La misa exequial del Papa tendrá un carácter de resurrección

Según el nuevo Ritual

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 7 abril 2005 (ZENIT.org).- Las exequias de Juan Pablo II, que se celebrarán este viernes, tendrán un carácter de resurrección, según la revisión del rito que él mismo encomendó a la Oficina de Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice.

Fruto de esta revisión fue el «Ordo Exsequiarum Romani Pontificis» (Tipografía Vaticana, 2000) –«Rito de las Exequias del Romano Pontífice»–, que se debe seguir fielmente, según estableció Juan Pablo II en la Constitución Apostólica «Universi Dominici Gregis» –22 de febrero de 1996– sobre la vacante de la Sede Apostólica y la elección del nuevo Papa.

El «Ordo» recorre paso a paso, desde una perspectiva pastoral y litúrgica, el desarrollo de las exequias, que estos días presencia el mundo entero, dividido en tres estaciones: en la casa, en la Basílica Vaticana y en el lugar de la sepultura.

Aprobado por el Papa en 1998, el Ritual –según aclara en el volumen el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, el arzobispo Piero Marini– subraya «el carácter pascual de la muerte del discípulo de Cristo». Y es que –aclaran las premisas generales del Ordo–, «en el rito de las exequias la Iglesia manifiesta su fe en la victoria de Cristo resucitado sobre el pecado y la muerte».

«Esta fe es expresada –continúa el texto– de forma particular en las exequias del Romano Pontífice, que por motivo del ministerio por él ejercido en la Iglesia, ha confirmado en la fe a todos los pastores y a los fieles» (Cf. n.1).

¿Qué respuesta da la Iglesia en Roma y en el mundo al anuncio de la muerte del Papa? «Eleva al Padre –explica el Ordo–, Señor de la vida y de la muerte, una intensa oración de acción de gracias, por el bien que el Pontífice difunto ha realizado a favor de la Iglesia y de la humanidad, de sufragio y de súplica, para que él sea acogido por el Señor en la morada de luz y de paz junto a todos los santos (…)» (Cf. n.2).

También en las oraciones –señalan las premisas del Ritual– se pide por la Iglesia, para que –«privada del Romano Pontífice»– se abandone confiadamente «a Cristo, Supremo Pastor, que a ella prometió su perenne presencia y asistencia».

Y se rinde «el debido honor» «al cuerpo del Sumo Pontífice difunto» –«que con los sacramentos de la iniciación cristiana se convirtió en templo del Espíritu Santo y con el sacramento de la Ordenación Episcopal se dedicó totalmente al servicio del pueblo de Dios»–, «sobre todo por motivo de la fe en la vida eterna y en la resurrección de la carne» (Cf. n.4).

Esto se hace en momentos significativos, como en la verificación de la muerte, en la exposición de los restos mortales en la Casa Pontificia, en su solemne traslación a la Basílica Vaticana, en la colocación en el féretro, en la Misa exequial con la última recomendación y la despedida, en la traslación al sepulcro y en la inhumación.

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ZENIT Staff

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