CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 3 abril 2005 (ZENIT.org).- Las personas más cercanas a Juan Pablo II así como un reducido grupo de periodistas acudieron en la mañana del domingo al rito de la primera estación de las exequias que tuvo lugar en la Sala Clementina a cargo del cardenal camarlengo, Eduardo Martínez Somalo.
El rito inició con oraciones y salmos pronunciados por el cardenal Somalo, que encendió el cirio pascual, situado al lado del catafalco en el que está situado el Papa, y acto seguido bendijo tres veces al Papa y le esparció agua bendita. Al final se entonó el Padrenuestro, también en latín.
El corresponsal en Roma de la Agencia de noticias Reuters, Phil Pullela, observó que el Papa lleva en las manos un rosario blanco y el báculo de plata que siempre le acompañaba.
«Tenia el rostro de quien ha sufrido mucho ya ya ha pasado a mejor vida», reveló a Zenit Juan Lara, corresponsal en el Vaticano de la Agencia Efe admitido en el «pool» de periodistas en la Sala Clementina.
«El rostro del Papa estaba sereno y las manos cruzadas», constató John Thavis del Catholic News Service (CNS). Para el periodista Pulella, en cambio , «era el rostro de alguien que ha sufrido muchísimo».
Otro cronista, Salvatore Izzo, de la Agencia italiana AGI, destacó que «el rostro del Papa estaba muy sufrido».
«Me impresionaron mucho sus manos, blanquísimas», dijo Lara, que definió el ambiente de la Sala como «solemne».
Juan Pablo II vestía los hábitos pontificales: sotana blanca y casulla roja, sobre la que le fue colocado el «palio», la estola de lana blanca con cruces negras signo litúrgico de honor y jurisdicción. Sobre la cabeza, la mitra y apoyado a su cuerpo, el báculo.
El cronista de Reuters comentó que «entre las primeras personas a despedirse del Papa estava el arzobispo Emmanuel Milingo».
La disposición de las personas que se unen en oración ante el Papa estaba dividida en dos zonas. A la derecha del cuerpo del Papa había un espacio para la Familia Pontificia, desde las religiosas polacas hasta su secretario particular, el arzobispo Stanislaw Dziwisz.
A la izquierda se recogían en oración los cardenales, entre ellos Joseph Ratzinger, decano del Colegio cardenalicio, quien estaba sentado y «se agachaba hacia delante poniéndose las manos a la cabeza» , y el cardenal Edmund Casimir Szoka, «muy conmovido», según Pullela.
El secretario particular, monseñor Dziwisz, «recurrió en varias ocasiones al pañuelo y lloró cuando le abrazó el presidente de Italia, Carlo Azeglio Ciampi», revelaron los cronistas presentes en la Sala en la que descansa el cuerpo del Papa.