ROMA, viernes, 3 marzo 2006 (ZENIT.org).- Publicamos el comunicado final de la Reunión de la Comisión bilateral de las Delegaciones de la Comisión de la Santa Sede para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo y del Gran Rabino de Israel para las Relaciones con la Iglesia Católica, que ha tenido lugar en Roma, del 26 al 28 de febrero de 2006 (28-30 Shevat 5766).
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1. En el VI Encuentro de la comisión bilateral celebrado en Roma, hemos afrontado el argumento de las relaciones entre vida humana y tecnología, conscientes de los grandes progresos alcanzados en la ciencia médica, y de los desafíos así como las oportunidades que éstos representan.
2. Afirmamos los principios de nuestras respectivas tradiciones religiosas, según los cuales, Dios es el Creador y Señor de toda vida, y que la vida humana es sagrada porque, como enseña la Biblia, la persona humana es creada según la imagen divina (Cf. Génesis 1, 26-27). Dado que la vida es un don divino que hay que respetar y preservar, rechazamos decididamente la idea de un dominio humano sobre la vida, y el derecho de decidir sobre su valor o su duración por parte de cualquier persona o grupo humano. Consecuentemente, repudiamos el concepto de eutanasia activa, (el llamado «mercy killing» [matar por piedad, ndt.]) en cuanto ilegítima pretensión del hombre sobre la exclusiva autoridad divina a la hora de determinar el momento de la muerte de la persona humana.
3. Damos gracias al Creador por la capacidad que ha dado a la humanidad para curar y conservar la vida, y por los notables progresos que han permitido la ciencia, la medicina y la tecnología contemporáneas. Así mismo reconocemos que estos progresos benéficos comportan mayores responsabilidades, profundos desafíos éticos y potenciales peligros.
4. En este sentido, reafirmamos las enseñanzas de nuestro patrimonio tradicional, según las cuales todo conocimiento y capacidad humana debe servir para promover la vida y la dignidad del hombre, y por ello debe estar de acuerdo con los valores morales que se derivan de los principios arriba mencionados. En consecuencia, es necesario que haya límites en la aplicación científica y tecnológica, reconociendo el hecho de que no todo lo que es técnicamente posible es también éticamente aceptable.
5. El respeto y el cuidado de la vida humana deben ser un imperativo moral universal, garantizado por toda sociedad civil y por sus leyes, promoviendo de tal modo una cultura de la vida.
6. Aún rechazando la presunción humana de asumir la prerrogativa divina a la hora de determinar el tiempo de la muerte, afirmamos la obligación de hacer todos los esfuerzos posibles para aliviar los sufrimientos humanos.
7. Hacemos un vivo llamamiento al personal médico y a los científicos, para que se empeñen y se dejen guiar por la sabiduría de la religión en todas las cuestiones de vida y muerte. Por ello, recomendamos que, en tales cuestiones, una debida consulta, además de a las respectivas familias, se haga también a las autoridades religiosas cualificadas.
8. La convicción que compartimos de que la vida en esta tierra es en realidad una parte de la existencia humana, debe por el contrario conducirnos al máximo respeto por la forma externa –la forma humana– en la que en este mundo se hace real la persona. En consecuencia, rechazamos totalmente la idea de que una naturaleza transitoria de la existencia humana terrena nos pueda permitir instrumentalizarla. En este sentido, condenamos con fuerza cualquier tipo de violenciass sobre el hombre con el fin de promover cualquier tipo de ideología, especialmente cuando se hace en nombre de una religión. Tal modo de actuar no es otra cosa que desacralizar el Nombre Divino.
9. Por ello, tratamos de hacer progresar el bien común de la humanidad mediante la promoción del respeto a Dios, la religión y sus símbolos, los lugares santos y los lugares de oración. Cualquier violación de los mismos debe ser rechazada y condenada.
10. Al mismo tiempo, tales violaciones, y las tensiones actuales entre las civilizaciones, exigen que nos proyectemos más allá de nuestro diálogo bilateral, al cual nos obliga un especial vínculo. Por ello creemos que es nuestro deber tratar de implicar al mundo musulmán y a sus autoridades en un diálogo y en una colaboración respetuosos. Además dirigimos un llamamiento a las autoridades civiles para que sepan apreciar las posibilidades que la dimensión religiosa ofrece para ayudar a resolver conflictos y tensiones, y a tal fin pedimos que den su apoyo al diálogo interreligioso.
Roma,
28 febrero 2006 – 30 Shevat 5766
Rabino jefe Shear Yashuv Cohen (presidente de la Delegación judía)
Rabino Jefe Ratson Arussi
Rabino Jefe Yossef Azran
Rabino Jefe David Brodman
Rabino Jefe David Rosen
Señor Oded Wiener
Embajador Shamuel Hadas
Cardenal Jorge Mejía (presidente de la Delegación católica)
Cardenal Georges Cottier O.P.
S.E. Obispo Giacinto-Boulos Marcuzzo
Mons. Pier Francesco Fumagalli
P. Norbert Hofmann S.D.B.