CIUDAD DEL VATICANO, 11 diciembre 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II asegura en su mensaje para la próxima Jornada Mundial de la Paz que la inestabilidad mundial desencadenada por el 11 de septiembre sólo podrá superarse poniendo, como «pilares» de la paz, «la justicia y esa forma particular del amor que es el perdón».

En el documento, publicado este martes por el Vaticano, el pontífice hace un inédito análisis del fenómeno terrorista con las nuevas dimensiones y características que hoy ha asumido, y confirma el «derecho a defenderse» del mismo ateniéndose a las «reglas morales y jurídicas».

Por último, el documento, de dieciséis páginas hace un llamamiento a resolver el conflicto entre árabes e israelíes, que dura desde hace más de cincuenta años, a través de la negociación.

El mensaje, que lleva por lema «No hay paz sin justicia; no hay justicia sin perdón», se convierte así en una especie de decálogo sobre la reconciliación.

Quiere ser, como el Papa confiesa al comenzar, un mensaje de esperanza a inicios del año 2002, pues está convencido «de que el mal --el misterio de iniquidad--, no tiene la última palabra en los avatares humanos».

Justicia y perdón
Para Karol Wojtyla «la verdadera paz es fruto de la justicia» y el perdón no se opone, ni mucho menos a la justicia, pues «no consiste en inhibirse ante las legítimas exigencias de reparación del orden violado».

El perdón, por el contrario, busca «mucho más que un frágil y temporal cese de las hostilidades, pretende una profunda recuperación de las heridas abiertas. Para esta recuperación, son esenciales ambos, la justicia y el perdón».

El pontífice explica que esta reflexión surge, ante todo de su propia experiencia de vida. «Los indecibles sufrimientos de los pueblos y de las personas, entre ellas no pocos amigos y conocidos míos, causados por los totalitarismos nazi y comunista, siempre me han interpelado íntimamente y animado mi oración», confiesa.

Terrorismo, justicia y perdón
Estos principios son aplicados después a la candente cuestión del terrorismo, «auténtico crimen contra la humanidad». La justicia, por una parte, reconoce el «derecho a defenderse del terrorismo», ateniéndose «a reglas morales y jurídicas, tanto en la elección de los objetivos como de los medios».

La reconciliación, por otra parte, añade el texto, debe llevar a «solucionar con valentía y determinación las eventuales situaciones de opresión y marginación que pudieran estar en el origen de los planes terroristas». De este modo, «la pretensión del terrorismo de actuar en nombre de los pobres» se revelará como «una falsedad patente.

Según el pontífice, justicia y perdón, no sólo deben ser principios aplicados por los gobiernos, sino también, y esto explica su convocación de la jornada de oración por la paz en Asís, el 24 de enero, por los líderes de las religiones. «¡No se mata en nombre de Dios!», exclama el texto.

La justicia y el perdón son también la vía de solución para el conflicto de Oriente Medio, reconoce finalmente el Santo Padre. En la región, asegura, la paz no vendrá con «el continuo recurso a actos terroristas o de guerra», sino a través de la negociación que buscará regular «de manera ecuánime» los «derechos y exigencias» de palestinos e israelíes.

El mensaje de paz del pontífice concluye pidiendo oraciones por las víctimas del terrorismo y la guerra, así como por «aquellos mismos que ofenden gravemente a Dios y al hombre con estos actos sin piedad».

El deseo último del Papa es «que se les conceda recapacitar sobre sus actos y darse cuenta del mal que ocasionan, de modo que se sientan impulsados a abandonar todo propósito de violencia y buscar el perdón».