ROMA, viernes, 21 septiembre 2007 (ZENIT.org).- El cardenal Renato Raffaele Martino ha explicado que la doctrina social de la Iglesia rechaza el biologismo, el catastrofismo, el naturalismo y la ideología maltusiana, proponiendo en cambio la ecología humana como la más afín al bien común.
El presidente del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz presentó la propuesta de la Iglesia sobre el ambiente durante la presentación del libro en italiano «Recurso ambiente. Un viajo en la cultura del hacer» («Risorsa Ambiente. Un viaggio nella cultura del fare», de Ediciones ARES), que tuvo lugar en Roma este jueves, en la Sala Capitular de la Biblioteca del Senado italiano.
El cardenal Martino criticó el «biologismo» porque no distingue la sustancial diferencia entre el hombre y los animales, remontando todas las funciones humanas sólo a bases biológicas y genéticas. Para el purpurado, el biologismo «no es una ciencia, es una ideología que se contrapone al antropocentrismo».
El presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz rechazó «la ideología del catastrofismo», explicando que «el informe preparado por el MIT de Boston para el Club de Roma, hecho público en 1972 con el título ‘Los límites del desarrollo’, ha sido la madre de todos los catastrofismos del ambientalismo ideológico».
«Han seguido otros –añadió el presidente del dicasterio vaticano–, sobre todo respecto al agotamiento de las energías no renovables y a la superpoblación. El tema de la superpoblación ha hecho que emergieran de nuevo ideologías neomaltusianas, fundadas en la idea de que la principal causa de la degradación ambiental sea la denominada superpoblación».
Según el cardenal Martino, «el catastrofismo es una ideología cuando se nutre de un tal pesimismo antropológico que no apunta para nada al hombre como recurso». «El pesimismo y la sospecha hacia el hombre –subrayó el purpurado- se convierten en confianza extrema en la técnicas selectivas, incluído el aborto y la esterilización masiva».
En este sentido, el presidente de Justicia y Paz recordó que, con motivo de la Conferencia de la ONU sobre Población y Desarrollo, celebrada en El Cairo en 1994, y luego la dedicada a las Mujeres en Pekín, al año siguiente, «la acción diplomática ejercida por la delegación de la Santa Sede entró en singular sintonía con los países pobres del planeta, interesados en denunciar la ideología neomaltusiana que proponía planificar de modo centralizado los nacimientos, violentado así la voluntad de las mujeres».
El cardenal Martino explicó que, a la Doctrina Social de la Iglesia, no le gusta la ideología del naturalismo egoísta, o sea del «retorno a la naturaleza», en las diversas formas de «esoterismo naturalista, narcisismo físico, búsqueda de un bienestar psicológico y emotivo confundido con bienestar espiritual».
«Son formas de naturalismo que confinan con la ‘New Age’, alimentan el supermercado de la religiosidad, entienden de modo panteísta la biosfera como un todo único e indiferenciado, y pierden definitivamente de vista la naturaleza entendida como diálogo entre el hombre y Dios», explicó.
Frente a estas ideologías, el presidente de Justicia y Paz explicó que el ambiente es una cuestión social y la Doctrina Social de la Iglesia usa el concepto de ‘ecología humana’ señalado por Juan Pablo II en la encíclica ‘Centesimus annus’ (38).
El Papa Juan Pablo II subrayó que «a menudo nos interesamos por el medio ambiente natural, mientras que no hay un empeño semejante por salvaguardar el medio ambiente humano. Hay demasiado poco empeño en salvaguardar las condiciones morales para una auténtica ecología humana».
«La expresión ecología social –subrayó el cardenal Martino–, para la Iglesia no significa sólo que el medio ambiente natural deba ser humanizado, encaminado al bien del hombre de hoy y de las generaciones futuras. Quiere decir también y sobre todo que el medio ambiente humano –la salvaguarda de la vida, de la familia, el trabajo, la ciudad– exige el respeto a una ecología propia, a un funcionamiento físico, a una naturaleza propia».
«En este sentido, la ecología humana –concluyó el presidente de Justicia y Paz– es un concepto afín al de bien común, siendo este el conjunto de aquellas condiciones sociales que permiten y favorecen en los seres humanos el desarrollo integral de su persona».