El Santo Padre hizo oír su voz por el pueblo guineano este domingo, al término del rezo del Ángelus -que se retransmite en directo en numerosos países del mundo-.
«Deseo expresar mi cercanía espiritual con un país africano que está viviendo momentos de particular dificultad: Guinea», manifestó, ante la expectación también de las decenas de miles de fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro del Vaticano.
«Los obispos de esa nación me han expresado su preocupación por la situación de parálisis social, con huelgas generales y reacciones violentas, que han causado numerosas víctimas», dijo el Papa.
«Al pedir el respeto de los derechos humanos y civiles -añadió-, aseguro mi oración para que el compromiso común a recorrer la vía del diálogo lleve a superar la crisis».
Calma cargada de tensión en Conakry: así definió -el sábado- el ambiente en la capital guineana la agencia «Fides» de la Congregación vaticana para la Evangelización de los Pueblos.
Ha transcurrido una semana de enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas del orden; la cifra de muertos es por lo menos de 110, tras la proclamación de la ley marcial –que confiere amplios poderes a los militares: detención de sospechosos, control de la prensa y de emisiones radio-televisivas- y la imposición del toque de queda –sólo se puede salir de casa de 16.00 a 20.00 horas-, decidida por el presidente Lansana Conté después de una reanudación del estado de huelga general el pasado lunes.<br>
Otras 22 personas murieron en un incendio en una prisión, provocado por los detenidos en un intento de fuga.
Con todo, se teme un nuevo estallido de la situación en cualquier momento, dado que la población está exasperada por el comportamiento del ejército –añade la agencia del dicasterio misionero-, acusado de haber disparado indiscriminadamente contra civiles indefensos y pacíficos, y de ejercer violencia sobre las mujeres.
La actividad económica está paralizada por la huelga convocada por los sindicatos y la oposición, después de las violencias desatadas en los dos días precedentes entre las fuerzas del orden y los manifestantes que protestan por el nombramiento de un primer ministro Eugène Camara, comprometido con el régimen de Conté, en lugar de una persona independiente, como prevén los acuerdos que pusieron fin a la huelga de enero.
El bloqueo de la actividad comercial dificulta enormemente a la población encontrar alimentos, cuyo precio se ha disparado. Y en el aspecto de la exportación, los efectos de la crisis también se hacen sentir ya en el exterior.
El dicasterio misionero, a través de su órgano informativo, alerta igualmente del marco regional de la convulsión guineana, pues el país se encuentra ya de por sí en una zona de inestabilidad y conflictos internos con vecinos como Liberia, Sierra Leona, Costa de Marfil o Guinea-Bissau.
Por su parte, los países limítrofes temen la extensión de la crisis más allá de las fronteras de la República de Guinea, y se han puesto en marcha en busca de soluciones, aún sin éxito.
La Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO) ha nombrado al ex presiente de Nigeria, Ibrahim Babangida, mediador en la crisis guineana.
Países como los Estados Unidos y Francia, así como la Unión Africana, han pedido al presidente guineano que ponga fin a la ley marcial y reanude las negociaciones con la oposición. Ya han empezado a evacuar a sus compatriotas del país y de otros Estados.
Un fuerte empeoramiento de la condiciones de vida de la población (en total supera los 9,5 millones de personas, en su mayoría de credo musulmán), falta de perspectivas de salir de la situación, corrupción y nepotismo de las instituciones tejen las raíces de este conflicto.