La distinción fue concedida al «obispo de los pobres» en mérito a su amplia trayectoria de vida personal y a su contribución por la lucha del respeto a los derechos humanos de todos los peruanos, en especial de los más olvidados.
«Recibo este premio con humildad y satisfacción, siempre tengo presente el mensaje de Jesús: siervo soy sin provecho, y simplemente hice lo que debía hacer», afirmó monseñor Bambarén durante la ceremonia celebrada en el Museo de Arte de Lima.
«Al recibir esta condecoración siento que se reconoce la abnegada labor de todos los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos del Perú, quienes luchan por la dignidad y respeto a los derechos humanos de los más débiles e indefensos de la sociedad, muchas veces lleno de calumnias, difamación y persecución», agregó.
«Para los cristianos hay una exigencia, que es un imperativo moral, que nace de la fe –concluyó–. Aunque no hubiera ninguna Declaración Universal de los Derechos Humanos, hay una palabra del Hijo de Dios: «Todo lo que hagan con uno de sus hermanos más pequeños, conmigo lo hacen»».