CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 16 abril 2006 (ZENIT.org).- La resurrección de Jesús ha sido la mayor «mutación» en la historia humana de la que «surge un mundo nuevo», aseguró Benedicto XVI en la misa de la vigilia de Pascua.
En una Basílica de San Pedro llena hasta los topes, el Papa Joseph Ratzinger presidió por primera vez este rito de más de tres horas, que se remonta a la vida de las primeras comunidades cristianas.
La Vigilia comenzó a las 22,00 en el atrio de la Basílica con la bendición del fuego y la iluminación del cirio pascual. Poco a poco cada uno de los siete mil peregrinos se convirtió en una luz en medio del templo, al encender su vela con la llama que procedía de ese cirio.
En la vigilia, el Santo Padre administró a siete jóvenes catecúmenos provenientes de Albania, Bielorrusia, Perú, Japón, Colombia y Camerún los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación.
En su homilía, el Papa utilizó «por una vez» el lenguaje de la teoría de la evolución, para describir la resurrección de Cristo que en esos momentos revivía la Iglesia de Roma como «la mayor «mutación», el salto más decisivo en absoluto hacia una dimensión totalmente nueva, que se haya producido jamás en la larga historia de la vida y de sus desarrollos».
Se trata, aclaró, de «un salto de un orden completamente nuevo, que nos afecta y que atañe a toda la historia».
Al explicar sus palabras, el sucesor de Pedro aclaró que la muerte de Cristo «fue un acto de amor. En la última Cena, Él anticipó la muerte y la transformó en el don de sí mismo».
«Su comunión existencial con Dios era concretamente una comunión existencial con el amor de Dios, y este amor es la verdadera potencia contra la muerte, es más fuerte que la muerte», consideró.
Por eso, siguió ilustrando, «la resurrección fue como un estallido de luz, una explosión del amor que desató el vínculo hasta entonces indisoluble del «morir y devenir»».
«Inauguró una nueva dimensión del ser, de la vida, en la que también ha sido integrada la materia, de una manera transformada, y a través de la cual surge un mundo nuevo», recalcó.
Para el Papa Joseph Ratzinger «está claro que este acontecimiento no es un milagro cualquiera del pasado, cuya realización podría ser en el fondo indiferente para nosotros».
«Es un salto cualitativo en la historia de la «evolución» y de la vida en general hacia una nueva vida futura, hacia un mundo nuevo que, partiendo de Cristo, entra ya continuamente en este mundo nuestro, lo transforma y lo atrae hacia sí», indicó.
Haciéndose intérprete de creyentes y no creyentes, preguntó: «¿Cómo ocurre esto? ¿Cómo puede llegar efectivamente este acontecimiento hasta mí y atraer mi vida hacia Él y hacia lo alto?».
Al ofrecer su respuesta el Papa reconoció que puede parecer «quizás sorprendente», pero es «completamente real»: «dicho acontecimiento me llega mediante la fe y el bautismo».
Dirigiéndose en manera particular a los siete nuevos hijos de la Iglesia presentes en la Basílica, el Papa indicó que el Bautismo «no es un asunto del pasado, sino un salto cualitativo de la historia universal que llega hasta mí, tomándome para atraerme».
«El Bautismo es algo muy diverso de un acto de socialización eclesial, de un ritual un poco fuera de moda y complicado para acoger a las personas en la Iglesia. También es más que una simple limpieza, una especie de purificación y embellecimiento del alma», subrayó.
«El gran estallido de la resurrección nos ha alcanzado en el Bautismo para atraernos –indicó–. Quedamos así asociados a una nueva dimensión de la vida en la que, en medio de las tribulaciones de nuestro tiempo, estamos ya de algún modo inmersos».
Por eso, concluyó, ser bautizado, ser cristiano, significa «vivir la propia vida como un continuo entrar en este espacio abierto». «Ésta es la alegría de la Vigilia pascual. La resurrección no ha pasado, la resurrección nos ha alcanzado e impregnado».