Los obispos iniciaron la presentación recordando que «una nación democrática debe estar sustentada en un Estado de derecho, cuyo fundamento sea la justicia y la garantía de los derechos humanos, que son irrenunciables, inalienables e indivisibles. Una democracia se consolida y se fortalece en la medida que es capaz de garantizar todos los derechos humanos».
Prosiguieron indicando que el artículo 24 de la Constitución mexicana garantiza la libertad de culto y de creencia, pero que sin embargo es sólo una parte de la libertad religiosa. Y recuerdan que nuestra Constitución «afirma reconocer, respetar, garantizar y promover los derechos humanos» y que «la libertad religiosa es un derecho fundamental, así lo indica la Declaración Universal de los Derechos Humanos en su artículo 18».
«La libertad religiosa, en su sentido pleno, significa libertad para vivir nuestra fe en público y en privado, de manera individual o asociada, en toda actividad y sector, sin ningún otro límite que el respeto al derecho de terceros», continuaron así hablando los obispos sobre lo que es la libertad religiosa, manifestando de éste manera la posición oficial de la Iglesia de México ante los vacíos y subjetividad que se le da a la libertad de cultos en México.
«Significa libertad para que los creyentes de todas las religiones puedan vivir con coherencia sus opciones de conciencia respetando las de otros –añadieron–. Significa libertad para que la Iglesia pueda cumplir su misión evangelizadora proclamando la fuerza del amor y de la reconciliación como principios fundamentales para la vida personal y social; y promoviendo el altísimo valor que cada ser humano posee independientemente de sus convicciones políticas, de su situación económica o de su congruencia moral, desde su inicio más frágil en la fecundación y hasta su muerte natural».
También hicieron mención de que un «auténtico Estado laico no se limita a tolerar las expresiones religiosas de sus ciudadanos, sino que las defiende, garantiza y promueve, porque reconoce que la fe en un ser superior fortalece la conducta ética y moral de los ciudadanos».
Ante el malentendido concepto de Estado laico desde hace siglos en México, los obispos dijeron que «es necesario clarificar su concepto y distinguir entre laicismo y laicidad del Estado. La laicidad respeta, da espacio y libertad a cualquier religión y sus miembros para que brinden su aporte a la sociedad; y el laicismo discrimina y margina a quien tiene una convicción religiosa, y con ello se constituye de hecho en una especie de religión que pretende imponerse sobre las otras, anulando en la práctica el efectivo derecho humano de la libertad religiosa.
Por último indicaron que «es indispensable aceptar en nuestra Constitución la Libertad Religiosa y no solamente la libertad de culto y de creencias».
En octubre pasado se celebró el XV Aniversario del restablecimiento de las relaciones entre la Santa Sede y el Estado Mexicano, en el marco de este encuentro, la Secretaría de Relaciones Exteriores fue sede de un seminario. De éste seminario se presentó la Memoria, ya que los obispos de México consideran que las ponencias, discursos y reflexiones pronunciadas «servirán para enriquecer nuestro camino como Nación y consolidar un sano Estado Laico que garantice la convivencia social de las iglesias y su valioso aporte a la sociedad».