Un fraile capuchino dirige una meditación al Papa sobre el 11 de septiembre

Una mirada a la actualidad desde los ojos de la eternidad

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CIUDAD DEL VATICANO, 7 diciembre 2001 (ZENIT.org).- La eternidad permite comprender en profundidad lo que sucedió el 11 de septiembre, aseguró este viernes un fraile capuchino al preparar espiritualmente a Juan Pablo II y a sus colaboradores para vivir la Navidad.

Como todos los años, el Papa Karol Wojtyla dejó a las 9,00 de la mañana sus ocupaciones para sentarse como cualquier otro fiel a escuchar una meditación de preparación para el nacimiento de Jesús ofrecida por el padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia.

11 de septiembre, «un fin del mundo»
De los mosaicos modernos de la capilla «Redemptoris Mater», en las estancias vaticanas, donde se encontraban reunidos el pontífice y sus más cercanos asistentes, la reflexión se dirigió a la tragedia de las Torres Gemelas de Nueva York.

«En el Evangelio del domingo pasado, el primero de Adviento –explicó el padre Cantalamessa–, Jesús decía que en la hora en que menos lo esperáis vendrá el Hijo del hombre. Esto no se refiere sólo a su venida final, sino también a esas venidas que san Bernardo llama «intermedias», es decir, mientras dura la historia».

«Nosotros vivimos hoy una de estas venidas intermedias que hacen época, con lo que sucedió el 11 de septiembre, que recuerda un poco a lo que acaeció con la destrucción de Jerusalén, que para Jesús era por así decir el final del mundo, de un mundo: el mundo judío», añadió.

«San Agustín –siguió explicando el predicador–, con su obra «De Civitate Dei» nos ayuda a superar esta crisis, pues los cristianos vivieron también algo parecido a lo que estamos viviendo nosotros, en el año 410, cuando Alarico conquistó Roma y la arrasó. Dado que la Roma de entonces era la garante de la estabilidad del mundo, se pensó que quizás era el fin del mundo, como lo hemos pensado nosotros ante ciertos hechos recientes».

«Agustín mostró sin embargo que la fe de los cristianos debe resistir pues Dios no es el garante de nuestro bien aquí abajo, sino del bien que dura eternamente», añadió el predicador pontificio.

De este modo, dijo, san Agustín nos ayuda a superar este momento recordando la actitud justa del cristiano: «ver las cosas desde el punto de vista de la eternidad, una palabra de la que nos hemos olvidado bastante».

Dios saca del mal bien
«Esta palabra nos puede ayudar también a ver el bien que se da en esta situación», constató: «debemos permitir a Dios sacar el bien de este mal».

«A nadie se le ocurre aprobar el terrorismo –aclaró–, pero nadie aprueba tampoco la situación anterior como si fuera la ideal. Había situaciones que debemos reconocer como intolerables. El Señor nos quiere empujar quizá a cambiar. Se quiere servir de estos acontecimientos para cambiar, por ejemplo, nuestra actitud hacia la pobreza del mundo, una situación ciertamente intolerable».

Hablando de estas visitas a través de la historia, Jesús preguntaba: «cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará todavía fe sobre la tierra?».

Nada te turbe…
El padre capuchino concluyó, por ello, sugiriendo a cada persona repetir las palabras de santa Teresa de Ávila: «Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda. La paciencia todo lo alcanza; quien a Dios tiene nada le falta: sólo Dios basta».

El padre Cantalamessa predicará al Papa otras dos meditaciones de preparación a la Navidad el 14 y el 21 de diciembre.

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ZENIT Staff

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