) para vincular su pontificado al gran «patriarca del monacato occidental», «copatrono de Europa».
En medio de la sociedad en decadencia en la que vivó el santo, explicó el Papa, «constituye un punto de referencia fundamental para la unidad de Europa y un fuerte recuerdo de las irrenunciables raíces cristianas de su cultura y de su civilización».
Programa
El Papa comenzará su visita celebrando la Eucaristía en la plaza de Cassino, la localidad cercana a la Abadía, que con este motivo será dedicada a Benedicto XVI (hasta ahora se llamaba Plaza Miranda).
Después de la misa, inaugurará la «Casa de la Caridad», un centro de acogida para inmigrantes sin techo, que se está realizando en un antiguo hospital a propuesta del abad de Montecassino.
En la tarde, la segunda parte de la jornada será dedicada totalmente al mundo benedictino internacional. El Santo Padre celebrará un encuentro en la Basílica de la Abadía con los abades y abadesas de todo el mundo, junto a un gran número de monjes y monas benedictinos.
Por último, antes de regresar a Roma, el Papa visitará el cementerio polaco, uno de los cementerios de la Segunda Guerra Mundial, pues en este año se celebran los 65 años del bombardeo de la abadía de Montecassino y de la ciudad de Cassino.
De hecho la actual abadía fue reconstruida después de que fuera destruida el 15 de febrero de 1944, cuando, durante las cuatro batallas de Montecassino (desde enero hasta mayo de 1944), entre fuerzas aliadas y el ejército alemán, el edificio entero fue pulverizado en una serie de asaltos aéreos. La abadía fue reconstruida después de la guerra, financiada por el Estado italiano. El Papa Pablo VI volvió a consagrarla en 1964.
El cardenal Joseph Ratzinger conoce muy bien la abadía pues en ella se hospedó, en el año 2001, para escribir el libro «Dios y el mundo», que tiene por subtítulo «Creer y vivir en nuestra época», una conversación con el escritor Peter Seewald.
Faro de civilización
San Benito fue arquitecto e ingeniero del monasterio de Montecassino, con la idea de que fuera un faro de inspiración para el resto de los monasterios del mundo, y allí definió la Regla benedictina que siguen los monjes. Según la tradición, allí falleció el 21 de marzo del año 547.
«Deberíamos preguntarnos a qué excesos habría llegado la gente de la Edad Media sino se hubiera levantado esta voz grande y dulce», ha afirmado el francés Jacques Le Goff, considerado como uno de los más grandes historiadores de la Edad Media, al referirse a la figura de Benito de Nursia.
Dos siglos tras su muerte había ya más de mil monasterios guiados por su Regla, centros de cultura que conservaron para la humanidad el patrimonio de la literatura clásica, que de lo contrario hubiera quedado en su mayor parte perdida.
Lo que el mundo necesita
El 1 de abril de 2005, un día antes de la muerte de Juan Pablo II, el cardenal Ratzinger pronunció una histórica conferencia en el monasterio de Santa Escolástica, en Subiaco, en la que explicaba la importancia que tiene para el mundo de hoy la figura de san Benito (Cf. ZENIT, 18 de mayo de 2005).
«Lo que más necesitamos en este momento de la historia son hombres que, a través de una fe iluminada y vivida, hagan que Dios sea creíble en este mundo. El testimonio negativo de cristianos que hablaban de Dios y vivían contra Él, ha obscurecido la imagen de Dios y ha abierto la puerta a la incredulidad. Necesitamos hombres que tengan la mirada fija en Dios, aprendiendo ahí la verdadera humanidad», decía el cardenal que 18 días después sería elegido Papa.
«Necesitamos hombres cuyo intelecto sea iluminado por la luz de Dios y quienes Dios abra el corazón, de manera que su intelecto pueda hablar al intelecto de los demás y su corazón pueda abrir el corazón de los demás», añadía.
«Necesitamos hombres como Benito de Nursia, quien en un tiempo de disipación y decadencia, penetró en la soledad más profunda logrando, después de todas las purificaciones que tuvo que sufrir, alzarse hasta la luz, regresar y fundar Montecassino, la ciudad sobre el monte que, con tantas ruinas, reunió las fuerzas de las que se formó un mundo nuevo», aclaraba.
Y como sucedió en la Edad Media, el Papa ha presentado en varios de sus escritos la recomendación de San Benito en la Regla al mundo de hoy: «No antepongáis absolutamente nada a Cristo» (Regla 72, 11; cf. 4, 21).